Verso Libre
Cuando la política se nos va de las manos
Publicada el 03/02/201/infolibre
Ocurre que no sé muy bien sobre lo que escribir. Hay días en los que la dificultad consiste en elegir un asunto entre diez exigencias; en otras ocasiones, se levanta uno sin sentir nada de interés que llevarse a la boca o a las manos. Pero lo verdaderamente grave es encontrarse con muchas cosas de interés sin contar con boca o manos para entrar en materia. Después de asumir una envidia ligera de los que lo tienen todo claro, parece obligado admitir la perplejidad, el callejón sin salida, las falta de respuestas. ¿Quién pudiera sentarse bajo el sol de invierno?
Coloco un cojín en la silla, enciendo el ordenador, voy a la cocina en busca de un vaso de agua, pongo un disco de Chavela Vargas en el aparato de música, y empiezo…
Venezuela, Unión Europea, Brasil, EE.UU, la política española, las instituciones, la crisis de la izquierda, el cambio climático, la pobreza infantil, la quiebra periodística, las nuevas ramas del totalitarismo, el independentismo catalán, los espectáculos mediáticos, todo a la vez, reunido por un mundo en el que la sociedad se ha fracturado. Las dinámicas avarientas del dinero no sólo han creado abismos entre las grandes fortunas y las mayorías sociales, sino que han provocado de manera calculada la desconfianza en las instituciones democráticas que tienen como misión regular la vida. Resulta muy difícil confiar en aquello que no sirve para solucionar tus problemas, pero lo grave es que la alternativa parece una configuración moderna de la ley de la selva.
Queda la prudencia como equipaje en la travesía de la desolación. El capitalismo es sangriento y monstruoso, pero qué monstruos ha creado el anticapitalismo. La deriva del chavismo resulta penosa, pero la prepotencia de las élites venezolanas apoyadas por Norteamérica da miedo. La política necesita acercarse a la gente, pero la gente está bien representada por los jóvenes que piden autógrafos a las estrellas de fútbol cuando van a un juzgado por robar millones de euros a la hacienda pública. La democracia es la única salida digna a los conflictos, pero la nueva clientela de la democracia se pasa 13 días con sus noches delante del televisor dejándose convencer de que un pobre niño puede salir con vida después de caerse en un pozo de 71 metros de profundidad.
En este panorama no viene mal un instinto de prudencia, que no tiene que ver con la comunión o con la tantas veces manipulada acusación de equidistancia, sino con una espera activa, una precavida paciencia que no se confunda ni con la resignación ni con la irresponsabilidad. No es un recurso fácil en un tiempo de usar y tirar, de resplandores efímeros y héroes con fecha de caducidad prevista por las mismas cadenas de televisión que los lanzaron al espacio. Qué rápido envejece lo que vino hace 4 días a cambiar el mundo.
Todo es muy complejo. Hacerle caso a los años, sentarse con paciencia a tomar el sol en un invierno democrático, sólo es posible en la plaza pública de las instituciones. Son las instituciones democráticas las que deben asumir la tarea de regular los bancos, los perros, los ancianos, las parejas, los hijos, los mendigos y los corrillos de la plaza. Parece una evidencia, pero el comportamiento político cotidiano suele confundir hoy la plaza pública con una avalancha de barro. La democracia se nos va de las manos cuando las grandes fortunas mandan en la política fiscal, y también cuando un político convierte en enemigos a su adversarios, abandonándose a la riada de calumnias y disparates que está cayendo sobre las redes de comunicación y el periodismo serio. Tampoco se puede pactar con los que se declaran al margen de las leyes democráticas, orgullosos de reinventarse los relatos identitarios propios de la extrema derecha.
Es la hora de la dignidad institucional y los procedimientos. La prudencia activa necesita la función democrática de las instituciones para poder seguir creyendo en la dignidad individual de la fauna que aparece a diario en los televisores.
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Desde luego, las instituciones son imprescindibles, pero ¿qué clase de instituciones? ¿la institución es legítima (moralmente válida por su necesaria función con autenticidad y salud política) o simplemente 'funciona' y es válida por el solo hecho de ser "legal"? ¿qué se puede hacer cuando una institución es tóxica y su implementación no viene de la voluntad popular sino de intereses de casta determinados, como por ejemplo, en el caso español, la monarquía, que se nos impuso como conditio sine qua non para acceder a una democracia que es lo contrario de una monarquía? ¿hay que respetar las institucionales perogrulladas humillantes vendidas como Bálsamo de Fierabrás y decir amén a cualquier cosa que se decrete como institución aunque sea la imposición de una dictadura genocida? ¿qué valor tienen los procedimientos por sí mismos, sin un eje ético argumental que los legitime como adecuados para ejercer su función y no ser un estorbo sin sentido e incluso perjudicial y corrupto, en el funcionamiento de todo el sistema que pretende ser ejemplar y regular la vida y la conducta de la ciudadanía? Por ejemplo: conceder inmunidad e irresponsabilidad penal, en la Constitución nada menos, para quienes delincan siendo Jefes de Estado?
¿Qué remedio tiene la farmacopea institucional cuando el jefe de estado sale rana, delinque y encima es dinástico e intocable?¿Qué remedio tiene el hecho de perpetrar terrorismo de estado como en el caso GAL y que se haga tabula rasa con el máximo responsable del invento, González, y que encima esté instalado como miembro del Consejo de Estado, como en el caso de Aznar, tras desoir al pueblo que le exigía no entrar en una guerra como la de Irak y como resultado España sufre un atentado espantoso en Atocha, idem en el caso Rajoy tras haber metido la pata hasta el corbejón con Catalunya y haber desencadenado una crisis de estado que se está haciendo crónica y absolutamente tan estúpida como ruinosa para todo el estado?
Los procedimientos institucionales han permitido "premiar" a estos mequetrefes terroríficos con la inclusión como miembros del Consejo de Estado.
¿Qué remedio tiene la farmacopea institucional cuando el jefe de estado sale rana, delinque y encima es dinástico e intocable?¿Qué remedio tiene el hecho de perpetrar terrorismo de estado como en el caso GAL y que se haga tabula rasa con el máximo responsable del invento, González, y que encima esté instalado como miembro del Consejo de Estado, como en el caso de Aznar, tras desoir al pueblo que le exigía no entrar en una guerra como la de Irak y como resultado España sufre un atentado espantoso en Atocha, idem en el caso Rajoy tras haber metido la pata hasta el corbejón con Catalunya y haber desencadenado una crisis de estado que se está haciendo crónica y absolutamente tan estúpida como ruinosa para todo el estado?
Los procedimientos institucionales han permitido "premiar" a estos mequetrefes terroríficos con la inclusión como miembros del Consejo de Estado.
Dime, amigo y admirado poeta y comunista convencido, ¿qué respuesta tienes para esta cuestión? ¿Qué hacer cuando una institución como un gobierno es una cueva de ladrones? ¿Vale la institución por sí misma o su único valor depende de como sea gestionada desde la ética y la decencia?
El hábito no hace al monje, es el monje el que le da valor y sentido al hábito, o se lo quita y lo degrada, según viva y actúe. Creo que es evidente, que los procedimientos e instituciones solo valen si son los adecuados no solo a las leyes formales, sino sobre todo a la ética de las leyes que le da sentido, sustancia moral y práctica al mismo concepto de LEY.
No se puede imponer ni aceptar la potestas si no hay verdadera auctoritas. Y en las instituciones españolas más importantes y decisivas, como poder ejecutivo, judicial y legislativo, no la hay. Que se le suponga como existente putativa es una cosa y que exista en realidad es otra.
No se puede imponer ni aceptar la potestas si no hay verdadera auctoritas. Y en las instituciones españolas más importantes y decisivas, como poder ejecutivo, judicial y legislativo, no la hay. Que se le suponga como existente putativa es una cosa y que exista en realidad es otra.
Una Constitución que en ningún momento exija en sus artículos responsabilidad moral y la honestidad imprescindible en las instituciones del Estado como BASE FUNDAMENTAL de la gestión política, tiene un valor nulo y sus mandatos son agua de borrajas. Y por ello, desobedecerla en según qué casos de verdadera ofensa al pudor, al derecho de igualdad y la dignidad del colectivo cívico, no solo no está mal es que es una obligación.
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