miércoles, 3 de junio de 2015

Una historia preciosa

Es la mejor historia que escuché el año pasado. Su protagonista primera es una amiga menuda, admirablemente batalladora y muy persuasiva. En los últimos años se ha dejado una buena parte de su vida, que no le sobra, en la PAH de un barrio de Madrid.
Un buen día me contó el caso de una señora de edad que iba a ser desahuciada por Bankia. Esta benéfica institución le había ofrecido, como alternativa, varios pisos que ya estaban ocupados y, para que nada faltase, otro a través de cuyo techo se podían ver, y no hay metáfora, las estrellas. En los días claros. 
Mi amiga pidió una entrevista, cabe entender que burocrática, con el director de la sucursal benefactora. En su transcurso le recomendó al banquero -supongo que sin dar mayor relieve a la sugerencia- la lectura del "Eichmann en Jerusalén.
Sobre la banalidad del mal", de Hannah Arendt. Es sabido que el libro cuenta, y ya sé que lo resumo mal, cómo los seres humanos aparentemente más normales y anodinos pueden convertirse en elementos decisivos de una maquinaria infernal.


Unos días después mi amiga menuda, admirablemente batalladora y muy persuasiva, recibió una llamada telefónica del director de la sucursal bancaria. 
 Éste le confesó que había comprado el libro, lo había leído y le había convencido. Le ofrecería una vivienda digna a la señora que se aprestaba a ver las estrellas. De saberlo, Hannah Arendt habría dado saltos en su tumba. Y es que los libros sirven... cuando hay alguien que pelea con ellos.  


                                          
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