miércoles, 3 de junio de 2015

La voz de Iñaki


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¡Qué difícil es pactar!

EL PAÍS  


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No siempre es tan difícil pactar. Aunque bien mirado, la dificultad para llegar a un pacto, debería reconfortarnos de alguna manera, como una garantía de solvencia gestora, porque significa la necesidad de profundizar en el análisis de lo que proponemos y nos proponen. La obligación de no quedarnos bloqueados orgullosamente en la cabezonería de las ideas fijas, de los dogmas inamovibles y de los intereses sectarios de cada cual, que a la hora de gestionar el bien común son verdaderos bunkers inexpugnables. La dificultad no reside tanto en los temas que se tratan, como en la manía de que "pactar" es simplemente conseguir que la idea de uno se imponga, "triunfe", sobre las otras, venciendo en vez de escuchar y proponer afinidades trabajables entre todos y considerando que ese triunfo depende sobre todo de la habilidad más fina y sibilinamente argumentada, para llevarse al huerto propio al resto de opciones ajenas; con ese talante acuden a pactar casi todos los portavoces políticos. Es la deformación 'profesional' derivada de un larguísimo enjambre biparty fashion.  Los ciudadanos estamos extenuados por esa adinamia crónica del politiqueo fifty/fifty, no de la política real, que es un bien tan valioso como escaso. 

A la hora de pactar no debería haber tiquismiquis, ni quítate tú para que me ponga yo porque sé más que tú, porque tengo mucha más experiencia, porque me las sé todas, porque soy perro viejo con pedigrí y tú un mindundi novato. Tampoco se puede pactar desde la prepotencia del acaloramiento de una victoria aplastante, que con el tiempo suele ser más un veneno contra la lucidez y la buena política que un antídoto contra la imbecilidad. A las victorias electorales hay que ponerlas en cuarentena igual que a los partidos que se visten de San Antón como de La Purísima, según soplen los vientos. Pactar es otra cosa muy distinta a llevar banderolas y lecciones de memoria o de amnesia, que ambas abundan demasiado. 

Para pactar es imprescindible tener una única línea roja transparente imposible de cruzar: la ética personal y de partido y la moral social de la justicia con los derechos humanos invulnerables por delante y como finalidad única: el bien común. Sin ese código previo todo pacto es un enjuague. Si ya se está de acuerdo en esa premisa, lo demás es mucho más fácil. Luego, los detalles y las acciones competentes se pactarán sin dramas ni chafones ni maldades subterráneas. 
Cuando Mónica Oltra llama cordón sanitario alrededor del pp a una distancia prudencial y profiláctica a la hora de los pactos, es una buena metáfora para dejar claras las condiciones previas. Un reo, un delincuente, no  puede poner condiciones a los fiscales, ni a los abogados ni a los jueces, un enfermo gravísimo de amoralidad putrefacta no está en condiciones de poner enmiendas al tratamiento de los médicos democráticos, sólo le queda aceptar el diagnóstico, asumir el tratamiento si quiere curarse o dejarse morir como opción política digna de votarse por alguien más que por los votos trucados de una tercera edad de la ONCE o con Alzheimer, si no lo acepta. Tampoco esa grave dolencia se puede curar en un par de semanas o de meses. Lo que lleva podrido desde sus inicios, como lo calificó Iñaki hace poco, cuando se descubrió que la financiación de AP ya en sus tiempos cantaba La Traviata en estéreo, no puede adecentarse en cuatro días;  de momento el pp, y de común acuerdo para Compromís, Podemos y C's, está vedado como interlocutor. Del Psoe no sabemos nada de momento. Y esa falta de definición mosquea, la verdad. Es normal que si el partido socialista no soluciona moralmente los casos EREs y no los saca de la nueva vía del cambio ético, la única "solución" para él sería pactar con el pp y demostrar a qué nivel anda su espíritu renovador de la decencia. Y desde luego sería su final en las legislativas. 

Es curioso que se ponga el acento dificultador en las exigencias para pactar en materia de moral política, por parte de los partidos recién estrenados, y no se vea inconveniente alguno en la resistencia a ser transparentes en los partidos de siempre, como el Psoe. Me pregunto ¿qué teme el Psoe para no definirse en ese terreno en el caso de Andalucía? ¿No es consciente de que cambiar el partido no es cambiar la edad de sus secretarios generales, sino que éstos asuman la exigencia de la ciudadanía que les ha votado confiando en ellos como en un brazo decente con vistas a la regeneración democrática del Estado? Condenar la corrupción en todas sus manifestaciones es su obligación de socialista y de obrero. Por lo menos para eso lo fundaron hace ya casi siglo y medio. Y es muy chungo aprovechar ese caché de la honradez para acabar otra vez en las garras del gato taoísta, al que sólo le interesa cazar los ratones del poder como sea y usando el color que sea. Ya tuvimos bastante ración en su momento. Ahora es otro tiempo y los españoles estamos tan cansados y tan asqueados, que antes de solucionar el paro, la pobreza infantil y los recortes miserables, NECESITAMOS PARA PODER RESPIRAR, UN CÓDIGO ÉTICO y PRÁCTICO  DE MORAL POLÍTICA APLICABLE A LAS NORMAS DE GESTIÓN PÚBLICA, QUE SE APRUEBE ENTRE LOS PARTIDOS QUE HEMOS DECIDIDO VOTAR PARA QUE GOBIERNEN POR CONSENSO. Una vez resuelto ese asunto, todo lo demás, por difícil que sea, se irá solucionando. 

El Psoe debería entender de una vez por todas, que los partidos que, como en el caso de Compromís, han denunciado durante toda la legislatura la corrupción masivamente en los juzgados, prefiriendo gastar el dinero que reciben del Estado en las denuncias, a emplearlo incluso en tener una sede física, le sacan una gran ventaja moral y han colocado el listón muy alto ante la ciudadanía. Debería escucharles con mucha atención y con humildad, aprender de ellos. De Manuela Carmena, de Gabilondo también. De Ada Colau. Oltra lo ha dicho muy claro: "aunque me presenté para la Presidencia de la Generalitat, si para que todo cambie y mejore  tengo que barrer el Parlament, lo haré encantada." Todavía no he escuchado a un socialista hacer una propuesta parecida. Y eso que se supone que es "obrero". Es más, Griñán y Chaves, si tuviesen clara la  ética y la moral política, además de haberse hecho responsables morales del fraude por su falta de conocimiento sobre la trama, a estas horas ya no deberían ser un problema para el Psoe, se habrían ido a casa, entregado actas de diputado y dejar al partido la posibilidad de limpiarse y no quemar más oportunidades y a más portavoces como Pedro Sánchez o Susana Díaz, a los que están haciendo bailar en la cuerda floja. Y éstos, ambos, no deberían tener reparo alguno en hacer con ellos lo que Sánchez ha hecho con Tomás Gómez. 

Pactar no es sólo llegar a materializar acuerdos, pactar es sobre todo poner en común la misma conciencia ética que haga posible gobernar honestamente y no cometer por enésima vez un engaño electoral, que sería un suicidio político y un desprecio monumental a la ciudadanía, que superando arcadas y náuseas, ha acudido a las urnas para poner su voto y su grito en el estercolero del caciquismo y la farsa estatal.

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