La momia de Prim llega al hospital para su autopsia
El análisis de los restos del general determinarán si murió en el acto o tres días después del atentado.
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Ya está claro. Por fín España va a poder dormir en paz. A pierna suelta. Ese arcano ignoto de la memoria histórica que todavía no se había desvelado, va a terminarse ya mismo.
De una vez por todas, cuarenta y tantos millones de españoles podrán saber a ciencia cierta, primero: quién fue el general Prim, porque muchos de esos millones sólo lo conocen como nombre de una calle o de una plaza. O si no, que hagan una encuesta a pelo, sin manipular, y la pongan en la tele, que fliparemos en colores con los resultados.
Segundo, que murió en un atentado a cargo del otro bando, como siempre, que ya se sabe lo que pasa cuando todos se quieren comer la misma tarta del poder al mismo tiempo.
Y tercero, que por fín se despejará la terrible incógnita de la ecuación, o sea, si murió por el impacto o por las secuelas del impacto. Detalles que, la verdad, nos tienen en ascuas desde 1870, más o menos. Que ya no sabemos cuánta valeriana y cuánto potingue de farmacia nos habremos tomado para controlar la inquietud histérica de tantas generaciones por el sucedido histórico. Como desde entonces no ha pasado nada de particular estamos que no nos llega la camisa al cuerpo.
Lo cierto es que a veces nos hemos preguntado qué fue lo que pasó con nuestro tío Emeterio, con el bisabuelo Modesto, con doña Lucrecia la maestra que enseñó a leer a nuestro padre y anuestros tíos, o con la tía abuela Gertrudis entre 1936 y 1940. Pero bueno, no eran nadie. No como el general Prim, por supuesto. Sólo ciudadanos de una república que se esfumó en la nada y no dejó rastro, como ellos. Nuestros antepasados no dieron ningún golpe de estado, y en cambio Prim, dio un puñado de golpes. Uno detrás de otro. Y por ello le dieron hasta títulos nobiliarios. Fue republicano y monárquico de ocasión, y hasta importó otro modelo de rey, cuando Isabel II hizo aguas; lo trajo de Italia, como un jarrón de Murano y lo colocó en palacio, del lado liberal y progresista, claro. Pero no resultó. Los reyes que no mandan duran poquísimo porque se aburren en seguida de no poder y de no mandar. Se llamaba Amadeo y era de Saboya. Ni carlista ni isabelino. Neutro como la glicerina del jabón. Inodoro e insipido. Poquita cosa. Daba un poco de pena, de verdad. Al menos en los retratos que dejó encima del comodín real, cuando tuvo que salir corriendo antes de que le hicieran fosfatina los enemigos del general Prim. Y luego dirán que ser rey no es una profesión de riesgo...
Pero, bueno, volvamos al tema, que es mucho más importante el evento de la ilustre momia que las tonterías de la historia, que total sirve de muy poco, por más que digan. Al fin y al cabo te aprendes la lista de los reyes godos, todas las batallas de la reconquista,los testamentos y repartos de los reyes de cada trozo de península, luego lo que sigue, con Granada, Colón, los Reyes Católicos,las Américas y el Imperio, Siglo de Oro y decadencias de austrias tarados y borbones comme-cí, comme-ça, más tirando a ça que a cí. Revolución industrial y las guerras del siglo pasado. Y total, no sirve de nada. Porque todo se repite, aunque hayamos estudiado la historia, y por más que diga la frasecita de siempre: "el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla", no cuadran las cuentas. A no ser que todo lo que estudiamos esté mal enseñado y no valga para nada o que el refrán mienta. Porque, claro, si la cosa de la historia fuese en serio y tan importante, ahora no sería necesario exhumar al General fiambre. Ya lo habrían hecho hace mucho tiempo y se sabría la verdad. Poco importaría si murió en la calle del Turco o en su casa.
Y sobre todo nuestros antepasados de hace setenta y tantos años, se habrían muerto de muerte natural, rodeados por los suyos, y tendrían una lápida en algún sitio donde llevarles un ramo de crisantemos y encenderles una velita el uno y el dos de noviembre .
Pero cuando la historia se estudia almacenando datos y fechas, sin hacer ni un sólo ejercicio de comparación, de crítica científica ni de investigación social que la actualice y despierte la lucidez, la memorización de las crónicas del pasado, además de algo inútil es un rollo patatero, un criadero de pedantes y una alienación más. Y los prebostes añejos se quedan en momias, si tuvieron valores reales e hicieron algo importante de verdad nunca nos lo han contado. Porque de una enseñanza tan superficial no queda nada. Sólo nombres y fechas que no se acaban de encajar con el tiempo y el desgaste de la memoria.
Tal vez los millones que se gastan en esa exhumación podrían haberse empleado en idear un buen plan didáctico para que la historia pudiese enseñarse y aprenderse con mayúscula. Historia. Y no con recortes que agrandan el pasado remoto y se escaquean de analizar el pasado inmediato y próximo para poder encajar en su sitio las piezas del presente infumable.
Quizás por eso estamos como estamos y Spain is such different.
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