A tía Eduarda le ha dado un síncope. No es para menos. Perdió a su marido en la reconquista de Perejil. Todavía no se ha terminado de recuperar de tan sensible pérdida; para acabar de arreglar el trauma, esta prensa desconsiderada , farandulera, exhibicionista y vociferante gráfica, le coloca en primera página el facsímil del marido difunto. El tío Venancio. Idéntico. Calcaíto. Ojijunto. Pelitieso de rubicundez entreverada con la cresta canosa y la barba ebúrnea. Con la boca sellada por la indiferencia y ese "por ahí te pudras" que tanto practicaba durante su incursión en este plano de la existencia. Su nariz de icono ruso. La mirada melancólica de los perdedores bajo las fijaciones bélicas recurrentes de la bota de Aznar que de un patadón le envió no sólo a tomar Perejil sino a tomar vientos cruzados del Estrecho. Y del Mar de Alborán que debe quedar más o menos a la izquierda si se mira hacia el Oriente de los reyes Magos y más o menos a la derecha si se mira hacia el Oeste y se ven de reojo los elefantes de Botswana y el rey catódico fusil en ristre. Que el Estrecho es un crisol mona-rquico, por donde van pasando con garbo y tronío los reyes de copas que van a Jerez, los de Oros que van derechitos a contratar preferentes y Urdangarines en Bankia, los de espadas en dirección a Libia y a Barcelona y los de bastos a perseguir al 15M por las plazas españolas disfrazados de Cospedales y blandiendo el pendón de Aguirre en plena cólera de Dios. Con Andrea Fabra de comparsa vestida de marjorette y desfilando al ritmo del "que se jodan".
Y en medio de semejante zipizape, este scanner del tío Venancio se balancea por las pantallas peceras como un ectoplasma flotante aliñado por Darwin y camuflado de rondón entre la niebla y sus gorilas. Vencido y desarmado como los invasores y las cabras de Perejil. Meditativo y ensimismado como un votante del pp que no entiende lo que pasa por más que lo intenta. Impresionante en su estoicismo. Desgarrador en su inercia contenida. Resignado como un Javier Arenas y compungido como un penitente arrepentido del PSOE. Con un algo de Segismundo al borde del bostezo en la La vida es sueño. En fin, que empatizamos totalmente con tía Eduarda. Comprendemos y compartimos estupor y anonadamiento genético-moniforme.
Esto del eslabón perdido tiene guasa, como diría tío Venancio si se viera reproducido en alta fidelidad imaginera con tanta perfección. Como dos gotas de agua. Quién nos iba a decir que la imagen del héroe de Perejil se reproduciría por esporas y los vientos saharianos las llevarían hasta los bosques congoleños
para crear una nueva subespecie monísima. Seguramente es un milagro de San Cucufato, el santo adoptivo de tía Eduarda.
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