Comentarios: 41 | JUAN JOSÉ TÉLLEZ
El ex coordinador de IU explica los objetivos de 'Somos Mayoría', iniciativa popular que quiere reconquistar derechos sociales.
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Admiro profundamente la honestidad de Anguita.
Estoy de acuerdo con sus propuestas, como ese "Somos Mayoría". Lo que ya no me convence es su afirmación que justifica el robo para comer.
No es humanitario que el hambriento y el necesitado se convenzan de que está justificado delinquir en una sociedad de abundancia, que a pesar de la crisis sigue comiendo, gastando en divertirse y que se puede permitir todo lo que necesita y le apetece.
Creo que justificar el delito y poner contra las cuerdas y la pérdida de dignidad a los más perjudicados mientras todos los demás están sentados cada día ante su tele, su ordenador y su buena mesa, descansan en una buena cama, se refrigeran en verano y se calientan en invierno, es una canallada que con la mejor voluntad se disfraza de indignación y de rabia demagógica.
Alentar a los pobres a la rapiña es degradarles como personas y hacerles caer en lo más bajo del sistema, puesto que lo que ese mismo sistema pretende es la revuelta y el pillaje como perfecta coartada para la represión.
Eso mismo hacían los nazis en los campos de exterminio: poner la vida tan difícil que para mantenerla hubiese que delinquir, robar, denunciarse unos a otros, espiarse, mentir, traicionar y así no sólo matar los cuerpos sino reducir las conciencias a la nada. Perdida la dignidad, la autoestima y el sentido de vivir sanamente, de poco o de nada vale la misma vida.
Que roben los pobres mientras los burgueses de izquierdas les aplauden desde casa o desde You Tube,me parece una verdadera desvergüenza y de un cinismo sin límites.
Creo, honestamente, que no debemos permitir que un ser humano tenga que robar para comer mientras cada miembro de una mayoría que vive con normalidad, especula y anima el escenario de la degradación. Parece que no importen las personas, los individuos, sino la máquina de la revolución. La "lucha", que despierta de repente al bolchevoique dormido, al predicador de estómago lleno y cielo protector. Al talibán de la teoría. No me vale ese camino "solidario" con las ideas y machacador de las personas. Como Lennin o Stalin. Como Hitler. No. Otra vez no.
¿No sería mucho más sano reunirnos y formar una cadena solidaria,poniendo en cada pueblo, en cada ciudad, un punto de recogida de ayudas para comida y urgencias? Puede establecerse una cooperación de dos euros por persona. Si se multiplica esa cantidad por los millones de personas que pueden aportarla se habrá dado un paso mucho más revolucionario que tirarse al monte,porque las ideas creativas que unen ayudan a encontrar soluciones mucho más que andar a hostias por las tiendas. Y con ese fondo comprar víveres, productos de limpieza, ayudar a pagar la luz, alquiler, agua, comida..., mientras se va haciendo una red de protestas de todos, mientras se invita a que los supermercados, hoteles y restaurantes, grandes superficies como Mercadona, Consum, Día, Carrefour, Corte Inglés, ect... se integren en el proyecto, y así comprueben in situ lo que es de verdad esta crisis y los ciudadanos de a pie que ahora son indiferentes a la miseria de los más abandonados, vean cara a cara lo que puede sucederles a ellos en cuanto pierdan su empleo por un reajuste caprichoso de la empresa y el capital insaciable que la controla? Con esa fuerza moral sí que se puede tomar la calle, el Congreso y la razón.
Ya sabemos en qué acaban las revoluciones. Y esta vez no queremos más de lo mismo, ni que las viejas inercias nos arrastren al desastre una vez más. A que siempre sean los mismos los que paguen los platos rotos,mientras los animadores se quedan en casa viendo al Follonero, riendo con Wayoming o con el Tío Lavara. Que molan mucho. O comparando manifestaciones y estadísticas.
Esta vez no, don Julio Anguita. Es usted muy buena persona,como Sánchez Gordillo, pero los tiempos han cambiado y la conciencia también. Ya no basta con saberse de memoria el Das Kapital, porque lo estamos experimentando en carne propia y no queremos combatirlo, sino que simplemente, desaparezca porque ya no hay sitio para él en el corazón ni en la conciencia del hombre y de la mujer. No queremos acabar robando y en la cárcel,aunque eso sea una alternativa para comer caliente y dormir bajo techo. Pero no,gracias. Preferimos ser asamblea consciente,creadora de ideas y de recursos,
Quienes hemos visto darse la vuelta a los banqueros, cerrajeros y policías ante la solidaridad noviolenta en los desahucios y que se cambie una hipoteca impagable por un alquiler con derecho a compra, porque ciudadanos preparados y fraternos, abogados y agentes sociales, se han ocupado de asesorar, guiar y apoyar a la "carne da cañón" del olvido y del abandono, a sus hermanos más pobres y manipulables, sabemos que la ira ciega y sorda no sirve y que el saqueo inducido no es nada más que el cumplimiento del sueño inmaduro del fanatismo mental que se esconde en la frustración de quienes, quizá inconscientemente, están más interesados en que triunfe su idea, que en que se solucionen papeletas reales,con rostro, nombres y apellidos, sin que intervengan sus esquemas ideológicos.
No hay sociedad ni sistema que cambie porque cambien los políticos ni el modo de gestión que acabará corrompiéndose como siempre. Eso es una falacia. Los políticos salen del mismo caldo de cultivo que los demás ciudadanos. Por eso les votan, porque se ven reflejados en ellos. Son el espejo de sus aspiraciones. Si no, nadie les votaría. No es tumbando la cúpula del poder como cambian los pueblos, sino cambiando la conciencia que sustituya poder por servicio. Despertando. No para convertirse en salteadores, sino para que la solidaridad humana no deje espacio a esa barbarie. Mientras se cambia el sistema tenemos que crear puentes viables, lazos de amor y no de barricada inútil. Hacer lo que el poder no sabe ni entiende, endurecido por sus credos y manías persecutorias. Compartiendo lo que nos sobra con aquellos a los que todo les falta. Y eso no se hace a lo bestia. Sino con la ternura de lo próximo y la humanidad de lo que construye sin provocar males colaterales.
No hay sociedad ni sistema que cambie porque cambien los políticos ni el modo de gestión que acabará corrompiéndose como siempre. Eso es una falacia. Los políticos salen del mismo caldo de cultivo que los demás ciudadanos. Por eso les votan, porque se ven reflejados en ellos. Son el espejo de sus aspiraciones. Si no, nadie les votaría. No es tumbando la cúpula del poder como cambian los pueblos, sino cambiando la conciencia que sustituya poder por servicio. Despertando. No para convertirse en salteadores, sino para que la solidaridad humana no deje espacio a esa barbarie. Mientras se cambia el sistema tenemos que crear puentes viables, lazos de amor y no de barricada inútil. Hacer lo que el poder no sabe ni entiende, endurecido por sus credos y manías persecutorias. Compartiendo lo que nos sobra con aquellos a los que todo les falta. Y eso no se hace a lo bestia. Sino con la ternura de lo próximo y la humanidad de lo que construye sin provocar males colaterales.
No, don Julio y don José Manuel, camaradas, todo ha cambiado dentro del hombre, aunque no lo parezca; esta vez la vida no quiere repetir curso y va por libre. Ya lo irán viendo.
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