miércoles, 9 de septiembre de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 09/09/2020 | Banalizacion por sobredoisis

 

Muy interesante la reflexión de Iñaki.
Desde el medio que sea, hay que leer y asimilar siempre desde la conciencia, y con agradecimiento cada onda positiva de energía que se comparte y hace camino. Hay películas y series que hacen de la invención violenta, retorcida y malvada su gran negocio, pero hay otras como "El Reino" de Sorogoyen, una denuncia impecable de la realidad que sufrimos, en la que solo los nombres son ficción, que son una denuncia real y comprobable de lo que está pasando o de lo que pasó en otro tiempo y no deberíamos olvidar jamás para no repetirlo, como "La lista de Schindler" o "La Misión", por ejemplo. No solo nos hace peores lo malo que vemos, lo que en realidad determina nuestros comportamientos es el modo en que libremente desde nuestra conciencia o desde su ausencia, interpretamos y asumimos lo que vemos. Somos los responsables últimos de cómo invertimos nuestro "capital" humano de atención, asimilación y acción consecuente, y de en qué estropicios deshumanizadores podemos acabar enredados, convencidos tantas veces de que son la mejor salida porque es "lo de siempre" y eso proporciona una falsa seguridad que un buen día la realidad puede dejar por los suelos.
Lo bueno y lo malo siempre está ahí. Sólo nosotros, los seres humanos, optamos y elegimos personalmente lo que más nos atrae o interesa. Extasiarnos ante el camino fácil y cuesta abajo de la corrupción, la violencia,la mentira, el delito camuflado de necesidad, etc, que empieza y acaba en el círculo vicioso de nuestros egos, miedos, sombras y rutinas o elegir la dosis del camino más cuesta arriba aparente, menos cómodo, pero mucho más rico y sano, de la ética, el equilibrio y la conciencia, que empieza en la honestidad y nos lleva a la empatía del bien común, del Nosotros universal. O sea, que se puede elegir por ejemplo, entre Doce hombres sin piedad o El Reino, y una serie descerebrada de cualquier cadena a nuestra disposición.
En definitiva, el poder de banalizar o no, es obra de cada uno en la medida que elige ser responsable de lo que entra por sus sentidos y sus percepciones o no serlo y así, convertirse en títere guiñolesco. Para eso están los interruptores y el mando a distancia de la inteligencia consciente y despierta, la capacidad de análisis y el aprendizaje en la gestión de nuestra libertad. Dar pistas y poner luz en la oscuridad es necesario. Pero es cada ser humano quien debe elegir dónde quiere estar, cómo quiere ser y el por qué necesario de ambas opciones.

El arte como denuncia de los males sociales, personales y muy concretos, no es nunca una propaganda de ellos, sino mucho más el grito indignado del pensador, del artista. ¿Se puede decir que El Guernika de Picasso, Los Fusilamientos de Goya,  El Lazarillo de Tormes o Los Episodios Nacionales de Pérez Galdós o el Vuelva usted mañana de Larra son una invitación a la banalización del mal en vez de una crítica y una denuncia de lo mal que se vive y se está cuando no se sabe por donde se anda ni para qué? No todo el monte es orégano. Lo más imprescindible y urgente es que nos nazca la conciencia y que podamos distinguir la realidad de la ficción, el tocino de la velocidad. Y un elefante de una bicicleta. Que el surrealismo no sea el método de análisis, ni 'la normalidad' conformista en que se vegeta por costumbre inducida, sino la anomalía.

Muchas gracias por ser un ejemplo de lo más decente y lúcido, hermano Iñaki.

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