Esto no es arte
Un relato ficticio sobre la esperada polémica de cada año en la feria ARCO, que quizás esta vez haya ido demasiado lejos
Dice un visitante que
esto no es arte y lo repite levantando la voz, para que el resto de
visitantes que también se ha acercado le oiga: esto-no-es-arte. Dice su
acompañante que eso lo puede hacer su hijo de tres años; y que si es una
broma, no tiene gracia. Dice un galerista cercano que hala, cómo no, ya
estaba tardando en aparecer el escandalito de ARCO de todos los años,
parece que hay algunos que tienen que montar el circo para que les hagan
casito. Dice otro galerista que el listón está cada vez más alto, lo de
sacar a Franco ya estaba muy trillado y se ve que hay quien ha decidido
ir más lejos, mucho más lejos. Dice el primer galerista que sí, que
estará muy trillado, pero el finlandés ese del dibujito de "Franco no
fue tan malo como dicen" ha conseguido su minuto de fama, y hasta ha
vendido su mamarrachada. Dice el otro galerista que para mamarrachada
esta que tienen ahora delante y ante la que cada vez se concentra más
gente; mamarrachada, y encima sin firma, anónima.
Dice
la directora de una galería cercana que ella no sabe nada, que la obra
no es suya, que ya estaba ahí cuando llegó esta mañana, y que deberían
llamar a seguridad, o mejor aún, al servicio de limpieza, y que
directamente la echen a la basura. Dice una joven artista que ella ha
visto en la feria muchas obras que sí merecerían acabar en la basura,
pero que no es el caso de esta; que puede molestar más o menos, pero es
una obra de arte y hay que respetarla. Dice el primer visitante que esto
no es arte, y ahora lo exclama: ¡esto no es arte! Dice otra vez su
acompañante que eso lo puede hacer su hijo de tres años, y añade, ahora
con más énfasis: y si es una broma, no-tiene-gracia.
Dice el periodista desplazado a ARCO que hoy es su día de
suerte, que por fin ha encontrado la pieza que necesitaba para su
crónica, que ya estaba aburrido de recopilar tontadas por los pasillos
de IFEMA en cumplimiento del encargo de su jefe de Cultura ("busca algo
polémico, pero polémico de verdad, no chorraditas de Franco; y si no lo
encuentras, haz una lista de las obras más absurdas de ARCO, ya sabes:
el vaso de agua medio lleno, el plátano en la pared, que esas bobadas
siempre funcionan en redes"); y así, después de patearse los dos
pabellones de la feria, el periodista ha apuntado y fotografiado un buen
número de tontadas: instalaciones con fruta podrida, con ropa arrugada,
con pelo humano, ladrillos, espejitos, trampantojos; tontadas carísimas
además; pero por fin ha encontrado lo que buscaba.
Dice
el reportero de televisión que por favor se aparten un momento y le
dejen sitio para trabajar, que tiene que grabar una pieza sobre la feria
y quiere que se vea bien esta obra. Dice un comprador, atraído por el
revuelo de gente, que está ya harto de seudoartistas que buscan la
provocación fácil, que esto no tiene nada que ver con el verdadero arte
político. Dice otro comprador que la culpa es de la propia feria, que
como no puede competir con las grandes, cada año apuesta toda su
visibilidad a que haya algún escándalo. Dice un galerista, llegado desde
el fondo del pabellón, que quien sea el que ha creado esa obra, si es
que se puede llamar obra, se ha pasado de la raya: una cosa es hacer
gracietas con Franco, o plantar un ninot del rey, un ratito de ruido y
salir en la tele; y otra bien diferente es esto que no sabe ni cómo
calificar.
Dice un tuitero –el primero que comparte
una foto de la obra– que le parece alucinante que permitan algo así en
ARCO, por muy artista que sea. Dice otro tuitero, en respuesta al
primero, que no se lo cree, que la foto apesta claramente a fake. Dice
el primer tuitero que él tampoco se lo creía cuando lo vio, pero ahí
está, totalmente cierto, y publica otra foto en la que sale él junto a
la obra, un selfi. Dicen sucesivos tuiteros que qué mierda es esa, que
quién es el genio, que se va a liar gorda, que esto es arte, que esto no
es arte, que si estamos locos o qué.
Dice un
periódico digital, el primero en dar la noticia, que "La polémica
regresa con fuerza a ARCO". Dice otro periódico, minutos después, que
"La obra de un artista anónimo escandaliza la feria", y lo acompaña de
una fotografía de la misma. Dicen otros medios, a lo largo de la mañana,
que "hay división de opiniones entre los profesionales y visitantes de
la feria", "la galería responsable de la instalación no ha querido
desvelar el nombre del autor", "la dirección de la feria no ha
respondido a las preguntas de este periódico". Dicen los lectores, en
cientos de comentarios a esas mismas noticias, que es una vergüenza, que
da mucho asco, que olé por el artista, que estas cosas solo pasan en
España, que en nombre del arte no vale todo, que ya están otra vez los
ofendiditos, que hay determinadas líneas rojas que no se pueden cruzar,
que estas cosas en los ochenta se hacían y no escandalizaban a nadie,
que si el artista es tan valiente que se meta con Mahoma, que viva la
libertad de expresión, que si tanto os gusta la obra la podéis poner en
vuestra casa.
Dice un vigilante de seguridad que por
favor circulen, que están entorpeciendo el paso a las galerías de
alrededor. Dicen varios visitantes que han venido desde provincias
limítrofes y no limítrofes solo para ver la obra. Dice un galerista que
varios colegas están reuniendo firmas para enviar un escrito a la
dirección de la feria, hartos de tanto show. Dice una joven artista que
nadie está entendiendo la obra, que es irónica y poética, no debería
molestar a nadie. Dice el jefe de seguridad a varios de sus empleados
que coloquen un perímetro alrededor de esa cosa, y que nadie toque nada
hasta que reciban instrucciones.
Dice la directora del
programa televisivo matutino que quiere saber qué opinan sus
tertulianos, y que ella defiende más que nadie la libertad de expresión
pero mira tú, hay cosas que no se pueden tolerar, y que esperen un
momento porque vamos a conectar en directo con ARCO. Dice el reportero,
desde la feria, que los servicios de seguridad han tenido que
inmovilizar a un visitante que intentó destrozar la obra, que se han
vivido momentos de tensión y los ánimos están muy caldeados. Dice un
tertuliano del mismo programa que en momentos así toca defender la
libertad artística y de expresión, por mucho que nos pueda molestar una
obra de arte. Dice otro tertuliano que a esa basura no se le puede
llamar arte, y que es un insulto a la inteligencia, y una humillación
para millones de personas. Dice la directora del programa que atención,
tenemos noticia de última hora: ya hay una primera denuncia, una
asociación de abogados ha presentado una denuncia en un juzgado contra
la galería que exhibe la obra, contra el artista cuya identidad aún se
desconoce, y contra la dirección de la feria.
Dicen
fuentes de la dirección de ARCO con las que ha podido hablar este
periódico que por ahora no se plantean tomar ninguna medida, pero que
son conscientes del malestar existente y quieren mostrar su respeto a
quienes puedan sentirse ofendidos. Dice la presidenta de la Comunidad de
Madrid que le parece nauseabundo, que siente mucha vergüenza, y que
este es el tipo de arte que le gusta a los socialistas y al comunismo
bolivariano, pero seguro que en Cuba o en Venezuela no podrían hacer
algo así. Dice un portavoz de Vox que eso no se puede llamar arte, en
todo caso arte degenerado, y que este es el consenso progre que domina
la cultura española. Dice el líder del Partido Popular que va a pedir la
comparecencia urgente del ministro de Cultura en el Congreso.
Dice
la portavoz del Gobierno, en la rueda de prensa posterior al Consejo de
Ministros, que el Ejecutivo no tiene nada que decir sobre ese asunto
por el que le preguntan, pero que en cualquier caso, ella no es
partidaria de limitar la libertad de expresión, aunque entiende el
malestar. Dice en sus redes un dirigente de Unidas Podemos que le parece
de muy mal gusto la obra en cuestión, pero que por encima de todo está
la libertad de expresión.
Dice el editorial de un
diario de derechas que el arte no puede convertirse en coartada para el
"todo vale". Dice el editorial de otro periódico –más de derechas que el
anterior– que si la dirección de la feria no actúa, quizás debería
hacerlo la Fiscalía, pues hay derechos que proteger. Dicen varios
columnistas que el anónimo artista es un oportunista, que es un canalla,
que es un miserable, que es un cobarde, que es un terrorista. Dice en
la tele un experto jurista que no ve delito por ninguna parte. Dice en
la misma tele otro experto jurista que la libertad de expresión también
tiene límites, y cita varios artículos del Código Penal que podrían ser
de aplicación.
Dicen los más de doscientos
manifestantes en la entrada de IFEMA que la feria debe retirar de
inmediato la obra. Dice un policía que la concentración no está
autorizada y que no pueden seguir cortando el tráfico. Dicen varios
corresponsales extranjeros que la sociedad española está dividida por
culpa de una controvertida obra de arte.
Dice la
dirección de IFEMA, en un comunicado, que ha solicitado a la galería la
retirada de la obra desde el máximo respeto a la libertad de expresión,
porque entiende que la polémica que ha provocado en los medios de
comunicación la exhibición de esa pieza está perjudicando la visibilidad
del conjunto de contenidos que reúne Arco, y por tanto, es su
responsabilidad, como organizadora, tratar de alejar de su desarrollo
los discursos que desvíen la atención del conjunto de la feria.
Dice
la responsable de la galería donde se exhibe la obra que en efecto los
máximos responsables del recinto ferial le han solicitado la retirada, y
que ella ha accedido a la misma, porque la obra ya ha cumplido su
función provocadora y no tiene sentido prolongar una situación que se
nos puede ir de las manos.
Dicen varios galeristas que
no están de acuerdo con la retirada, que les parece más escandalosa que
la propia obra. Dice el director del Museo Reina Sofía que encuentra
muy preocupante lo sucedido, y que es otra muestra del retroceso que
estamos viviendo, no solo en España. Dice una académica de Bellas Artes
que no comparte una decisión tan grave como estúpida, inaceptable en
democracia. Dice un artista, que protagonizó otra polémica en una
edición anterior, que esto tiene un nombre: censura. Dice un galerista
extranjero que en sus muchos años de ferias por todo el mundo, nunca ha
conocido una censura tan zafia. Dice un coleccionista de arte, que
prefiere mantener el anonimato, que lo ocurrido es intolerable, impropio
de una democracia.
Dice un manifiesto, firmado por
varias decenas de creadores culturales, que la libertad artística y de
expresión están amenazadas en España, y que estás libertades incluyen,
según la jurisprudencia internacional, el derecho de perturbar y
ofender; y que en el mundo de la creación artística la provocación
extrema, desagradable y ofensiva puede ser una forma legítima de
ejercicio de la crítica política, y merece la máxima protección posible.
Dice
en un auto el titular del Juzgado de Instrucción número 11 de Madrid
que admite la denuncia presentada por una asociación de abogados, porque
la obra incluye mensajes que pudieran no estar amparados por la
libertad de expresión, y no cabe excluir la posibilidad de que sean de
aplicación determinados delitos, motivos más que suficientes para el
procesamiento.
Dicen varios portavoces parlamentarios
que parecemos Turquía, que la democracia está en retroceso, que en una
sociedad madura no puede haber temas intocables, y que lo sucedido es el
enésimo caso de censura y persecución tras lo sufrido por otros
artistas, raperos o tuiteros.
Dicen los lectores de
este cuento que ya vale, que hemos llegado casi al final y seguimos sin
saber en qué consiste la dichosa obra, qué representa, sobre qué asunto,
a quién ofende.
Dice el autor que siente
decepcionarlos pero prefiere que cada lector o lectora imagine su propio
escándalo y complete así el cuento: que decida qué tipo de obra
artística podría motivar tales reacciones, qué temas son hoy tan
delicados, si hay alguno intocable; si tenemos la piel demasiado fina y
cualquier provocación nos irrita y pone otra vez en marcha la espiral
mediática, política, social y judicial; o si por el contrario estamos ya
curados de espanto, nuestra capacidad de escándalo ha sido tantas veces
rebasada que haría falta un enorme esfuerzo de provocación para
afectarnos.
Dice el autor que pueden compartir sus conclusiones más abajo, en los comentarios.
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(Dice
el autor, por último, que en el cuento aparecen numerosos préstamos de
anteriores escándalos: fragmentos literales de noticias, declaraciones,
comunicados, autos judiciales, manifiestos…)
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