Festival de Euroirrisión
Una cosa es que una canción eurovisiva no pretenda ser un lied de Richard Strauss y otra muy distinta que renuncie deliberadamente a incluir en ella cualquier idea lírico–musical a la que se puedan aferrar nuestros baqueteados oídos. Hay que hacer hincapié en que en Eurovisión no compiten a título personal los intérpretes que van al festival, compite España como país a través de su RTVE pública. Por tanto, cada vez que hacemos el ridículo en Eurovisión (y este año va a ser apoteósico), estamos retratándonos como país. Estamos exportando mierda al mundo. Estamos diciéndole a centenares de millones de personas que eso es lo mejor que somos capaces de hacer. A nadie se le ocurriría mandar a un tío que sirve bocatas de calamares in plaza Mayor a un certamen gastronómico, o a una señora que se dedica a rajar pantalones vaqueros a un concurso de moda. Bien, pues el tal Miki y su canción La Venda son el equivalente musical a enviar a un youtuber al Festival de Cannes. Y actúa en nuestro nombre. ¿De qué sirve entonces tener una Secretaría de Estado (España Global) para mejorar la imagen de España en el extranjero si luego llega otro organismo público como RTVE y dinamita todo lo que ha hecho el primero? Estamos condenando a un país entero al rídiculo para que los cuatro espabilados de siempre hagan caja en SGAE.
Hay muchos recursos técnicos para hacer interesante una canción: rítmicos (las partes fuertes no están, por ejemplo, donde tenían que estar), melódicos (se incluyen notas imprevistas o melismas de gran virtuosismo), armónicos (los acordes nos sorprenden con cadencias de engaño), no es cosa de impartir aquí una clase de musicología. Pero tienen que creerme cuando les digo que La venda no tiene nada en su interior, ni en la música, ni en la letra. Es como una tautología: A=A, la obviedad más absoluta, lo previsible hecho sonido.Que el cantante aparezca en la prensa, abriéndose la camiseta, con cara de simio y sacando la lengua a cámara, pensando que así trasmite una imagen de adolescente transgresor, de simpático canallita, me da más o menos lo mismo, aunque admito que cierto pellizco de vergüenza ajena sí he sentido al verlo. Pero que la delegada de RTVE en Eurovisión vaya diciendo por ahí que esta canción “va a representar muy bien la alegría de España”, clama al cielo. ¿Acaso la manifestación sonora de la alegría española es la Charanga del Tío Honorio? Con perdón para este mítico trío de los 70, que aunque musicalmente muy básico, jugaba todo el rato con el humor y la autoironía.
Lo que produce alipori en La Venda es que además de ser una bosta, se toma en serio a sí misma: es una bosta pretenciosa. El autor, que debe de pensar que es un cruce entre Bruce Springsteen y Paulo Coelho, dice que su canción “trata del crecimiento personal, de quitarse los prejuicios que uno mismo pueda tener encima. A medida que pasan las estrofas nos vamos liberando de la presión social, de ese momento en el que uno está muy encerrado y va haciendo lo que la corriente le dicta”. Vamos a ver, chaval: o has compuesto una charanga, o has compuesto un Bob Dylan, pero que encima vengas a decirnos que una murga de verbena habla de algo, y más de algo tan importante como el crecimiento personal, es de traca.
Parafraseando a Rafael Sánchez Ferlosio, diré que el público y los jurados de Eurovisión reconocen bastante bien el rostro de los buenos cantantes y el perfume de las buenas canciones, y que todos los mikis y manelesnavarros de este mundo no valen para ellos lo que un cacho de suela de una sandalia vieja de Joan Manuel Serrat, tirada en un muladar y embadurnada en estiércol.
L´Espagne: 0 points.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Es
posible que con tanta erudición nominal en catarata y tal abundancia de
sonoridades en mogollón desatado que padecemos, a una se le acabe
ahogando el alma en la música estrictamente técnica sin haber tenido
acceso a su contenido original porque los tópicos periféricos barnizados
de erudición que salta al primer arañazo, no le han permitido
profundizar más allá de los prejuicios y la pedantería culturalmente
heredada , que es uno de los máximos "valores" patriarcales, un
verdadero bunker del que solo nos puede liberar precisamente esa
sencillez y frescura que se suele ignorar e incluso rechazar en las
evidencias más elementales, que nos invitan a fluir sin prejuicios ni
clasificaciones.
Uno
de los síntomas de nuestra decadencia como sociedad machista es el
desprecio agresivo y prepotente de todo aquello que no comprendemos, en
el fondo el franquismo ha dejado una costra pedagógica tan espesa y
profunda que ha marcado a una generación tras otra como un sello de
ganadería, a esto que no se puede calificar con palabras sin caer en los
mismos tics conductuales que nos disgustan y repelen.
En cuanto a la canción La Venda,
para mí , que ando en las antípodas de este comentarista con tan
bucólico nombre y apellido -una máxima pradera es un concepto evocador,
hospitalario, grato y con mucho encanto- es un himno que invita a la
fusión entre el ser con el fluir, a entrar en la dispersión externa con
un equipaje interior sano y ligero y al mismo tiempo intenso y
liberador, desde la hondura iluminada del zen universal al
rompeolas del mogollón inevitable de lo concreto, de modo que se puede,
si así se desea y se contempla, transmutar en el gozo de un presente
continuo en el que lejos de dispersarnos, nos concentramos sin esfuerzo
alguno en el ritmo jugoso del instante haciendo que lo complejo se
simplifique desde la comprensión instantánea que vibra y despierta zonas
impensables y desconocidas de nuestra psique, un ejercicio de atención
íntima y gozosa si estamos dispuestos a acoger el don de la vida tal
como llega de fábrica, sin complicaciones, dejándonos sorprender y
empapar de la energía del sonido y la palabra, sumergidos en una fuente
de agua fresca anímica, sin miedo a mojarnos en su caudal y haciendo de
cada pensamiento un soplo de brisa limpia y perfumada por la naturaleza
que llena desde las máximas a las mínimas praderas del ser... mundus maior-mundus minor .
Personalmente,
al escuchar esta canción me conmueve que la inmensidad de esa
experiencia sonora como una bienaventuranza poética y danzante al
alcance de todos se pueda expresar con tal sencillez, humildad y
cercanía que llegue a todos y todas, que no se quede en las castas
elitistas, en la flor y nata de la decocción clasista y excluyente, que
en realidad son constructos clasistas, arquitecturas egocéntricas
rellenas de vanidad, barnizadas con la purpurina de la apariencia y del
prejuicio excluyente, sí, apariencia, pues quien de verdad es capaz de
disfrutar hasta las lágrimas y la carne de gallina con las Variaciones
Goldberg, las Suites Orquestales y de Violoncello o la Musikalisches
Offer de Bach o mit Die Zauberg Flüte de Mozart o con la Creación de
Haydn o Messiah de Haendel, igualmente sabe percibir, valorar ,
disfrutar y compartir la belleza y la fusión del espíritu creador en la
simplicidad del pan sonoro y el agua limpia, de la metáfora y el
símbolo como alimento compartido sin barreras mentales, como la fruta
recién cogida del huerto cotidiano.
Operación
Triunfo me aburre de tal modo que nunca he resistido un programa sin
quitarlo tras la primera canción, por eso mismo me ha sorprendido tan
gratamente este descubrimiento. Quiero agradecer al compositor, al
cantante y a las músicas y músico acompañantes, que nos regalen algo tan
hermoso, dinámico y reconfortante para miles y seguramente millones de
personas, que en medio del caos social, encontramos un abrazo musical y
filosófico de fraternidad espontánea.
No
me importa que no ganen en Euroirrisión, porque su función real no es
competitiva sino despertadora y estoy segura de que no caerá en el vacío
y habrá muchas conciencias que se reconocerán en esos compases y en
esas palabras realmente proféticas.
Y
ahora, Máximo Pradera, en vez de poner como un trapo lo que rechazas
tan agresivamente, yo que tú me preguntaría cómo es posible que algo que
yo no entiendo y considero de bajísima estofa, tenga tanto valor para
otras personas que no son precisamente de la peña del Chiquilicuatre. La
autocrítica honesta es un tónico infalible, y mucho más eficaz y
sanadora que la crítica a lo ajeno.
Por
si sirve de algo, "Solo sé que no sé nada", es una regla sanísima de
Sócrates para despejar el camino y comenzar de cero cada día sin tapujos
retóricos esclavizantes. Y no te imaginas, Pradera, el peso que nos
quita de encima...y la serena y equilibrada visión del mundo que nos
concede. Lo comento porque yo, como tú, y como la mayoría compatriota,
procedo de la misma cepa española de dogmas y liturgias excluyentes,
sé, por vieja, de qué va nuestra estirpe geopolítico-cultural. Mejor
tenerla en cuarentena y atada en corto, creéme. Ains!
No hay comentarios:
Publicar un comentario