miércoles, 1 de enero de 2014

Perfecto scaner del cutrerío quiero y no puedo. Impecable crónica del nada que rascar.

Vieja noche

por Moncho Alpuente

01 ene 2014


Qué quieren que les cuente. Aunque no tuvieran nada mejor que hacer en la noche de fin de año, seguro que habrían podido hacer algo mejor que abonarse a los programas “especiales” que, con unanimidad y alevosía, perpetraron las principales cadenas en tan señalada fecha. Ya sabemos que no están las cosas como para tirar cohetes porque, a pesar de las optimistas y delirantes previsiones de Montoro y otros visionarios a sueldo del Gobierno, la pura (la puta) realidad se empeña en seguir llevándoles la contraria y el optimismo, ingrediente imprescindible para que la fiesta funcione hace tiempo que desapareció del horizonte.
Que quieren que les cuente sobre los chistes malos, sobre los gags manidos, sobre las coreografías convencionales, las luces de colores, los aplausos fingidos , los besos hipócritas y los brindis estúpidos. Las audiencias de estos programas especialísimos están forzadas, ancladas en los sillones del cuarto de estar, los jóvenes se han ido en busca de emociones no menos previsibles, alcohol y otras hierbas, decibelios y sexo si se tercia y si el cuerpo aguanta una noche de excesos y un día de resaca. Emborracharse en Nochevieja es casi una obligación social que me dispongo a perpetuar después de cuatro horas de darle al pulgar zapeando entre canales sin encontrar nada que llevarme a la mente ni a los oídos.
Vale, al menos media docena entre los cientos de artistas invitados a estas galas son de mi agrado aunque, encajados en este contexto de verbena sobredimensionada, cueste a veces distinguirlos de la mediocridad ambiente. Nada más triste que una fiesta obligada por el calendario y orquestada por profesionales desganados y desmotivados. Casi se echaba de menos el obligatorio entusiasmo, el inmotivado optimismo de anteriores ediciones de este ritual mediático sometido al calendario.
Volvamos al sofá del cuarto de estar donde la audiencia languidece y se amuerma resignada con la espesa miscelánea, mermelada predigerida y masticada que a nadie gusta y a nadie disgusta. Este es el truco, porque los programas para todos son programas de trámite que ni convencen ni emocionan..
Lo mejor de la noche, en mi molesta opinión, fue el resumen de “El Intermedio” aunque, acorde con las circunstancias tampoco sirviera de estímulo para el optimismo…
Interrumpo la narración porque me interrumpen continuamente, cada cinco minutos en TVE 1, los entusiastas presentadores de un sorteo a beneficio de las depauperadas arcas de la empresa pública. A falta de publicidad el Ente intenta compensar las pérdidas con esta tómbola benéfica. Como sigan así van a tener muchísimos problemas para privatizar la empresa y se la tendrán que malvender a los amigotes que ya sabrán que hacer con ella. ¿Podrán hacerlo peor? Es un reto difícil pero viendo los resultados obtenidos por otras privatizaciones seguro que lo consiguen.
Se supone que en los programas de Nochevieja tendrían que reflejarse los sucesos y las noticias del año que termina, nada más lejos de la irrealidad en la que vivimos…
Perdonen la interferencia, pero un comentario sobre el color de los calzoncillos de Melendi me ha despistado. Vuelvo al sofá en el que, por ustedes y solo por ustedes, no he apagado el televisor, lo hago decepcionado porque soy consciente de que no he podido sacarle punta a esta noche roma y previsible.
POSTDATA. Si algunos de los lectores de esta columna vieron algo de interés en esa noche televisiva, les ruego que me lo hagan saber. A lo mejor estoy perdiendo facultades, o tal vez sea consecuencia del alcohol pero comprendan que es muy duro el oficio, este oficio detestable, cuya única ventaja es que puede ejercerse desde el sofá. Son las cuatro de la mañana y lo dejo… A su salud.

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