lunes, 13 de enero de 2014

La estrepitosa histeria de Doña Valeria


Parigi, Hollande senza pace -   foto       La première dame in ospedale

Llegó al Elíseo al paso de la oca. Rutilante y dueña de la situación. La emprendió a bolsazos twitteros contra la pobre y alucinada Segolène Royal, la anterior pareja de Hollande y siempre compañera de partido, en el que llevan juntos la tira de años, más el vínculo indisoluble de la paternidad y la maternidad compartidas cuatro veces, nada menos, que no es moco de pavo ni cartílago de gamba. Y sólo porque Hollande estuvo al lado de Segolène en el momento de la victoria electoral y las fotos de ambos abrazándose amigablemente y agarrados de la mano dieron la vuelta al mundo, algo que hubiese pasado igualmente con cualquier otra compañera de partido que hubiese sido colega de campaña. Pero que a Valeria no solo le cruzó los cables sino que hizo con ellos un nudo marinero.  Se pasó cincuenta pueblos en el mal gusto celoso y rijoso. Ya apuntaba maneras, ya. Luego, como de tonta no debe tener casi nada, optó por quedarse discretamente y calladita a la sombra del jefe del glamour, que es lo que toca en estos casos donde el poder con la responsabilidad política y protocolaria deben ser contemplados con prioridad ante los arrebatos naturales del instinto territorial que en los bajos fondos de lo femenino sin cultivar ni pulir, son demoledores. Cavernícolas y bochornosos. El machismo femenino. Es la misma maldición tópica entre suegras y nueras o cuñadas "políticas", entre la ex y la actual, entre la hija acomplejada y la madre brillante o viceversa, entre la hermana segura de sí misma y la "patito feo" rencorosa o las puñaladas traperas a la amiga íntima por no se sabe qué rabia o envidia freudianas de la especie, camufladas de "cariño" y "lealtad". Es cosa del mantenimiento del territorio, que va mucho más allá de los celos "normales". Responde mucho más al afán de control sobre la vida y la intimidad de la pareja, sobre todo cuando no está muy claro que no sea el "sex-appeal" del cargo o del poder lo que predomina en el origen de la 'atracción fatal' irresistible.
Sin embargo algo se debió romper en el apasionado enamoramiento del sonriente François ante la falta de moderación, de autodominio y buen gusto de Valerie. Algo irrecuperable, a la vista está. Y es natural que en tal tesitura rápidamente haya encontrado sustituta en la dulce y discreta joven que la ha reemplazado sin estridencias. Hollande cuando ha visto lo que hay junto a la despampanante carrocería de Valeria, no ha montado numeritos lastimeros a lo Sarkozy cuando Cecilia le dio esquinazo y dimitió como primera dama para irse con otro a los pocos días de ocupar el trono consorte del Elíseo, demostrando que la importancia, el glamour y el poderío del jacarandoso Nicolás le importaban un pimiento,  y que prefería ser feliz a su aire antes que ser desgraciada al aire de un mandamás de poco fuste y demasiado capitel, lo mismo que él demostró yéndose a las pocas semanas de excursión por el mundo con Carla Bruni siempre con zapatos planos, que estaba mucho más dispuesta a sacar partido de la coyuntura, y que simplemente era feliz porque sí, porque ya estaba harta de ser una hetaira de lujo y ya andaba entrada en años como para repensarse el futuro al lado de alguien con pedigrí y pasta suficiente para fundar familia y prole, que ya es una garantía de supervivencia por si se tuerce la carrera y una no se come una rosca por esos mundos de Dios. 

Pero Valeria ha sucumbido a la tentación y ha perdido los papeles. De nada le valdrá el chantaje emocional, la pataleta ni la ambulancia, ha perdido el territorio conquistado  con tanta vehemencia. Y aunque François, hombre de tan tierno corazón como débil resistencia a las carencias afectivas que no compensan los arrebatos de la líbido, la trate con amabilidad compasiva le lleve flores y algún perfume carísimo al hospital para compensar, seguirá regresando cada noche al lecho de la nueva inquilina de su corazón y de sus tendencias menos racionales. 
Lo que sí escama un poco, es que si el bueno de Hollande llevaba meses durmiendo en casa de su nueva amiga, a Valeria sólo le haya dado el patatús cuando lo ha contado la prensa. Quizás no ha caído en la cuenta que ese detalle la deja irremisiblemente a la altura del betún a los ojos y gafas de su parejo, que después del numerito a destiempo real, pero muy sincronizado con el noticiómetro del glamour, delata esos bajos fondos abisales y primarios que a toda mujer no evolucionada acaban dándole el caché de bruja piruja capaz de cualquier cosa para salirse con la suya.

Lo irrefutable es que Hollande nunca ha creído en el matrimonio, que lo ha demostrado con claridad meridiana, que Segolène Royal fue la que rompió la pareja sin traumas ni rencores porque, según declaró, ya no tenía sentido permanecer juntos cuando sólo une la política y los hijos se han hecho mayores, y que ha sabido seguir siendo una buena colega con elegancia y libertad. Mientras Valeria no ha encajado ser la "segunda" y mucho menos que haya una "tercera" en discordia. que encima lo cuente la prensa y que se deduzca públicamente que  a ella le haya importado un comino si François no dormía en el Elíseo durante meses, mientras se la siguiese considerando 'la reina del Chanteclair'. Vamos, que el plumero canta más que la marcha del toreador de Carmen de Bizet y Merimée. 

Me parece interesante resaltar la respuesta de Marine Le Pen, la dirigente facha gabacha, cuando la prensa le ha ido a tirar de la lengua comentando el caso. "Creo que eso pertenece a la vida privada del Presidente y mientras los franceses no tengan que mantener a sus amantes, puede hacer lo que quiera". Pero ¿no es el Estado el que está manteniendo a Valeria en el Elíseo o va de  freelance parejil? Aunque Valeria no está casada también es una amante, aunque sea en baja cotización ¿no? Entonces ¿una esposa no es amante, sino un comodín o una mascota de compañia con certificado de matrimonio? Me temo que el caso Hollande dará lugar a un debate importante sobre el papel de las "primeras damas" francesas de quita y pon, que en la últimas presidencias están convirtiendo el Elíseo en un remake del Versailles de  los Luises XIV y XV. Hay cosas que nunca cambian ni las revoluciones más contundentes. La France siempre será la France y por eso, detrás de todo hombre importante il faut chercher la femme! Mientras detrás de toda mujer libre, inteligente y feliz no siempre hay un hombre ni otra mujer. Aunque si los hubiese tampoco serían dependientes, sino cuerpo compañero y alma gemela en plena libertad dulce y solidaria. Respetuosa y profunda. Feliz no por euforia, sino por amor.

Basta con aprender a bailar existencialmente sin aferrarse, disfrutando de todo lo hermoso de la vida y de las personas, sin atar ni atarse a nadie, ni agarrados fuertemente como en  el chotis o con el retorcido dramatismo del tango, ni contando los pasos y las vueltas como en el vals, incómodos y recelosos evitando darse pisotones, tropezar con los pies del otro y temiendo que le suden las manos, mejor danzar como en un hermoso ballet lleno de armonía, cooperando coreográficamente en la belleza y en el ritmo de la vida, como danzan los derviches sufíes, una coral dinámica donde cada uno tiene su lugar y su respiro insustituible junto a los compañeros pero sin apoderarse del otro, sin querer poseerlo, ni dominarlo ni oprimirlo. Fluyendo juntos en el universo. Evolucionando unidos, fundidos en la misma energía pero no revueltos ni en una promiscuidad precaria y siempre insatisfecha. Un logro de la evolución, un don divino que sólo los humanos pueden gozar si deciden cambiar de registro , abandonando la trampa de la caverna y sus cadenas insoportables, pero tan consuetudinarias que se  hacen hasta  "normales" por cansancio y aburrimiento, y que no nos permiten crecer ni ser realmente, en nuestros cambios y aprendizajes personales y comunitarios. Y que siempre terminan por acabarse, por morir de puro agotamiento, sin trascender.


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