Blanco y de Botella
por Moncho Alpuente
En blanco apareció la página de presentación de Ana Botella en el Foro de Davos, en blanco la del ministro Soria. El silencio es oro y la discreción virtud muy apreciada y escasa en los foros de la alta política de baja estofa. Mientras se dilucidan las causas del fallo, sus protagonistas en el fondo han respirado aliviados, quien nada dice nada dice mal. En Davos se reúnen periódicamente grandes empresarios, políticos de élite, periodistas a sueldo y creadores de opinión amaestrados. Cien empresas financian los debates y los ágapes en los que los ricos y los poderosos suelen derramar amargas lágrimas de reptil sobre los pobres que son cada día más pobres y los problemas de la salud, la economía o el medio ambiente de inmensas mayorías terrícolas, problemas mayormente creados por los propios convocantes de los foros que lo sienten muchísimo. En este tipo de asambleas multinacionales se suelen detectar los problemas que todo el mundo ha detectado antes y se proponen soluciones que están en boca de casi todos pero que nunca llegan a acometerse.
En la perversa mecánica que rige sus movimientos, los debatientes, amigos y colegas, reconocen que no se están haciendo bien las cosas y firman comunicados expresando sus mejores intenciones para el año que viene, para el futuro, siempre para el futuro. Tan mal van las cosas que tendremos que volver a reunirnos pronto para ver si hacemos algo, pero todo a su tiempo, todavía no, no sean impacientes que con prisas no se va a ninguna parte, aducen los expertos entre discurso huero y banquete copioso, entre bostezos y regüeldos. A las puertas blindadas de estos foros suelen concentrarse las fuerzas antisistema para armar bulla. Así no hay forma de trabajar, ni de hacer la digestión en paz ¡Cuan gritan estos malditos!. Próceres y magnates, empresarios y mercenarios, sicarios y vicarios volverán este año a fijar un calendario de plazos y a citarse de nuevo para seguir haciendo planes para un futuro que no se ve claro porque siempre estará a la vuelta de esa esquina que nunca se cruza.
Entre las ideas disolventes propuestas por los antisistema de capucha, mochila y bocadillo escuché una proposición contundente aunque difícil de llevar a cabo: celebrar estos foros a puerta cerrada como los cónclaves vaticanos, sin internet, ni móviles, sin periódicos y sin caviar, con una estricta dieta de mínimos que se iría reduciendo diariamente si los confinados no llegan a acuerdos satisfactorios a corto plazo. Cuando las puertas se abran, los magros supervivientes habrán sufrido en sus propias carnes algunos de esos gravísimos problemas que afectan a millones de mortales. Así aprenderán también que la única forma de acabar con las profundas diferencias en la distribución de la riqueza no se atajan recortando a los más pobres para hacer más ricos a los más ricos. Esto podrían haberlo aprendido de Pero Grullo que es su filósofo favorito, pero no hay forma.
De la importancia que le ha dado el Gobierno español a este último Foro de Davos, da fe la calidad de nuestros representantes: el ministro Soria que tal vez trate de explicar los misterios de las facturas energéticas en España y las maldades ocultas que conlleva apostar por las energías renovables y limpias que tanto les gustan (mala señal) a los antisistema. En cuanto a las intervenciones de Ana Botella, mientras escribo estas líneas me llegan noticias de su discurso como embajadora de la ciudad de Madrid. Al parecer y según informaciones que solo ella posee en Madrid se ha generado un peculiar “ecosistema” en el que florecen los emprendedores, sonríen los autónomos y se crean miles de empresas todos los días. A ver si a la vuelta de Davos, la alcaldesa nos presenta a algunos de los protagonistas del milagro que deben ser amigos suyos y que permanecen en la clandestinidad para no alimentar envidias.
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