Castilla-La Manchada
por Luis Gracía Montero
La inmoralidad no sólo requiere pasiones. No basta sólo
con entender los impulsos del hambre, el miedo, la avaricia, el egoísmo o
la crueldad. El inmoral necesita también establecer negociaciones con
su propia conciencia y asumir una determinada filosofía de la vida.
Convivimos con nuestras debilidades o nuestros crímenes gracias a una
explicación lógica del mal. La racionalidad es tan necesaria como la
irracionalidad para obrar de manera indecente.
La literatura picaresca nos ha enseñado mil argucias frente a la ley.
El joven Lazarillo de Tormes tardó poco en aprender que el hambre es la
gran maestra de la vida. Pero su conversión en un pícaro no se debió
sólo a la necesidad de sobrevivir, sino también al desprecio de la
realidad oficial. Descubrió que los valores establecidos imperaban como
mentiras grandilocuentes en la sociedad para encubrir la injusticia.
Detrás de la nobleza y el respeto a los códigos del honor y de la
Iglesia, no había más que la basura de un mundo castigado.
La necesidad de sobrevivir no lo justifica todo. Hay gente que da su
vida por amor o por defender su dignidad ante las humillaciones y las
agresiones de un enemigo poderoso. El pícaro rompe con la legalidad
porque necesita comer, pero también porque descubre que la ley no merece
confianza, que la religión es una farsa y el honor de la nobleza un
chiste.
Hemos sufrido en España una época en la que los gobernantes y los
banqueros han dado un espectáculo que puede definirse como la picaresca
de los ricos. Se trata de una verdadera picaresca de delitos, mentiras y
argucias ridículas. Pero necesita también una filosofía. Deben tenerse
en cuenta, por supuesto, la avaricia, el egoísmo y la crueldad. Hay
mucho de estas pasiones en una política destinada a generar
desigualdades y acumular riquezas en pocas manos a través del
empobrecimiento general de la sociedad. ¿Pero cómo conviven los
poderosos con su mal? ¿Cómo justifican su proceder para soportar los
espejos de sus casas?
María Dolores de Cospedal siguió soportándose a sí misma después de
sus explicaciones sonrojantes, propias de un pícaro descubierto con las
manos en la masa, sobre los vínculos laborales y económicos “en
diferido” de su partido con el tesorero Bárcenas. ¿Cuál será su
filosofía? Supongo que la misma con la que se sienta a dirigir el PP y
el gobierno de Castilla-La Mancha, esa ética labrada que le hace asumir
con naturalidad los casos de corrupción que no pueden deberse a la
avaricia de una sola persona, sino a un modo general de mezclar las
concesiones públicas y los negocios.
Será también la filosofía con la que acepta las vinculaciones de
Ignacio López del Hierro, su marido, con Liberbank, la entidad
financiera que absorbió Caja Castilla-La Mancha y recibió más de 1806
millones de las ayudas que el Estado destinó a la recapitalización de la
Banca. El sindicato CC.OO puso una querella contra Liberbank por pagar a
López del Hierro 7.000 euros al mes en concepto de “no hacer nada”.
Picaresca: la entidad registró el contrato en 2013, pocos días antes de
que saliera a la luz el escándalo. Pero la documentación que se
encuentra ahora en la fiscalía parece demostrar que recibía el sueldo,
por lo bajinis, de forma no registrada, desde 2011.
Ya dirá el juez si hay delito. Nosotros podemos decir ahora que esta
picaresca de los negocios, los gobernantes y los bancos es una
vergüenza, un dolor que nos mancha a todos. No puede soportarse tanto
deshonor, mientras vemos que se despide a cientos de funcionarios, se
degradan la sanidad y la educación pública y se extiende la miseria
entre los ciudadanos. Si don Miguel de Cervantes hizo de La Mancha el
territorio del idioma, el PP de Cospedal ha convertido a Castilla-La
Manchada en una metáfora de España.
Podemos intuir la conversaciones de este matrimonio. La picaresca de
los ricos se basa en una filosofía antidemocrática. Mira, cariño, el
parlamento, la dignidad política y las urnas son un juego infantil, un
entretenimiento inocente. Donde de verdad se decide la historia es en
los despachos, los negocios y las conspiraciones.
Uno tiene la impresión de que, en esta lógica, las disputas
partidistas que afloran en el PP son en realidad una lucha por el
reparto geográfico de la corrupción. Y no se avergüenzan porque no lo
entienden como un proceder indecente, sino como la lógica de la historia
real, la verdad de un mundo en la que el hombre es un lobo para el
hombre y un buen negociante para su mujer y sus hijos.
Ellos y ellas son buenas personas, gente honrada, pero se comportan
con el código secreto de los mayores. No es que sean malos, es que saben
que los Reyes Magos son los padres y la democracia una mentira más del
oro, el incienso y la mirra. Mienten sin culpa, como una madre que le
dice a su hijo que si no come vendrá el hombre del saco, o como una
viuda que le explica a su hija que papá ha salido de viaje para visitar a
Dios.
Crecer es una responsabilidad de los ciudadanos. Si permiten el
deshonor y la degradación en su comunidad, aceptan la mentira como forma
de vida.
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