Consuelo Císcar, condenada por prevaricación administrativa y malversación por promocionar la obra de su hijo con fondos públicos del IVAM
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La mujer del César que quería ser musa
VALENCIA. De Consuelo Císcar Casabán se dijo durante un tiempo que fue la consellera de Cultura en la sombra. Llegó a tener tanto poder que se la incluyó en los listados de las personas más influyentes de la Comunidad Valenciana. Muy pocos se atrevían a llevarle la contraria. Muy pocos le decían que no. Y quienes lo hacían, sabían que se enfrentaban a posibles represalias. Llamadas intempestivas, insultos, Císcar no tenía reparos en manifestar su odio, en demostrar su amor. Era un volcán. Era el poder.
El Consell de Alberto Fabra, representado por la consellera de Cultura, María José Català, oficializó la marcha este viernes de una persona que llevaba en cargos institucionales desde la llegada del PP al Gobierno valenciano. Han sido pues 18 años en los que Císcar ha pasado de directora general a secretaria autonómica, y en los que, por su impulso personal, se han llegado a invertir millones de euros en actuaciones singulares de futuro tan incierto como la Ciudad de las Artes Escénicas de Sagunto, hoy clausurada.
Su llegada al IVAM se produjo nueve años después de la victoria del PP en las elecciones autonómicas, en el primer año del Gobierno de Francisco Camps. Hasta entonces había navegado por la Conselleria de Cultura, primero como directora general de Museos y posteriormente como responsable de Promoción Cultural. Durante un breve periodo de tiempo llegó a compaginar la dirección general de Promoción Cultural y Patrimonio.
Para ninguno de estos cargos Císcar atesoraba una formación profesional específica. Según consta en su biografía oficial, la de Picaña es licenciada en Empresariales y funcionaria de carrera con plaza en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Secretaria personal de Joan Lerma cuando éste era presidente de la Generalitat, Císcar ya tuvo que vivir el destierro político de su marido Rafael Blasco, que fue destituido por un presunto caso de corrupción por el que, con el tiempo, sería absuelto.
Durante esos años en los que ella y Blasco estuvieron apartados de la vida pública, Císcar contó con el apoyo de unos pocos personajes a los que siempre estuvo agradecida y a los que, en la medida de sus posibilidades, siempre apoyó. Porque si algo ha caracterizado la gestión de la que hasta este viernes era directora del IVAM, ha sido su memoria para los agravios, afrentas y favores.
LA INFLUENCIA DE RAFAEL BLASCO
Como cualquier persona ambiciosa, Císcar es muy trabajadora. De su laboriosidad hay sobrados ejemplos. Y de hecho sus amigos dicen que esa capacidad de trabajo extenuante, que agotaba a sus equipos y a las personas que la rodeaban, ha sido uno de los motivos de su relevante presencia en la vida cultural valenciana durante casi veinte años ininterrumpidos. Antiguos empleados hablan de caos egocéntrico y dicen que si ha aguantado tanto en el poder cultural valenciano no ha sido ni por sus conocimientos, ni por su tesón, sino por la influencia de su esposo, su César.
Porque la figura de Císcar no se puede entender sin su marido el ex conseller Rafael Blasco, hoy caído en desgracia por el llamado caso Blasco o caso Cooperación. En su ascenso político durante el gobierno del PP en la Generalitat ha sido fundamental su apoyo. Según un relato apócrifo, cuando Eduardo Zaplana ganó las elecciones autonómicas de 1999 con mayoría absoluta, se dirigió a Blasco, su entonces jefe de campaña y estratega, y le preguntó qué quería a cambio de su trabajo. Según este relato, Blasco le habría dicho:
-O conseller yo, o conseller mi mujer.
Zaplana decidió lo primero. Aún así, Císcar fue ascendida al puesto de secretaria autonómica de Cultura, con poderes casi se diría que plenipotenciarios. Desde la administración pública, la hasta ahora directora del IVAM se lanzó a una agresiva política de promoción institucional de la Cultura apoyándose sobre todo en los artistas plásticos y en la celebración de grandes eventos que, se dijo en su día, iban a poner a Valencia en el mapa mundial de las artes. Se decía de ella que imitaba el modelo de Carmen Alborch, quien llegó a ser ministra de Cultura con el PSOE, pero esta comparación le encolerizaba.
Con un carácter pasional y visceral, Císcar se volcó en apuestas millonarias como la Bienal de las Artes Valencia, de la cual hoy no queda nada, y que dejó en manos del peculiar publicista italiano Luigi Settembrini, un hombre que dijo que no había venido a Valencia a ganar dinero porque él ya era "rico de cuna"; los Encuentros Mundiales de las Artes, que los trabajadores de Cultura llamaban Circos Mundiales; la Ciudad de las Artes Escénicas de Sagunto; etc...
Para ello realizó agresivas campañas de captación de patrocinios visitando en persona a empresarios valencianos a los que le pedía que apoyaran sus propuestas. Con el tiempo bromeó con que algunos cuando la veían por la calle la rehuían porque siempre les pedía dinero.
A Císcar le gustaba rodearse de artistas y eran conocidas sus cenas y comidas en el popular restaurante El Canyar donde en una ocasión, en marzo de 2000, con motivo de una exposición del italiano Fabrizio Plessi, fue manteada por un grupo de críticos y artistas en un ambiente de algarabía y felicidad. "A ella le encantaba que la adulasen, que la consideraran una musa de las artes, una benefactora al estilo de los Borja", explica un antiguo colaborador. "Buscaba su Leonardo da Vinci, su Miguel Ángel, y su implicación era tal que decía de Irene Papas o de Bigas Luna que eran sus 'amigos'. A veces pienso que se lo creía", apostilla.
PASARELA DE ESTRELLAS PREVIO PAGO POR ADELANTADO
Siempre bajo el paraguas de los eventos, de su mano llegaron a Valencia la citada Papas, la espectacular producción de Luna de Las comedias bárbaras, expuso el cineasta Mike Figgis, actuó Mstislav Rostropóvich, el fotógrafo Sebastião Salgado retrató Valencia, Sydney Pollack y Peter Bogdanovich coincidieron en esta ciudad un fin de semana, David Byrne bailó al lado de las Torres de Serranos, Yoko Ono expuso en Alicante... pero también se le pagaron medio millón de euros por cinco días de trabajo en Roma a Irene Papas, o se gastó otro medio millón de euros en hacer viajar por el mundo una mediocre exposición de pintura de Vangelis.
La ambición de Císcar ha sido absoluta, y el intento de controlar su propia imagen también. Mandaba las entrevistas redactadas a los medios de comunicación y protestaba cuando no se publicaban como ella quería. Leía todos sus discursos que repartía entre los medios. Filtraba noticias y fichajes con abundancia. Y apostaba fuerte. Su tesis siempre fue que el coste real de la Cultura en los presupuestos autonómicos era ridícula, de ahí que le irritaran las críticas a los costes.
Igual que hacía con la prensa, Císcar quería controlar todos los aspectos relacionados con sus actos públicos. Entre los profesionales del mundo de la Cultura y el arte son conocidas sus listas. Cuando convocaba cualquier acto, llamaba personalmente a los creadores con los que solía trabajar para que acudieran y después repasaba quienes habían ido y quienes no. A estos últimos les llamaba para pedir explicaciones. En ocasiones comenzaba la conversación con un insulto.
–Con el catálogo que te he hecho, hijo de puta, lo menos que podías hacer es venir.
Sus salidas extemporáneas eran conocidas y hasta motivo de chascarrillo. La última grosería, la mundanidad exagerada de Consuelo, como la llaman sus amigos, eran moneda común en las conversaciones entre gestores culturales. Su llamativo peinado siempre teñido de rojo, sus ropas de Moschino y su perfume de Thierry Mugler, evidenciaban que no le gustaba pasar desapercibida.
Desde que fuera apartada al IVAM por el entonces conseller de Cultura, Esteban González Pons, su fama y poder han ido menguando a la misma velocidad que el presupuesto de su museo, que en la actualidad es el más bajo de su historia. Al mismo tiempo, su desprestigio ha ido en aumento, especialmente tras la compra de una colección de fotografías por 440.000 euros al presunto evasor de impuestos Gao Ping (compra que expresamente le dijo el entonces secretario autonómico Rafael Miró que no hiciera), su apoyo a las exposiciones internacionales del mediocre artista portugués Julio Quaresma (que tiene uno de sus domicilios en las islas Caimán, según explicaba ayer un trabajador del IVAM) y actuaciones como la adquisición de una colección de esculturas de Gerardo Rueda por 2,5 millones de euros, en una operación que nunca se acabó de explicar.
LOS QUE HAN COMIDO DE SU MANO
A pesar de ello, aún contaba con una cohorte de aduladores que la aplaudían allá por donde iba y ella decía, a quien quería escucharle, que sabía tanto de arte como muchos críticos con los que trabajaba, a los que menospreciaba porque sólo la querían por los contratos que podía ofrecerles. "Hay una cantidad de gente, de críticos, de artistas que han comido de su mano que son los culpables de esta situación", comentaba este viernes un antiguo colaborador de Císcar. "A ellos les echo la culpa porque después en privado te decían que si no estaba preparada para el cargo, que si había dicho esto o lo otro, o decían que eran comunistas o de izquierdas, pero en cuanto ella les llamaba, allí acudían todos firmes", añadía.
Ahora Císcar es historia. En quince días será prácticamente el pasado. El juicio no admite componendas, porque no hay medias tintas. Para sus detractores, Císcar ha sido una persona que ha menospreciado el arte y las manifestaciones artísticas y las ha usado únicamente como una forma de promocionarse, una advenediza que sólo quería figurar. Para sus defensores, una persona apasionada, una musa que se ha volcado en internacionalizar a los creadores valencianos y potenciar la influencia de Valencia como centro cultural internacional y a la que se trata con injusticia. No hay término medio.
En cualquier caso, ahora que ya no tiene poder, ahora que es sólo vocal del Consell Valencià de Cultura, un ente consultivo pero no vinculante, Císcar tendrá la oportunidad de comprobar quienes de verdad la aprecian, quienes de verdad la saludan... y no lo hacen porque esperen nada a cambio. Ahora ya no será la directora del IVAM, ni la secretaria autonómica de Cultura, ni la mujer de Rafael Blasco... Ahora será sólo ella.
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