lunes, 23 de agosto de 2021

Al Final del Camino | Las Libelu

  


Algún día acabaremos por descubrir que la vida es una eterna danza, sin límites; los sufis lo descubrieron en la Edad Media, más o menos. Y cuyo sentido depende del arte y la armonía de los bailarines, de su capacidad de ver en desarrollo constante. No es un baile al son que nos imponen desde fuera, se trata de descubrir el ritmo, el compás, el sonido silencioso de la energía interna, que una vez descubierta y siendo diferente en cada un@ de nostr@s, con las mismas notas combinadas en modo diverso, componen, cooperando, la misma partitura paradójicamente distinta, aportando lo nuevo, que luego bailamos a la vez en el planeta y en el Cosmos. Es la misma danza armonizada pero adaptada a cada paso en cada bailarín y bailarina, que no interpretan, sino que, asombrosamente, ¡componen, iluminan y expanden! Una sorpresa constante que descubre, crece y cuando se reconoce, al mismo tiempo, reconoce en sí misma la partitura completa que componemos tod@s. 

Por esa razón, nadie tiene que sacar a bailar a nadie, como dice esta canción de Las libelu o libelu Las, porque la música ya está sonando dentro de cada ser humano danzando con toda la humanidad, con la naturaleza y con cada estado psicoemocional, con cada pensamiento e impulso que se vuelven transparentes y ligeros al descubrirse compartidos, solo es necesario encender el equipo sonoro que espera pacientemente ser descubierto en el proceso, sin agobios ni presiones externas, aunque a veces las mismas tensiones provocan el atasco y el desbordamiento necesarios para que la oscuridad se autodisuelva en la luz, sin más efecto secundario que una armonía ya inagotable y completa en cualquier pista de baile. 

La técnica es conectar, la misma a la que responden las máquinas reproductoras de discos, pero gratis, libres de consumo y de tecnología...sin artilugios.  Autosuficiente para arreglarse cuando algo interfiere y se estropea el proceso.

Entremos en la pista de los adentros y que empiece la danza compartida y espontánea cuanto antes.  Las nubes, las abejas y los pétalos, las hojas, las flores, las gaviotas, los jilgueros, los mirlos...los viandantes, las bicis, el abuelo que cruza por el paso de cebra y el autobús que espera a que acabe de cruzar, la sombrita y la inesperada brisa que te acoge en medio de los calores aplastantes, la muchacha que acompaña a una enferma en silla de ruedas mientras la hace sonreir con sus comentarios, el chaval guineano con el perro que te abre el portal mientras te saluda, con un "buenos días, y cuídese mucho!" Todas la notas de la danza cósmica giran y evolucionan sin parar. El bien común, la cercanía fraterna que la vida regala si la queremos ver, las frutas apiladas en la puerta de los hermanos pakis, los refugiados que han salvado la vida y la libertad, llegando con cuenta gotas...pero llegando para ponernos al día de realidades atroces que seguramente sí podemos mejorar si Occicente, por fin, se acopla a la realidad que su misma cultura del desguace lleva provocando dos mil añitos como mínimo. Ains! 

El reino de los cielos en la tierra y viceversa es el fundamento de esa preciosa e infinita pista de baile. No perdamos el ritmo, ni el compás. Porque este baile nunca cansa ni agota, vamos, que lo que agota y complica todo es no bailar, se diría que ya es un descanso en sí mismo. Unas vitaminas supereficaces que siempre sientan de maravilla. Y que ni se venden ni se compran. Las fabricamos nosotr@s mism@s en las farmacias y laboratorios de la conciencia. En el conservatorio de la luz y del espíritu, de donde brota sin obstáculos ni sambenitos, el amor de verdad.


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