En este quemarropa inevitable
de un presente feroz
que escapa como puede
a golpe de noticia
de un pasado de muertos y fantasmas,
de dólmenes ardientes y cenizas
de imperios al pil-pil,
volando por los cielos disecados
de una caducidad ensimismada,
editora incansable de crónicas marcianas
y a la vez,
a pesar de su ilusa pertinacia sistémica,
un presente de títere y guiñol
incapaz de edificar futuros
donde la luz del día
impida transacciones desalmadas,
paces de quitaypón,
tratados manoslargas,
enchufes y sentencias amigables,
jurados que la tienen bien jurada,
lucros de concesión y pacotilla
aun antes del concurso o del examen...
El reino del mejunje está servido.
Que el mundo se destroce poco importa
mientras cada miseria ensimismada
disponga de unos fondos adecuados
para seguir luciendo el pedigrí
con el sello solvente de una melancolía
noticiable, selecta, de urgencia posturera,
ésa que se dedica a llorar a los muertos
que cuando estaban vivos se ignoraron
porque seguramente no eran nuestros
sino del maremagnun colectivo,
del mogollón salvaje
de castas y países muy lejanos,
y puede que enemigos,
siempre pobres, migrantes, refugiados,
a los que en el pasado, que nos hace posibles
en presente, nuestros antepasados insaciables
les quitaron la tierra, los árboles,
los bosques, las casas, las minas
y hasta el suelo
para sembrar tabaco y algodón,
café y cacao, soja en monocultivo terminator,
y palma para aceite muy barato
que además intoxica de lo lindo
en la repostería del tinglado,
más el támdem de drogas a elegir,
opio, coca y haschís
que no es precisamente un estornudo
sino la rebelión chisgarabís que aliena el mundo
y mata despacito, pero con eficacia indiscutible...
Todo ello servido por el trabajo infame
del esclavo y la esclava, el botín suculento
y criminal
de todos los imperios del Planeta,
el plasma envenenado del infierno constante
inyectado en los cuerpos y en las mentes
para impedir que nazca la conciencia,
y rellena su hueco con dioses irrisorios,
trujimanes y absurdos, al servicio del miedo
del poder, del dinero y de la inercia.
Detrás del capital que decapita
a quien no lleve impresa en el vacío
la cifra de la pasta y su performance,
aparece la guerra como punto final
de esas bondades
siempre malentendidas por los otros,
los malos de la historia,
y jamás por nostr@s,
l@s buen@s y perfect@s,
que nunca equivocamos el sendero
al final del pasillo a la derecha
y a la izquierda también,
de la buena invasión,
como última medida sanitaria
-¡y hasta heroica!-
en plan misión cumplida a tutiplén,
cuando se viene abajo el tutiplán.
de toda democracia por implante obligado
protésico-feudal. Y sus secuelas
A veces la poesía que rescata,
igual que un Open Arms de los abrazos,
es la mejor cronista de la historia
porque no tiene pelos en las teclas
y no le debe nada a quien maneja
el cuento puntual de la memoria
para darle la vuelta a las palabras.
¿Será que la memoria del poeta
inmersa en universos disconformes,
fundida con la noche y con el alba,
encontrada y perdida libremente
en el ser que respira en cada verso,
solo atina a escribir con la tinta del alma
y la mano incansable del espíritu
en el bloc de bitácora
que llamamos conciencia?
A ver si va a ser eso...
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