Según nos informan en medio de la locura energética, las tarifas por las nubes y la asfixia climática, relacionada obviamente con nuestra forma de vivir, las grandes empresas proveedoras y especuladoras, con demasiada energía eléctrica y paradójicamente con muy pocas luces, se están dedicando a vaciar los pantanos que nos proporcionan el agua que consumimos, además de mover las máquinas generadoras de electricidad, con la que atender a las necesidades vitales, como hidratarnos, poder lavarnos, asear la casa y el medio ambiente, limpiar y regar las plantas que necesitamos para comer y cuidar a los animales que los carnívoros devoran como si no hubiese mañana incrementando el Carbono atmosférico a lo bestia con la misma finalidad: forrarse, (en eso van a tope, porque ese mañana cada vez está más imposible en este plan finiquto a lo bestia, sin simular ni diferir), mientras los gobiernos se van de vacaciones a la inopia permanente que les espera con los brazos abiertos para que lampedusianamente, todo parezca que cambia para que todo siga igual. Qué coincidencias tan curiosas, ¿verdad?.
Primero, tras pitorrearse de quienes avisan y procuran alertar acerca de la hecatombe climática y su génesis más que humana, depredadora a saco y más torpe y desastrosa que un pacto entre Vox y el PP, nos amenazan con olas de calor terrible, por lo menos unos cuantos días antes de que suban las temperaturas. La gente se horroriza -sin recordar que lo normal en verano es que las temperaturas suban y que haga calor- pero en cuanto la cosa pasa de 25 grados en agosto, les da un ataque de pánico y enchufan a la vez todos los acondicionadores de aire, en ciudades, pueblos y aldeas, coches, autobuses, trenes, aviones, y seguro que hasta en los drones, para que no se agobien mientras hacen su faena. Cada casa medianamente integrada comodioshmanda en el sistem in failure, dispone de uno o dos aparatejos refrescantes instalados en sus ventanas y terrazas, con los que disfrutar en privado de temperaturas propias del verano noruego o islandés, mientras el dominio público del exterior sube hasta más de cuarenta grados convirtiendo las calles en un infierno insoportable. No se puede salir ni a la compra a partir de las 11 de la mañana. La calle arde. Las puertas y ventanas con marcos metálicos queman. El asfalto jadea y resopla fuego a discreción, pero eso,sí, en el supermercado, solo faltan pingüinos para convencernos de que aquello es el Polo Sur, o focas celebrando las fallas, como en el Polo Norte. Cuando se sale del súper, el schock ya en la misma puerta es un trauma total, para la respiración, la piel y el cuerpo entero, para los bebés en las sillitas o los mayores con reuma, o con bronquitis crónica de fumadores impenitentes que tosen a la vez como manifestantes en protesta del inconsciente colectivo, agredido y aplastado por el establishment del aquí te pillo, aquí te atrapo y te exploto hasta el final de los tiempos.
Los termómetros de temperaturas callejeras marcan 40, 42, 45 grados, dependiendo de la hora que sea. Toda la calle es un zumbido general -qué digo, por lo menos, capitán general!-, de electricidades terminales. Un zumbido obsceno, autómata, que gotea desde las alturas, un agua calentuja, como lágrimas desesperadas pero al mismo tiempo con un lamento de resignación, mientras en nuestros cuerpos se establece una batalla entre virus, vacunas, aerosoles, mascarillas, olas de nicotina y toda esa fenomenología, -sin Husserl, claro,- se expande sin trabas ni barreras. En plan ayusístico, totalmente, haciendo lo que le da la gana...Unas veces el zumbido se parece al "dies irae" del Requiem de Dvorak y otras al runrrún del Bombero Torero, que desfilaba por las calles veraniegas de mi infancia, animando al espectáculo, allá por los años 50 del siglo pasado, sudando la gota gorda y animando al personal.
Y entonces me pregunto, sin poderlo remediar, ¿qué pasaría si en vez de asustarnos por anticipado con las amenazas mediáticas de Meteosat, considerásemos que pasar de 25 o 30 grados de temperatura es lo normal del estío y en vez de derrochar a lo bestia electricidad poniendo el aire acondicionado a temperaturas que hasta sin cambio climático serían disparatadas en ciertas latitudes, incluso antes de comprobar si es necesaria esa refrigeración enloquecida, friendo al prójimo en las calles para estar fresquitos en casa, usásemos el abanico y en casos agudos y delicados de salud, el ventilador.
Millones de aparatos acondicionadores de aire enchufados a la vez por todo el territorio español, italiano, griego, turco, francés, tunecino, marroquí, eslavo, israelí, egipcio, soplando fuego al rededor del Mediterráneo, lo normal es que produzcan veranos como éste, y unidos a todo el resto del mundo, con sus variables estacionales, que turnan los ciclos del clima -cuando para nosotros es verano, para ellos es invierno y viceversa- para qué más cambio climático acunando los detritus in crescendo exponencial , mientras su rurrún calentito va compensando las pasadas de rosca que nos llevan en invierno a ir en manga corta por casa con la calefacción a tope calentando el Planeta igualmente por encima de sus posibilidades de recuperación -y achicharrando de paso los pulmones vegetales de la Tierra en plan Bolsonaro fashion y monocultivos forring- y en verano a ponernos una mantita para ver la tele en el sofá que compense el exceso de frescor casero, mientras escuchamos a la expertología televisiva (caja boba fashion) explicar lo incomprensible, chiflado y sorprendente de un tiempo loquísimo; tan loco en los datos como para informar en plena pandemia de se ha ha padecido un subidón de 850 contagios Covid, en un pueblo conquense de 700 habitantes; todo loco, loquísimo y sin caer en la cuenta de que tal vez ese tiempo caótico y desmadrado sea el producto interior y exterior brutísimo de una especie terrícola incapaz de gestionar sus cualidades lo mejor posible, como de reconocer y corregir sus peores defectos para evolucionar adecuadamente, explotando al revés la verdadera riqueza gestora y canalizadora de la que dispone, como imbéciles egocéntricos y trastronados, solo para forrarse y disfrutar destrozando la única casa disponible en el sistema solar que el cosmos nos ha concedido temporalmente y no en propiedad, para que crezcamos y progresemos adecuadamente, en la misma Naturaleza y con las demás especies, no para hacernos/las puré, Planeta incluido.
Lo peor que podía pasarnos es haber elegido "libremente" que nuestra inteligencia humana funcione como plagas de insectos a la greña, destrozando lo que pillan con tal de devorarlo cuanto antes a fondo perdido, y con esa vocación destroyer que se valora, para colmo,como muestra de inteligencia y de dominio de la ciencia, dejar el Planeta más hermoso y completo del Sistema Solar, y seguramente de gran parte de la Galaxia, hecho una ruina. Como seguramente esta especie demoledora, cegata y soberbia hasta el suicidio, -según los estudios y hallazgos que se han ido encontrando a lo largo de los siglos- ya hizo con Marte en su momento. Y vete a saber si no se habrán ido cargando todo el biós del sistema solar, y ya sea la Tierra the last of de mohicans que resiste, cada vez en peor estado, of course!
Es muy posible, que, como cantan Las Libelu, ellos también necesitasen un "pianeta da sporcare". Por eso aterrizaron aquí y con el sambenito de Atlantes exportados y tecnólogos vocacionales del esperpento planetario, se han vuelto a equivocar, no contentos con haber patrocinado el hundimiento de su propio continente y lo que se dio en llamar "el diluvio universal", han repetido la misma historia, porque no la corrigieron, la ocultaron, camuflada de misterios, con un bochinche tremendo de dioses, demonios y monstruos servidos a domicilio por el Amazon de la bulimia insaciable que produce el poder de todo tipo, derivando en leyendas sin pies ni cabeza, para despistar y que nadie, como en el cuento del rey desnudo, descubriese y explicase la simple realidad, es más, cuando alguien ha intentado hacerlo, se le ha perseguido, condenado, matado y hasta vuelto del revés sus enseñanzas, dando lugar a lo que ahora tenemos encima después de milenios confundiendo la velocidad con el tocino. Debe ser eso. No tiene otra explicación antropológicamente creíble con un mínimo de coherencia.
Ains!
No hay comentarios:
Publicar un comentario