Es urgente hacer pública la preocupación mayoritaria de los y las valencianas ante la determinación política de los gestores ad hoc, de celebrar las Fallas a toda costa con los mismos ingredientes de siempre, dentro de unas tres semanas -incluida la cada vez más insostenible cremá- estando como está no solo la pandemia, sino sobre todo el Planeta que nos acoge. Las fallas no pueden convertirse en un chantaje de los negocios valencianos típicos de la terreta. Nuestras celebraciones no pueden convertirse en un atentado medioambiental, agrediendo el derecho a respirar un aire lo menos tóxico posible, precisamente en mitad de una pandemia que ataca a tope el aparato respiratorio, haciendo imprescindible aparatos respiradores en los hospitales y en los hogares de muchos convalecientes.
Además de desarrollar el trellat, que tanto valora y demuestra el President Puig, hay que ser más creativas e imaginativos a la hora de innovar, sobre todo cuando ya se trata, planetariamente, de innovarse o petar, como es la actual encrucijada global. Lo primero nunca puede ser la juerga y el parné antes que la salud y la vida de los propios juerguistas, porque con ellos hospitalizados y muriendo como chinches, no tiene ningún sentido querer celebrar la cremación de la inteligencia y del propio sentido común, que como el valor a los militares, se debe suponer a los gestores políticos de la sociedad.
No es momento ni tiempo para fallas. El Planeta ya no puede más. Y el País Valencià debe ya mismo ponerse las pilas del cambio tan inapelable como urgente para sobrevivir en condiciones medianamente soportables. Las Fallas, tal y como las conocemos, deben empezar ya a ser virtuales. A ser una bonita historia del pasado. El presente y el futuro no pueden ya soportar el peso bioclimático de esa herencia entrañable y demoledora. Hay que ir superando la pirofilia tradicional y sustituirla, por ejemplo, por pantallas que proyecten en las zonas falleras la historia del festejo, las tradiciones y al mismo tiempo que expliquen durante cada proyección los porqués implacables del cambio. O fallas o salud. Los monumentos falleros, para más inri, son fatales una vez quemados, ya con madera sería un atentado medioambiental duro de pelar, pero es que ahora esos monumentos se hacen de materias contaminantes, poliuretanos, polietilenos, parafinas, plásticos, pinturas y barnices, toxicidades múltiples cuyos restos crematorios permanecen en la atmósfera sine die, en la tierra, en la vegetación y en el agua que bebemos en el aire que nos rodea y respiramos como podemos, durante semanas y meses, posteriores al sindiós fallero. Se acumulan en las alturas e infectan las nubes que luego nos llueven encima todo el mogollón.
¿Cómo se evitarán los aluviones en masa en cada mascletá y ocurrencia pirotécnica, a golpe de porra policiaca, de multa impagable, de detenciones, palizas y desmadre, e infiltraciones de la fachidiestra animando el ambiente "haciéndose oir"? ¿Cómo hacer inteligente la locura que produce respirar el humo de la pólvora concentrado en cada mascletá?
¿No sería más sano, celebrar las fallas con danzas y música, con lecturas públicas de poesía al carrer, conciertos de sus bandas de música geniales, teatro en las plazas, donde ahora se instalan los monumentos crematorios?
Ya no es tiempo de achicharrar lo que ya se está achicharrando "normalmente" como consecuencia de nuestra forma de vivir , completamente de espaldas a la responsabilidad del cohabitar unos espacios y un planeta que no es de nuestra propiedad privada nacional o regional, central o periférica.
Que la 'carcundia entranyable' valenciana se haga a la idea lo antes posible de que si las hachas de sílex y el martillo pilón se han sustituido por el taladro eléctrico, y los carros tirados por mulas, bueyes y asnos, por las furgonetas y tractores (que también pueden funcionar con energías alternativas), las Fallas deben hacer lo mismo, y esta vez no es por comodidad operativa y molona, sino por supervivencia. O fallas o sostenibilidad.
Hay mil maneras de seguir celebrando la vida, ¡la-vi-da!, o sea el fundamento de la existencia. Y desde luego, infectarla, envenenarla y cargársela a base de festejos y barbarie, por muy tradicional y legítimo que pueda parecer no deja en pie nada que celebrar en plan kamikaze. La primera legitimidad es el derecho a una vida en la que se pueda respirar lo mejor posible para estar vivos y no secuestrados por los efectos de nuestras locuras seculares, convertidas en tradiciones ya insostenibles.
Si ya no hay carpinteros artesanos que celebren(¡?) a San José quemando modestamente restos de maderas viejas, serrín y astillas, ¿qué sentido tiene dejar la atmósfera para el arrastre y obligando a gran parte de la ciudadanía a marcharse de València durante la semana fallera? ¿Tiene algún sentido seguir haciendo las mismas hogueras durante cinco siglos, pero cada vez más grandes e invasoras de espacios públicos, quemando tóxicos, agrediendo todos los espacios urbanos con unas pirotecnias invasivas con el estruendo a cualquier hora, empezando por el propio Ayuntamiento, enganchando en los balcones privados sin pedir permiso, las luces del tinglado fallero, hasta el punto de que a media noche un viento repentino y huracanado arranque la iluminación y hasta la barandilla de la terraza utilizada para sostenerla atada y bien atada, con el peligro total de dejarla colgando en el vacío sobre la acera, hasta que llegaron los bomberos y lo consiguieron arreglar...Eso pasó en casa de mi amiga María, en la calle Puerto Rico, barrio de Ruzafa, en el corazón de València. Donde se inauguraba la juerga en el casal fallero correspondiente, con el invento lumínico de la temporada: un empastre precioso de bombillas en formas alucinantes, más pesado aun que los hierros de la barandilla donde lo colgaron sin pensarlo dos veces y que como consecuencia arrancaron de cuajo. Un detalle que ni los técnicos instaladores ni los gerentes del casal tuvieron en cuenta, seguramente emocionados por las prisas en ganar el premio municipal al mejor montaje del convoy. Ains!
Por no hablar de enfermos que se mueren solos encerrados en sus casas durante las encantadoras Fallas, como pasó en Joaquín Costa, mi antigua calle, porque ni el médico de urgencias ni la ambulancia pudieron llegar con tiempo suficiente para lograr hacerse paso entre los ninots y las carpas apalancadas en medio de las esquinas y las calles que imposibilitan absolutamente la circulación y mucho más en casos urgentes de vida o muerte. ¿Qué decir de los bebés recién nacidos en pleno fregado fallero-follonero, como mi hijo Pablo, nacido un 5 de marzo? sometidos al estruendo monstruoso.,dando respingos constantes y llorando desesperadamente durante horas porque ni de noche no de día hay un poco de calma para dormir. Menuda experiencia para inaugurar la vida de nadie, xd!
La inteligencia no es solo una función mecánica para sacar individual y/o empresarialmente beneficios financieros y económicos de las situaciones y oportunidades, eso es simple mécanica de insectos en modo plaga, la verdadera inteligencia siempre va unida a la conciencia que une causas y efectos y a la responsabilidad gozosa y serena de ser justos y estar sanos no solo de cuerpo, también de alma y mente; es sobre todo la capacidad para crear el bien común que sin banalizar nada ni maltratar a nadie, beneficia a todos y todas sin perjudicar ni arruinar en ningún sentido, sino incrementando el empeño y el impulso más necesario y eficaz, sensato, que facilite a la humanidad su tránsito por el Planeta Tierra con los mínimos efectos secundarios posibles mediante la pedagogía tangible y transformadora del propio ejemplo, y con las ayudas más urgentes en funciones. Solo se trata de eso.
Estoy segura de que más de la mitad de l@s valencian@s comparten estas experiencias y reflexiones inevitables porque ya somos demasiada gente aguantando el disparate y huyendo de él cada vez que llega. ¿Como podrán soportarlo los sin techo, los sin recursos para pillar un tren y largarse del infierno en el que solo quienes tienen un casal fallero y pasta para pagarse la fiestas y cogorzas en la carpa se lo pasan pipa?
¡Amunt Valéncia! sí, però cap d'avant, no cap d'arrere, germans y germanes falleres i fallers. El masclisme també ès molt faller.
Me parece justo hacer propuestas dignas, participativas y sanas que sustituyan lo ya insostenible. Por ejemplo, ¿qué tal si los casales falleros invitan a sus soci@s a limpiar y plantar árboles en los espacios quemados por el fuego, o con la cooperación de los casales del barrio, montar comedores sociales para que nadie pase hambre en el País Valencià, o convertirse en red comunicadora interbarris, de búsqueda y oferta de empleos, establecer espacios de acogida y orientación integradora para emigrantes, ahora mismo ahí están nuestr@s herman@s escapando de Afganistán... es decir gastar en el bien común lo que se puede ahorrar en achicharrar la atmósfera como si las vacunas hubiesen conseguido eliminar el Covid y este mundo no fuese el Wonderland del despilfarro y la hecatombe subsiguiente?
Hay recursos, hay buena gente y hay espacios al aire libre, jardines y plazas a nuestra disposición. Tenemos un gobierno decente que nos ayudará en todo lo bueno que intentemos hacer, así que ánimo y que empiece nuestro cambio cuanto antes, para bien no solo de València, sino del mundo entero, porque todo lo que hacemos aunque sea en privado tiene una réplica en muchos lugares, aunque nunca lo imaginemos, nada está separado en el universo inteligente y psicoespiritual. Lo descubriréis en cuanto lo practiquéis.
Ah, y finalmente un apunte: nunca podrá compararse en felicidad, alegría y calidad de vida lo que aporta el amor fraterno expresado en la compasión y acogida de nuestra familia planetaria, en vez de aplastar su energía con el derroche, el estruendo y la vacuidad de las cenizas , más el vacío como resultado final de la inversión de recursos magníficos orientada al revés.
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