Leandro y sus hermanos, los lobos y 1.200 ovejas👍👍👍👍👍👏👏👏👏👏👏🙏🙏🙏🙏🙏🤗🤗🤗🤗🤗🥰🥰🥰🥰🥰
Público
En nuestros viajes de fin de agosto, hoy volvemos a la España Vaciada, a Valdivielso, en la comarca de Las Merindades, tierra noble y sin dobleces, como su gente, del norte de Burgos. Pasamos el día con Leandro y su familia, sus 1.200 ovejas y su defensa –profunda y con conocimiento de causa y consecuencias– del mundo rural, en el que incluye, por derecho propio, al lobo. Leandro Valle Peña, de 56 años, es uno de los protagonistas del Proyecto ‘Vivir con Lobos’, de Ecologistas en Acción en Castilla y León, que desde 2018 difunde medidas para la coexistencia de la ganadería extensiva y los lobos.
Quedamos en Valdenoceda y de allí nos trasladamos a El Almiñé y Quintana, otras dos poblaciones del Valle de Valdivielso, donde vamos a pasar este día de finales de agosto con Leandro, sus 14 perros –9 mastines– y su rebaño de 1.200 ovejas. Es tierra de bosques de encinas, de cereales y de frutales –y aunque siempre tuvo fama la fruta de Valdivielso, cada vez son más las fincas de cereales y menos las huertas y los frutales–. Como es norma general en la España Interior, el municipio de Merindad de Valdivielso ha visto muy mermada su población. Si comenzó el siglo XX con 4.000 habitantes, en los años 60 se quedó con 2.000, en los años 90 descendió a los 600 y ahora no llega a los 400, repartidos en 14 pueblos.
En el barrio de Santa Lucía, de El Almiñé, me esperan Leandro, sus tres hermanos –Carlos, Roberto y Ángel Mari– y su padre, Leandro, de 80 años, que ha sido pastor de ovejas durante 58 años. Y ahí, mientras las ovejas comen el rastrojo del cereal tras la cosecha de agosto y los perros se tumban a la bartola en la sombra de las encinas, Leandro nos habla de la vida, del campo, de su tierra –que no cambia por nada– y de su historia. Tras desplazarse de un lado a otro de España como restaurador de piedra y madera , hace 12 años decidió cambiar. Su padre se jubilaba y les dejaba un rebaño de 237 ovejas. Y Leandro optó por regresar al pueblo y hacerse y ser ganadero y pastor; por volver a sentir cada mañana el aire de Valdivielso. Otro hermano que vivía en la ciudad cercana de Villarcayo también decidió dejar su trabajo en una gestoría y unirse al proyecto, junto a sus otros dos hermanos –todos varones, todos solteros– que vivían en Quintana de Valdivielso. Y ahora forman un gran equipo, una gran familia en defensa de lo rural auténtico, lo rural profesionalizado, no lo rural de postureo ni lo neo-rural –que a veces confunde tanto–,viviendo en un gran caserón junto a su padre y su madre, Inés.
Leandro habla siempre en plural, y en ese plural mete a sus hermanos, a las ovejas y a los perros. Porque todos son ese equipo y gran familia que decimos. Y en ese apostar por la vida y el trabajo en el campo, Leandro ha optado también por ir de frente y decir la verdad, lo que también le ha valido más de un disgusto (que porque defendamos los valores y el futuro de la España Vacía, tampoco podemos caer en pensar que todo en ese ámbito es idílico).
Su gran batalla –y por lo que se ha hecho conocido en toda Castilla– es la defensa acérrima del lobo, que tiene en este valle uno de sus lugares predilectos de paso desde la Sierra de la Demanda hacia la Montaña Palentina. “Lo primero que nos ha aportado el lobo”, me cuenta Leandro, “es que nos ha hecho cambiar el modelo de gestión del ganado hacia el concepto de bienestar animal. Para empezar, a nuestro padre todos los años los lobos le mataban ovejas, algunos años hasta decenas, han sido cientos a lo largo de su vida; a nosotros, en estos 12 años, ninguna. Eran otros tiempos. Pero ahora sabemos lo que hay que hacer. Conocemos las medidas. Y hemos cambiado, cuidamos las ovejas, las pastoreamos. Tenemos perros mastines que las cuidan y que ahuyentan al lobo. Porque no las dejamos a su aire en el monte y vamos a verlas una vez cada 15 días, como hacen otros. Es que hay que ser ganaderos. No ganaeuros, como hay muchos: ellos en el bar y las ovejas en el monte. Hay que ser ganaderos y pastores. Si decides dedicarte a esto, te tienes que dedicar a esto, y ser profesional, como en cualquier otro trabajo; no solo propietario de animales o propietario de terrenos”.
Me explica Leandro que su modelo de gestión es de ganadería extensiva, que las ovejas están todo el día en el campo y en el monte, pero cuidadas, vigiladas, alternándose los hermanos en las tareas, moviéndose de unos espacios a otros según las estaciones, practicando la trashumancia local, sabiendo aprovechar lo recursos naturales de la zona, “lo que nos dan los montes”, y solo estabuladas algunos meses de los inviernos más fríos, “que, por cierto, con el cambio climático, otra verdad como un puño, últimamente no ha sido ninguno”.
El complemento a eso que les dan los montes –cebada, alfalfa y forraje– procede de sus propias fincas. “Y así hemos conseguido que la alimentación suponga solo el 10% de los costes de toda la explotación. Y en 10 años, por ese concepto de bienestar animal, de que las ovejas están tranquilas, cuidadas y a gusto, hemos incrementado la rentabilidad en un 60%”. Eso traducido quiere decir que ahora las ovejas paren cada ocho meses, y en el 80% son partos dobles, de dos corderitos, que luego venden a carnicerías de la capital burgalesa con el sello IGP (Indicación Geográfica Protegida) (la leche no la comercializan).
“El lobo nos ha dado la lección de que tenemos que cuidar del ganado. Además, el lobo mantiene sana la fauna salvaje, se encarga de limpiar los excedentes o los ejemplares más dañados, y así pone control, por ejemplo, a las epidemias de sarna de los corzos, que se pueden pasar fácilmente al ganado”.
Y en este punto, Leandro une en la explicación lobos y molinos, ya que los aerogeneradores se han convertido ahora en su nuevo gran frente de batalla. La gente de Valdivielso sabe de esto, porque en sus horizontes, en Peñas Altas, están algunos de los primeros aerogeneradores colocados en Castilla y León, y han comprobado que ni han traído riqueza ni servicios ni población al valle. “Todo lo contrario”, apunta Leandro. “Mira, a mí me han matado más ovejas los aerogeneradores que los lobos”.
Enarco las cejas y abro los ojos. Enseguida me da la explicación: “Cuando montaron esos molinos hace 20 años, que a ver ahora, cuando termine su vida útil, si es verdad que los desmantelan, el movimiento de tierras que supuso su instalación removió el carbunco, lo que generó la infección del ganado, y más de 30 ovejas tuvieron que ser sacrificadas”.
Por eso esta tierra sin aspavientos mira ahora con mucho recelo la avalancha de molinos de viento que sobrevuelan en la zona para beneficio de grandes empresas energéticas y en perjuicio de esta comarca de Las Merindades, como de muchas otras en toda la franja norte de la Península; gigantes más que molinos que la familia Valle Peña cree que no traerán nada a la España Vacía a cambio de despojarles ahora hasta de todos los horizontes, incluso de los psicológicos y sentimentales.
Detrás, un magnífico encinar. Al frente, al fondo, el mejor ejemplo de románico de las Merindades, la ermita de San Pedro de Tejada, en Puente-Arenas.
Y hablando de horizontes nublados, al final del día recapitulamos. Leandro y sus hermanos disfrutan con lo que hacen, dicen que se vive bien con lo que tienen, pero no son muy optimistas respecto al futuro de este tipo de ganadería extensiva ni a la pervivencia de los pueblos en armonía con… con los lobos, con los molinos, con las ciudades….
Termina así Leandro Valle Peña: “Hay que profesionalizar el sector y regularlo, y apoyarlo de verdad desde las Administraciones. Las comunidades autónomas se lo deben tomar en serio, legislar para apoyar la agricultura y la ganadería extensivas, empezando por los perros pastores, ahora considerados mascotas cuando son otra cosa muy distinta, y siguiendo por el oficio de pastor. Pero no, es muy fácil echarle la culpa de todo al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos. Quizá es que haya muchos intereses en la ganadería industrializada y en el negocio de la caza del lobo, quizá sea que los gestores de montes en la Junta de Castilla y León siguen con el espíritu repoblador y de aprovechamiento a corto plazo del ICONA franquista, quizá sea que los sindicatos agrarios y ganaderos ni sean sindicatos ni agricultores ni ganaderos sino gestores de cotos de caza, y que no se quiera dar salida a esto, que por eso ni siquiera se sienten a hablar. Pero si ni siquiera tenemos un censo fiable de cuántos lobos hay desde hace más de 20 años… Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura y ganadería en extensivo… o nos la pegamos…, y nos tiramos todos por el barranco, como le pasó a aquel rebaño de mi padre que, ante la llegada del lobo, las ovejas, asustadas, decidieron tirarse peña abajo”.
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