Ojalá no perdamos como especie el tren de la Vida, ojalá consigamos subir a él antes de que se largue para no volver, dejando en el suelo los equipajes de lo peor que hemos considerado durante milenios, algo estupendo hasta que se nos han caído encima, se han roto, desparramando por todas partes los contenidos ya inutilizados.
Nuestro
viaje es infinito, pero para poderlo realizar tenemos que sacar el
billete del espíritu. Ese billete no se saca con dinero ni con juegos
sucios, ni con disfraces, ni enchufes, ni con trampas, ni con mentiras,
ni con amenazas ni persecuciones camufladas hasta de "amor" en falsete
cantarín. Ojalá, ojalá, logremos el pasaporte de la verdad y de la
transparencia, de la humildad y la paz, para que nuestro billete nos
permita el transporte hacia la Luz serena del amor infinito, universal,
que ya no necesita emparejarse con lo perecedero, de espejismo en
espejismo, ni andar saltando a la comba de los egos que van y vienen
entre fantasmas ilusorios.
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