Malas noticias
A partir de este s谩bado los espa帽oles podr谩n prescindir del uso de mascarillas en sitios abiertos. Una desgracia para quienes descubrimos en ellas la oportunidad de reafirmar nuestro patriotismo estamp谩ndoles una bandera en el lateral (preferiblemente el derecho). Ahora, los aut茅nticos patriotas no vamos a saber c贸mo reconocernos por culpa de un nuevo bandazo del Gobierno que nos obliga, pr谩cticamente, a pasar a la clandestinidad.
La mascarilla con la bandera espa帽ola era el DNI de los patriotas, nuestro saludo de Star Trek. Bastaba echar un vistazo a la mejilla del otro para tener la seguridad de que quien la llevaba era uno de los nuestros. Y si, por casualidad, esa persona hab铆a elegido el color caqui de fondo, pod铆as apostar a que adem谩s era aficionado a los himnos antiguos y las playlists de la Legi贸n. Tengo un amigo dalt贸nico sin ning煤n inter茅s por la pol铆tica que por culpa de la mascarilla ha acabado de concejal de Vox.
La mascarilla serv铆a de gu铆a en tus relaciones con extra帽os. Cruzarte en la calle con alguien que llevaba en ella la bandera te permit铆a suponer que compart铆ais un ideal, una visi贸n del mundo, unos valores que iban desde el “¡Gibraltar espa帽ol!” a la certeza cient铆fica de que hay dos formas de hacer frente a un virus: una de izquierdas y la correcta, la de derechas.
La primera, una concepci贸n cobarde de la medicina que ante una simple febr铆cula gripal advierte al doctor: “No prolongue mi vida innecesariamente. Si paso de los treinta y ocho apl铆queme la eutanasia”. La otra, m谩s arrojada y varonil, que 煤nicamente considera ensa帽amiento m茅dico la prescripci贸n de supositorios.
¿Estoy diciendo que todo aquel que llevaba impresa la ense帽a nacional en la mascarilla pertenece, como yo, a la derecha radical? No. Desgraciadamente, no todos han entendido el compromiso que conlleva portar una bandera. Pero era m谩s f谩cil imaginar ciertas complicidades con algunos de los que la luc铆an. Como, por ejemplo, el convencimiento de que su verdadera utilidad no es reunir en torno a un s铆mbolo a un grupo humano sino, m谩s bien, unirlo en contra de otro. Quienes somos expertos en banderas sabemos que, en realidad, la tela es solo una forma de adornar el palo, que es lo verdaderamente importante. Si lo llevas sin adorno se te ven un poco las intenciones.
Una multitud de gente blandiendo palos, ya sea en una concentraci贸n en la plaza de Col贸n o en la celebraci贸n de la Diada, dar铆a pistas a las autoridades de lo que nos apetece hacer con quienes nos llevan la contraria.
Personalmente, soy muy partidario de la guerra de banderas porque es la 煤nica forma de que dos hombres puedan partirse la cara por diferencias crom谩ticas sin que se dude de su virilidad. El equivalente hetero a Karl Lagerfeld y John Galiano llegando a las manos por un rojo valentino.
Desafortunadamente, las guerras de banderas solo tienen un ganador: una empresa china. Por lo general, radicada en Yiwu. Es en esa ciudad del este del pa铆s donde se fabrican la mayor铆a de las banderas espa帽olas, esteladas o republicanas que luego, por un m贸dico precio, lucen enfrentados quienes las exhiben. All铆 podemos imaginarlas antes de su env铆o a Espa帽a, apiladas todas juntas en un almac茅n de alg煤n pol铆gono industrial, descansando en aparente concordia mientras se odian en secreto.
En la c谩mara de comercio de Yiwu siguen atentamente el devenir de la pol铆tica espa帽ola porque saben que su econom铆a depende de las fluctuaciones del mercado ideol贸gico espa帽ol. Cada vez que Losa D铆ez o Glabiel Lufian –en la pronunciaci贸n aut贸ctona– publican un tuit, un gerente chino levanta el tel茅fono y pide nuevas remesas de tejidos. Por su parte, las escuelas de negocios de la ciudad ense帽an a los futuros empresarios que solo hay una cosa que guste m谩s a un espa帽ol que comprar una bandera para manifestar su apego a una causa: que se la den gratis.
Las banderas han sido siempre mi pasi贸n. Antes de hacerme de derechas, so帽aba con ir a una final de Roland Garros y agitar como un loco una republicana al tiempo que gritaba “¡Vamos Rafa!”. Me parec铆a una buena forma de poner a prueba su concentraci贸n. Si no lo hice fue por respeto a la memoria de Aza帽a. 脡l era m谩s de Wimbledon.
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