Compasi贸n
El sentimiento de tristeza que produce el padecimiento de alguien, que impulsa a aliviar su dolor, a remediarlo o a evitarlo, se denomina compasi贸n. Hay otra emoci贸n que es la que lleva a interesarse por los dem谩s y desear ayudarles, sobre todo si est谩n muy necesitados. Se llama caridad. Ocurre que, en ocasiones, la caridad se mercantiliza y se convierte en moneda de cambio para conseguir bienes mayores, como la salvaci贸n en el caso de determinadas religiones o una repercusi贸n en la imagen personal. Por supuesto, hay muchas personas verdaderamente caritativas que sostienen a gran n煤mero de ciudadanos en situaci贸n precaria y que hacen realidad aquel mandato b铆blico que reza: "No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha". Se trata de no jactarse de las buenas obras ni enrostr谩rselas a nadie en b煤squeda de favores. La verdadera caridad no espera recompensa, pues precisamente proviene de la compasi贸n. Estos son, entonces, dos elementos genuinos de lo mejor del ser humano, la caridad, en el puro significado de amor, y la compasi贸n, que proviene de la empat铆a.
Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que de compasi贸n estamos muy necesitados en la sociedad actual, en la espa帽ola y en la internacional. Sin esta emoci贸n que lleva a que nos pongamos en la piel del otro (mi patria es el otro) no ser铆a posible la solidaridad, y la justicia se convertir铆a en una c谩scara de nuez vac铆a, ya que la aplicaci贸n elemental del Derecho, sin alma, convierte en un mero tecnicismo la acci贸n de los jueces, un simple enumerado de art铆culos y normas deslavazadas, interpretadas seg煤n el sesgo ideol贸gico de unos u otros, y aplicadas atendiendo m谩s a la oportunidad que al bien general de la ciudadan铆a.
Soy incapaz de seguir las sesiones de control parlamentario, donde se comprueba la ramploner铆a de un grupo de pol铆ticos sin liderazgo moral alguno, que se conducen a golpe de impulsos, de insultos y descalificaciones mutuas y olvidan la raz贸n por la que est谩n ah铆. No son compasivos, ni siquiera se plantean la defensa de los intereses de quienes representan, sino los propios. Mientras tanto, leo en la prensa asuntos que me estremecen y me hacen sufrir (por doler me duele hasta el aliento) y que deber铆an dar pie a una reacci贸n multitudinaria: en Espa帽a las noticias de la aparici贸n del cad谩ver de una de las peque帽as a las que su padre presuntamente secuestr贸 y asesin贸 en Tenerife o la de la menor de 17 a帽os y madre de un ni帽o de cuatro meses, muerta y descuartizada a manos de su pareja, que deber铆an levantar las conciencias de todos aquellos que todav铆a denostan la lucha contra la violencia machista y patriarcal y que, sin embargo, sabemos que no pasar谩n de ser una an茅cdota que desaparecer谩 el domingo gracias a la manifestaci贸n en la madrile帽a plaza de Col贸n contra los previsibles indultos del proc茅s que ocupar谩 toda nuestra atenci贸n. La referencia a los desahucios se va convirtiendo en un mantra en el que solo las cifras importan, y no las ilusiones y esperanzas rotas por los desalojos, como si la vivienda no fuera un derecho humano. En un Estado europeo como el nuestro, que se autodefine como democr谩tico y "social" de Derecho, debiera estar prohibido todo desalojo sin soluci贸n habitacional. Lo contrario es producir en masa miles de vidas truncadas. Lo propio acontece con los muertos y enfermos por la pandemia, que se han convertido en simples datos estad铆sticos de un parte cotidiano en el telediario. En el mundo aparecen como en una panor谩mica noticias perturbadoras. Solo esta semana tenemos asesinatos a sangre fr铆a en Afganist谩n; una mujer salvadore帽a sale de prisi贸n tras una condena de 30 a帽os por abortar de forma natural; en Honduras la ONU pide garant铆as de independencia judicial en el proceso contra los presuntos responsables del asesinato de la activista ind铆gena Berta C谩ceres; han quemado a un joven homosexual en M茅xico tras torturarlo por revelar que padec铆a VIH… Frente a esto, ¿nos escandalizamos? ¿Nos preguntamos por un momento qu茅 historias se esconden detr谩s de cada una de esas v铆ctimas? La respuesta es tan dura como negativa: tenemos otros problemas m谩s urgentes, otras prioridades, quiz谩s preparar unas merecidas vacaciones despu茅s de tanto encierro.
El sufrimiento del otro
¿Hasta qu茅 punto estamos perdiendo la capacidad de sentir compasi贸n? El 2 de septiembre de 2015 un ni帽o sirio de tres a帽os, Aylan Kurdi, apareci贸 ahogado en una playa turca estremeciendo a las buenas personas del mundo. En mayo de este a帽o, Marruecos envi贸 a Ceuta, como forma de presi贸n, a un millar de cr铆os, que atravesaron a nado o como pudieron los 200 metros de mar que distancian nuestro vecino pa铆s de la playa espa帽ola del Tarajal. De la oleada de indignaci贸n del peque帽o sirio a la reacci贸n ante la indefensi贸n de tantos ni帽os utilizados de la manera m谩s miserable, han pasado casi seis a帽os y se detecta un mayor grado de apat铆a. La compasi贸n inicial se torn贸 r谩pidamente en reproche contra el Gobierno y un linchamiento en redes sociales a una joven cooperante de Cruz Roja.
¿Qu茅 ha ocurrido en estos cinco a帽os largos para que nos haga menos mella el sufrimiento de los otros? ¿Ya no nos importan los ni帽os que se ven forzados a migrar de su pa铆s a costa de su seguridad e incluso de su propia vida? ¡Pero si son ni帽os, por favor, que son ni帽os! Ni帽os que piden a gritos tener un futuro, una vida que vivir.
Lo que ha cambiado en un lustro es la irrupci贸n de la ultraderecha que en este tiempo se ha organizado para lanzar un mensaje internacional, matizado con la idiosincrasia propia de cada pa铆s, identificando a los migrantes con delincuentes y seres poco menos que infrahumanos causantes de todas las desgracias, que introducen a los terroristas en los pa铆ses a los que se dirigen y atentan contra la soberan铆a nacional. Hablan incluso de "invasi贸n". Con la paciencia del martillo contra el hierro, Vox disemina su odio contra los menores no acompa帽ados, criminaliz谩ndoles y trat谩ndoles con el despectivo apelativo de "menas", como sin贸nimo de un peligro evidente. Con su insistencia logran poco a poco el objetivo de despojarles de su aut茅ntica realidad, ni m谩s ni menos que ni帽os desamparados, sin familia, en muchas ocasiones con un idioma diferente, que deber铆an estar protegidos por los adultos y por las instituciones que componen la administraci贸n estatal, auton贸mica y local.
Es urgente reaccionar
La ultraderecha es muy eficiente normalizando el pensamiento del odio e incluy茅ndolo en el acervo cotidiano. Por el camino van hiriendo de muerte el humano sentimiento de la compasi贸n. En cuanto a la caridad, suelen utilizarla para sus prop贸sitos, conjugando la bondad que hay en la ayuda al necesitado con la irritaci贸n ante aquellos "extra帽os indeseables" que supuestamente nos quitan lo que es nuestro. Los espa帽oles primero, o en su versi贸n estadounidense America First.
De una forma u otra la ultraderecha consigue que estemos permanentemente pendientes de lo que solo a ellos les interesa, distrayendo la atenci贸n p煤blica de lo verdaderamente importante. En el debate p煤blico hay cada vez menos argumentos, valores e ideas y m谩s descalificaciones, ofensas e insultos. La presencia de las emociones se ha convertido en el mecanismo para someter aquellas iniciativas que comporten costes a la ciudadan铆a. Cualquier sacrificio es rechazado y tildado de socialista o colectivizante. La manipulaci贸n del lenguaje y los conceptos se ha tornado en el centro de la cuesti贸n. Pero, desde luego, el cambio de este estado de cosas no va a venir desde las estructuras institucionales que, incluso, se sienten c贸modas en esta ambig眉edad, sino del sentimiento compasivo y solidario de la sociedad, de su necesidad de asumir los retos y desaf铆os que nos aguardan; de compartir los espacios que disfrutamos y que no nos pertenecen si no es para ofrecerlos a quien los necesita para sobrevivir; de respetar la diversidad y la diferencia sum谩ndolas en una construcci贸n de pa铆s en el que vivamos en armon铆a, igualdad y de forma sostenible. No hay otra alternativa, ese es el camino.
Y para ello es necesario conocer al otro, entenderlo y actuar para evitar o mitigar su sufrimiento. No olvidemos que la base de los sentimientos que dotan de plenitud a las personas y el primer paso para combatir la injusticia y la impunidad es la compasi贸n.
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Baltasar Garz贸n Real es jurista y presidente de Fibgar (www.baltasargarzon.org).
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