lunes, 7 de junio de 2021

Ana Pardo de Vera lo deja clarísimo en esta crónica del cinismo, la mentira y la amoralidad convertidos en ppoder ppodrido que sobremuere en su propio estercolero destrozando todo menos sus intereses. ¿Qué más pruebas que ellos mismos y sui enmierdamiento connatural, incluido el Tribunal que los ampara y protege, para certificar una corrupción sin límites, que merecería un juicio como el de Nuremberg, donde por fin se desenmascare la banalidad del mal convertida en institución y reppartida como beneficio y negocio? Ya no se trata de Rato o de Bárcenas, que son parte de la cosecha, hay que sacar a la luz las semillas, las raíces, los brotes y los cultivadores de la plaga en cuestión. Todos los X, que para colmo ya son del dominio público desde hace años, y solo permenecen como incgógnita para el Poder Judicial y la parte del Legislativo que los conserva en el invernadero que todo el mundo puede ver y padecer, sin que las togas ni las coronas muevan pieza si no es para empeorar su propia credibilidad. Mientras esto siga así, seguiremos siendo el Patio de Monipodio de Europa, o sea, el pudridero más misereble y cutre del mundo mundial, porque encima, va con ínfulas y gritando en público sus "logros" como si fuesen triunfos y victorias en vez de putrefacción a la enésima potencia convertida en modus operandi natural... En realidad sus conductas son una vergüenza ppública, un cáncer político y social. Ains!


Dominio público

Señores X

Cada trama de corrupción política tiene su X, su autorizador, su responsable máximo, su mayor beneficiado/a pero también, el más perjudicado si se llegara hasta el final de las investigaciones o de las responsabilidades políticas... En España, en la alta política (un decir), tenemos varios. El más popular de nuestros señores X fue el del primer Gobierno socialista del postfranquismo, cuando se prácticó el terrorismo de Estado para acabar con ETA mediante la creación de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Otro señor X muy afamado es el de la trama Gürtel, ese complejo entramado de corrupción en el seno del Partido Popular tejido gracias a un empresario llamado Francisco Correa, hoy en la cárcel, y sus contactos al máximo nivel en el PP. Sobornos, mordidas, autorizaciones ilegales, eventos, viajes pagados a cargos públicos..., todo lo conseguían Correa y su equipo gracias a corrompidos políticos del PP, principalmente, de la Comunidad de Madrid y el País Valencià. Correa y su principal socio Álvaro Pérez se encargaban también de la organización de los actos electorales del PP y otros particulares de políticos de este partido, como Ana Mato y Jesús Sepúlveda, ambos integrantes del clan de Valladolid que impulsó a José María Aznar a la Presidencia del Gobierno. Correa, Pérez, Mato y Sepúlveda, entre otros muchos, estuvieron en la boda de la hija menor del citado Aznar, un evento con ínfulas de boda regia y en el que Correa fue testigo del novio, Alejandro Agag, que a su vez, ejerció de asesor presidencial en La Moncloa. Todo queda en casa.

De la Gürtel surgió el caso Bárcenas, que comparten el mismo señor X, aunque todo apunta a que se solapó con un segundo señor X y tal vez un tercero (sí, el poder en España ha sido esencialmente masculino, salvo contadas excepciones), que se limitaron a actuar conforme a una corrupción estructural que está datada, al menos, de los tiempos de Alianza Popular (hoy, PP) en Galicia, cuando el contrabando y el narcotráfico pagaban a políticos y funcionarios para que hicieran la vista gorda ante sus delitos. Lean y/o vean Fariña (Libros de K.O.), de Nacho Carretero. El caso Bárcenas ha revelado un sistema de financiación opaco en el Partido Popular que, según alguno de sus responsables encarcelados, viene de muy lejos.

Estos días ocupa las portadas de los periódicos la trama Kitchen. Como en todos los casos anteriormente mencionados, el Cocina (en castellano) tiene a su señor X, que seguramente -y como en los hechos delictivos anteriores- se vaya de rositas, penalmente hablando, porque políticamente ya habría pagado con la pérdida del poder, como le ocurrió a sus antecesores, por cierto. Unos antes y otros, después; unos más y otros menos, sin pedir perdón ni arrepentirse, negando todo hasta el último momento, los señores X se acabaron yendo por la puerta pequeña. 


La trama Kitchen, contaba la semana pasada Carmen Morodo en La Razón, tiene "un muro" que impedirá pasar de la imputación de Dolores de Cospedal, que fue secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, a la imputación de Mariano Rajoy, expresidente del Gobierno y del Partido Popular. El periódico que dirige Francisco Marhuenda da detalles que ponen los pelos de punta -o deberían- sobre los razonamientos que circulan en la dirección del PP para confiar en que la investigación del juez Manuel García-Castellón no llegue a Rajoy:

"Rajoy «todavía tiene sus estructuras de poder e influencia, que llegan hasta el ámbito judicial», o así confían dentro de la dirección popular. El escudo para evitar que el ex presidente del Gobierno pueda verse en la misma situación que Cospedal. En la nueva dirección del partido creen que «no habrá pruebas» para sostener la implicación de Rajoy ante un juzgado, pero también creen que «todo depende de que funcionen bien los muros de contención»". 

Así, a pelo, las siempre excelentes fuentes de Morodo nos vienen a decir que seguramente Rajoy conserve la suficiente influencia en el Poder Judicial (en funciones desde hace dos años y medio por el bloqueo del PP y con un presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, descaradamente afín a este partido) para no ser imputado, lo que llevaría al actual líder del partido, Pablo Casado, a una situación límite. Nada nuevo en la calle Génova, por tanto, salvo que sus ocupantes van a reactivar la gestión del traslado. De señor X en señor X, tribunales de por medio.


Desde la sede nacional del PP, que pronto dejará de serlo, tres señores X, al menos, nos contemplan.

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