El barrio más empobrecido de València estalla contra la inseguridad y el abandono
Orriols acumula desde hace décadas los peores registros de pobreza, paro y desahucios. En los últimos meses denuncian también un incremento de la delincuencia y exigen soluciones transversales.
valència
Al grito de "¡Con delincuencia no hay convivencia!" y "¡Un barrio unido jamás será vencido!" arrancó la manifestación a la ermita de San Jerónimo, el centro físico y simbólico del barrio de Orriols, situado en el norte de València. Más de 500 vecinos se sitúan detrás las pancartas, unos números que dan algunas pistas sobre la relevancia de la cita, en un barrio que hacía ya muchos años que no vivía movilizaciones reseñables. Pero el aumento de los robos y las agresiones los últimos meses han hecho estallar la paciencia. Una pelea multitudinaria con armas blancas que acabó con dos heridos y seis detenidos, el pasado 7 de junio, fue la gota que hizo colmar el vaso.
"La gente tiene cada vez más miedo de salir a la calle por las tardes, los robos son muy frecuentes. Ayer mismo, mientras le enseñábamos el barrio a un concejal, en la calle del lado le hurtaron la bolsa a una chica utilizando la técnica del tirón con patinete, que es el que se lleva ahora", explica Paqui Bou, presidenta de la Asociación de Comerciantes del barrio. Hay historias todavía más angustiosas. Durante la marcha, una vecina explica que duerme con un martillo bajo la almohada. En su bloque hay varios pisos ocupados y a menudo hay peleas y conflictos. "La situación está provocando que la gente que puede abandone el barrio, que los comercios cierren, nos sentimos abandonados", continúa Bou.
"La situación está provocando que la gente que puede abandone el barrio, que los comercios cierren"La protesta está convocada por la plataforma Orriols Convive y ha recibido el apoyo de todas las entidades del barrio, desde asociaciones de migrantes, las AMPA, las iglesias evangélicas o la mezquita. Mari Carmen Tarín Calleja, portavoz de Orriols Convive denuncia la inacción del Ayuntamiento: "nosotros siempre decimos que este Ayuntamiento, habla, habla con todo el mundo. El problema es que también tiene que hacer". Desde la entidad reclaman más presencia policial, pero alertan que "con esto no hay suficiente. Hemos pedido en el Ayuntamiento una mesa interconcejales para abordar la problemática de forma global, porque hay que resolver también temas como la vivienda, la educación o las ayudas sociales". Desde Orriols Convive también reivindican la cesión de una alquería para crear un centro social autogestionado y asegurar los solares donde han plantado unos huertos urbanos, unos proyectos que aseguran que "son vitales para garantizar la cohesión social y la implicación del vecindario".
La distopia de los fondos buitre
Dabid González es trabajador social y vecino de Orriols, y conoce muy bien la situación de precariedad que se vive en el barrio. "Los servicios sociales de la plaza Salvador Allende [que dan atención a esta parte de València] son los que más gente derivan a los albergues de toda la ciudad. Hay una gran parte de la población que no tiene papeles, abocada a la economía informal y en situaciones de infravivienda. Y la pandemia y los confinamientos les han dejado absolutamente en la miseria. El trabajo que han hecho los movimientos sociales, repartiendo alimentos y parando desahucios es brutal, pero no lo pueden hacer todo".
Pero la crisis sanitaria solo ha supuesto otra vuelta de tuerca para un barrio que, ya desde su construcción para alojar las oleadas de trabajadores migrantes desde Andalucía y Castilla, ha sufrido problemas estructurales de pobreza y carencia de servicios. "Durante la crisis del 2008, aquí quedaron centenares de pisos vacíos en manos de los bancos. Mucha gente que no podía pagar la hipoteca simplemente dejó la casa y marchó del país –continúa González-, después la gran mayoría han acabado en manos de fondos buitre que los han mantenido vacíos y muchos de ellos han sido ocupados, no solo para vivir, sino también para hacer negocio, bien realquilándolos, bien para traficar con drogas. Hay fincas enteras ocupadas". Esta situación, de la cual los propietarios de los pisos no se hacen responsables, ha provocado graves problemas de degradación de los espacios comunes de los edificios y la convivencia en las escalas, a veces porque las mafias del realquiler de pisos intentan expulsar los vecinos que quedan para evitar testigos o denuncias.
"El cambio de gobierno en el Ayuntamiento se ha notado, pero no hay bastante, haría falta una intervención mucho más masiva y que no se centrara solo en dar algunas ayudas, sino que trabajara con las familias más afectadas", añade Mònica Gil, otra vecina, quien pone como ejemplo el Plan Integral elaborado por el Ayuntamiento después de un proceso participativo y que "solo es un papel que ha quedado guardado en un cajón".
La tensión que se vive se hace más palpable cuando la manifestación llega a la avenida de Primat Reig, una de las grandes arterias que circunvala el barrio. Entonces, una parte de los manifestantes quiere mantener un corte de tráfico, mientras los organizadores alegan que no hay permiso para eso y que la policía municipal les ha amenazado con multarlos. Los gritos y los reproches suben de tono, aunque al final no pasa de una anécdota y la marcha vuelve de nuevo hacia el corazón del barrio. "La gente está muy harta y si no se hace nada, no sabemos por donde puede estallar –alerta Mari Carmen Tarín-. Sabemos que la extrema derecha quiere capitalizar este malestar y convertirlo en un problema racial, lo que no tendría ningún sentido, porque tanto entre los delincuentes como entre las víctimas hay inmigrantes y españoles. Pero cuando la gente está tan enfadada puede pasar cualquier cosa". De hecho, en la marcha se reconocen algunos militantes destacados de Vox, pero los tímidos intentos de proferir algún grito racista son ahogados por la mayoría de manifestantes. "Desde el primer momento que convocamos la asamblea abierta y después esta movilización, hemos tenido claro qué discurso queríamos y qué no aceptaríamos. Siempre hemos sido un barrio acogedor", remacha Tarín.
Con todo, esta no
sería la primera vez que la extrema derecha intenta hacerse fuerte en el
barrio con más porcentaje de población extranjera de València. Hace
años, el grupúsculo fascista España 2000 organizó repartos de comida
"solo para españoles", lo que suscitó importantes protestas vecinales.
Más recientemente, Orriols sería el barrio escogido para instalar
Valentía Forum, un local que promueve la ideología ultra, pero que
tampoco ha conseguido arraigar y ahora presenta una baja actividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario