sábado, 5 de septiembre de 2020

Una resonancia magnética total. Hay que dejar de esperar a "que todo pase" mientras miramos desde la ventana de la inercia el curso del mogollón. Urgen cambios decisivos: lo que hasta hora hemos llamado "política" no nos sirve ya. La paciencia infinita no facilita las cosas, pero el caos no es nunca la solución, y el caos nace de la inercia, del empeño de repetir fórmulas que se han demostrado absurdas, paralizantes y retrógradas. El miedo no es prudencia, es una enfermedad del ánimo y de la mente. La prudencia no solo no excluye el valor y la determinación de activarnos para cambiar lo necesario, es que ambas cosas son el lúcido resultado de la prudencia. Aprovechemos el otoño que llega para que no se repita la negrura de una primavera y un verano demenciales. No esperes que las cosas cambien solas: cambiemos nosotras, una a uno, y todo cambiará. También la política y sus agentes del desastre, esos marrones con patas verborreicas e inútiles que solo valen para obstaculizar el entendimiento. Si quieres un país presentable no votes más a los agentes de caos, esos que solo son rehenes del Ibex35 y funcionan como robots sin alma, sin ética, sin compasión y que colocan sus intereses por encima y por delante de los seres humanos a los que nunca han representado en realidad. Si donde gobierna el pp solo hay corruppción, torppeza y trinke , amenazas e incappacidad para la coopperación y el bien común, y encima con el brote verde de Vox como muleta y amenaza. Que la pereza no triunfe otra vez y además de hablar, muévete pueblo, muévete y no caigas en el mismo foso degradante. No hay políticos perfectos, pero sí los hay decentes e indecentes, prudentes y estúpidos, razonables, feroces, demoledores y hasta crueles y vengativos si ellos no mandan. Aprende a tomar nota y no caigas una vez más en la resignación del espperppento. Y los medios de comunicación, que hagan lo mismo y no den tantas facilidades al chisme y al caos. La prensa no solo informa y deforma, también puede y debe formar conciencia, enseñar a pensar, reformar y educar como factor imprescindible para el bien común y no para la guerra mediática. Todos y todas somos responsables de lo que elegimos pensar, decir, hacer u omitir, construir o perpetrar y descomponer. Ahí está el reto y la diferencia entre vivir como seres humanos o vegetar como zombis programados, objetos manipulables. Robots teledirigidos, con apariencia humana


La pereza

Una zapatilla de estreno se entretiene deslizando por la acera una hoja marrón recién caída de un árbol. Quizás, el olor fuerte del forro de los libros del nuevo curso, ese plástico, produzca una breve ilusión: quiénes serán los profesores nuevos, quién la compañera de pupitre, qué tratará esa asignatura… Pero no, el otoño es una mierda, siempre lo ha sido, qué pereza. El fin del verano, los días se van acortando hasta que, de repente, anochece a la hora de la siesta. Algunas ferias y fiestas rezagadas, como la de Albacete, aparece cuando ya no se ve el agosto por el retrovisor para traer un poco de mambo a la desidia. Este año, ni eso.
La cartulina Agosto 2020 ya está a punto de girar sobre su propio eje, de desaparecer. Llega septiembre. Las cigüeñas, rumbo al sur. La gota fría. Los cromos de la Liga de Fútbol Profesional. Se ralentiza la recta final del año. El momento de las rupturas de las parejas, dicen. La depresión: el transtorno afectivo estacional suele fortalecerse en otoño, meses después, con la primavera, tienden a desaparecer algunos de esos sentimientos de desesperanza y pesimismo. Este año, la pandemia nos ha robado la primavera y recibimos a las verbenas con las plazas vacías.

El pasado martes, Pedro Sánchez comparecía ante los medios después de la celebración del primer Consejo de Ministros del nuevo curso. Comunicación política: relajado, buen anfitrión que dio las bienvenida a los periodistas que informan en Moncloa. En la medida de lo posible, mantén la sonrisa, presidente, le aconsejarían. Que se aleje de aquellas comparecencias de marzo, de abril, tan difíciles, cuando todo estaba rodeado de tragedia y olía a muerte.
El otoño, tras el verano más extraño. Se han adelantado demasiado los rebrotes, la segunda ola ya está sentadita y cómoda, a pesar de que los turistas casi ni llegaron a pasar por aquí. Madrid, otra vez, Madrid, vuelve a situarse en el epicentro de la pandemia, de Europa. Los contagios por las nubes, los hospitales se preparan para lo peor, la olvidada atención primaria no da abasto, faltan efectivos otra vez. Las abuelas y los abuelos vuelven a temer por sus vidas después de algún encuentro familiar en las últimas semanas y de reencontrarse con los abrazos, nunca esperaron que la recta final se pondría tan cuesta arriba.
Los jóvenes, en el punto de mira todo el rato, van intuyendo que lo de encadenar trabajos precarios será, en todo caso, un privilegio durante demasiado tiempo. Y lo de bailar hasta el amanecer parece un sueño lejano. Muchos adultos, con el agua al cuello, aferrados a un ERTE de horizonte difuso. Otros, esperando que llegue de una vez por todas el Ingreso Mínimo Vital. Otros, esperando en una cola de una asociación vecinal al reparto de la cesta de alimentos. Se abren los colegios, de momento. Es la hora del recreo, cuidado.

“Todo esto ha abierto un capítulo de vergüenza que ha degradado a mi generación públicamente. Se ha degradado él, ha degradado a la institución y con él nos hemos degradado los que acompañamos el proceso. Hemos sido desnudados y yo me siento avergonzado". Las palabras son de Iñaki Gabilondo, referente periodístico de una época, sobre la espantada a Emiratos Árabes de Juan Carlos I este verano. Las últimas actuaciones del emérito suponen motivo de vergüenza y han causado un gran impacto sobre una generación que le vio como uno de los símbolos de aquellos años que supusieron un avance histórico. Los símbolos no dan de comer, pero ayudan a tener esperanza y generan certezas. Ya ni eso. Los referentes de antes caen, los de ahora ni existen: los políticos siguen siendo uno de los principales problemas expresados por la ciudadanía en sucesivas encuestas del CIS. Los gestores de la crisis más compleja, no huelen la confianza de sus conciudadanos.
Hospitales, desempleo, miedo. Muerte, pobreza, depresión. El escenario perfecto para los portavoces de la desidia, para las hinchadas de la nada. Los charlatanes ya están haciendo cola para vender fórmulas mágicas que, por otro lado, ya conocemos. La historia se repite, la tragedia y la farsa se van alternando. Es el momento idóneo para que los mediocres aspiren a robar el foco en el proscenio. Los atardeceres otoñales se imponen este año, en el que no tuvimos primavera. La pereza va ganando terreno. El bostezo se turna con el llanto. "¡Crisis! ¡Crisis!", dicen los papeles. Y, por eso, España vuelve a ser protagonista.

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