EL PORVENIR ZOMBI DE LA DEUDA
"O la zombificación de bancos y empresas posterior a 2008 engulle al resto de la economía, o reestructuramos masivamente la deuda pública y privada. Esta es la decisión política fundamental de nuestra época"
Antes del capitalismo, la deuda aparecía al final del ciclo económico como un mero reflejo de la capacidad de acumular excedentes. En el feudalismo, la producción era lo primero: los campesinos trabajaban la tierra. La distribución seguía a la cosecha, tras recaudarse la cuota del señor. Parte de esa cuota se convertía en moneda cuando se vendía. La deuda aparecía al final, cuando el señor prestaba su dinero a sus acreedores.
El capitalismo invirtió el orden. Cuando mano de obra y tierra se convirtieron en mercancías, la deuda se hizo necesaria antes de que la producción empezase. Los capitalistas sin tierras tenían que pedir préstamos para alquilar trabajadores, terrenos y máquinas. Solo entonces podía empezar la producción, que producía unos réditos cuyos reclamantes residuales eran los capitalistas.
Después de 2008, el capitalismo cambió drásticamente. Los bancos centrales, para reflotar el sistema financiero en bancarrota, canalizaron ríos de deuda barata al sector financiero, mientras que la austeridad fiscal limitaba la demanda pública de bienes y servicios. Como era imposible obtener beneficio de los consumidores víctimas de la austeridad, las grandes empresas y los financieros se engancharon al goteo de deuda ficticia de los bancos centrales.
"O la zombificación de bancos y empresas posterior a 2008 engulle al resto de la economía, o reestructuramos masivamente la deuda pública y privada. Esta es la decisión política fundamental de nuestra época"
Antes del capitalismo, la deuda aparecía al final del ciclo económico como un mero reflejo de la capacidad de acumular excedentes. En el feudalismo, la producción era lo primero: los campesinos trabajaban la tierra. La distribución seguía a la cosecha, tras recaudarse la cuota del señor. Parte de esa cuota se convertía en moneda cuando se vendía. La deuda aparecía al final, cuando el señor prestaba su dinero a sus acreedores.
El capitalismo invirtió el orden. Cuando mano de obra y tierra se convirtieron en mercancías, la deuda se hizo necesaria antes de que la producción empezase. Los capitalistas sin tierras tenían que pedir préstamos para alquilar trabajadores, terrenos y máquinas. Solo entonces podía empezar la producción, que producía unos réditos cuyos reclamantes residuales eran los capitalistas.
Después de 2008, el capitalismo cambió drásticamente. Los bancos centrales, para reflotar el sistema financiero en bancarrota, canalizaron ríos de deuda barata al sector financiero, mientras que la austeridad fiscal limitaba la demanda pública de bienes y servicios. Como era imposible obtener beneficio de los consumidores víctimas de la austeridad, las grandes empresas y los financieros se engancharon al goteo de deuda ficticia de los bancos centrales.
La covid-19 se encontró con el capitalismo en este estado de
zombificación. Ahora que el golpe afecta tanto a la producción como al
consumo, los Gobiernos tienen que sustituir todos los ingresos a una
escala colosal. Así, un virus sin cerebro nos obliga a enfrentarnos a un
sencillo dilema: o la zombificación de los bancos y las empresas
posterior a 2008 engulle al resto de la economía, o reestructuramos
masivamente la deuda pública y privada. Esta es la decisión política
fundamental de nuestra época. Por desgracia, nuestras pseudodemocracias
la están evitando.
(El País, 3/5/2020)
(El País, 3/5/2020)
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