El final de la cuenta atrás
Tercer episodio de 'Operación Chanquete': lee aquí el capítulo 2 de la novela por entregas escrita por Isaac Rosa e ilustrada por Manel Fontdevila que eldiario.es publica diariamente este verano
Resumen de lo publicado: la cinta VHS que recibió Carmela acaba mostrando grabaciones de cámara oculta de políticos reunidos en reservados de restaurantes. De vuelta a la redacción, encuentra un nuevo paquete.
We're leaving together,
But still it's farewell
And maybe we'll come back
To earth, who can tell?
I guess there is no one to blame
We're leaving ground (leaving ground)
Will things ever be the same again?
It's the final countdown
The final countdown…
Menos mal que ahí se cortó la canción, antes de que me estallase la cabeza con los sintetizadores, el pegadizo "tinoninoniiii…", y mi padre dando cabezazos mientras tocaba una guitarra imaginaria y berreaba "is-de-fainal-caundaunnnnn".
-No,
en realidad a mí no me gustaban los Europe: heavys de peluquería, carne
de SuperPop. Yo era más de Leño. Y aún así, mira, los pelos como
escarpias cuando oigo ese primer riff…
Después de
Europe esperábamos escuchar Mecano, Rick Astley, Olé Olé, Technotronic,
Bon Jovi… La banda sonora de una generación. Socorro.
La
cinta estaba en el segundo paquete, que encontré en mi mesa del
periódico al día siguiente de publicar los vídeos de reservados de
restaurantes. De nuevo, un sobre a mi nombre, sin remite, esta vez más
delgado que el primero. Al abrirlo no salió otro VHS, sino ahora una
cinta de casete, una de esas cintas que los jóvenes de hace treinta años
usaban para grabar canciones en su adolescencia. Mi padre todavía las
guarda en una caja de zapatos en su habitación.
-Primero
el VHS, ahora una casete –dije en voz alta en la redacción, al sacarla
del sobre-, ¿qué será lo próximo? ¿Unas fotos instantáneas de Polaroid?
-Las
Polaroid de antes molaban mucho –dijo el otro redactor en prácticas, su
mesa frente a la mía. Llevaba puesta una camiseta de Cazafantasmas.
En
la carátula de la cinta habían escrito a mano unos cuantos títulos de
canciones. El típico recopilatorio, como los que conservaba mi padre. The final countdown, Barco a Venus, Never gonna give you up…
La mitad me sonaban, siguen poniéndolas en la radio cuando voy con mi
madre en su coche. La mayoría de radiofórmulas ya solo pinchan música de
los ochenta, o los noventa como mucho. La música que emociona a los
únicos que todavía escuchan radio.
Como en la
redacción no había ninguna grabadora de casete, me fui a casa de mis
abuelos, que seguro que mi padre conservaba algún reproductor de su
juventud. No dije nada al subdirector, ni avisé a la policía. Primero
quería asegurarme de que no era todo una broma pesada.
Mi
padre sacó del altillo un viejo radiocasete Sanyo -"loro", lo llamó
él-, y puso la cinta. Empezó a sonar Europe y mi padre se puso a
guitarrear como loco. Hasta que después del primer estribillo se cortó
la canción, y lo que vino después no era precisamente Mecano.
-Esa voz me suena –dijo mi padre, pero le mandé callar.
Quedamos
en silencio, escuchamos la cinta hasta el final. Más de una hora de
grabación. Eran todo conversaciones, voces que hablaban, a veces un
diálogo entre dos personas, otras veces lo que parecía alguien al
teléfono. Algunas voces me sonaban, aunque no estaba segura. En cambio
mi padre cogió papel y boli, y se puso a apuntar los nombres que iba
reconociendo por la voz. En lo que hablaban unos y otros no había nada
especial, ni siquiera nada interesante. De vez en cuando mencionaban
algún nombre conocido, daban instrucciones sobre una negociación que más
o menos podíamos adivinar por frases sueltas, se burlaban de tal o cual
persona, revelaban detalles de una reunión; pero en la mayoría de
grabaciones hablaban de temas banales, fútbol, el tiempo, una comida, un
viaje, familia.
Tan concentrados estábamos, que nos
sobresaltó el "clic" de la cinta al llegar al final. Mi padre le dio la
vuelta y seguimos escuchando la otra cara, donde según la caja debían
sonar Scorpions o los Refrescos, pero había más de lo mismo: fragmentos
de conversaciones, a veces inaudibles por el ruido o la lejanía, otras
perfectamente entendibles, en algunos casos identificable la persona que
hablaba, sobre todo para mi padre, que seguía apuntando nombres, y
cuando acabó la cinta me enseñó una lista con una veintena. La mayoría
políticos, de distintos partidos, aunque también un par de conocidos
locutores radiofónicos. Y aún habría otros tantos nombres que no pudimos
identificar.
-¿De dónde has sacado esto? –me preguntó.
Le conté en pocas palabras lo del VHS, los camareros grabando con cámara oculta en los reservados de restaurantes.
-Supongo que esto son los audios de aquellos vídeos –aventuré, pero mi padre negó con la cabeza:
-No,
esta gente no está en ningún restaurante. Las grabaciones empiezan con
un buenos días y una dirección, y terminaban pidiendo un recibo. Son
viajes en taxi. Es el medio de transporte habitual de todos esos.
-¿Les han grabado mientras iban en un taxi?
-No
sabemos si son todas de un mismo coche, o de varios. Sea lo que sea, es
un delito. Grabación sin consentimiento, eso debe de ir contra el
derecho a la intimidad.
-Pero hay algo que no entiendo
–pensé en voz alta-. En esas grabaciones no hay nada… delictivo. Ni
siquiera hay nada interesante. No están hablando de corrupción, ni de
secretos de Estado. Como mucho dan para cotilleo político, de lo que
unos y otros dicen cuando no hay micrófono por medio. O cuando creen que
no hay micrófono. ¿Para qué los graban entonces?
La
respuesta me la dio la inspectora Velasco un par de horas después,
cuando le llevé la cinta y escuchó algunos fragmentos conmigo:
-No
los graban para usar sus palabras contra ellos –dijo-, ni para revelar
nada; solo para que sepan que los han grabado. Para que sepan que ni en
un reservado de restaurante, ni en un taxi, están a salvo de ser vistos o
escuchados. Es una especie de amenaza. O una demostración de fuerza.
Que haya camareros y taxistas implicados en una trama es lo más
desconcertante. ¿Qué será lo próximo? ¿Limpiadoras de hotel que acceden a
sus habitaciones cuando están de viaje?
Quedamos unos segundos en silencio, mirando la carátula de la cinta sobre la mesa.
-He hablado con mi jefe y vamos a publicar la noticia –anuncié. Ella me miró contrariada:
-No podéis sacar estas grabaciones, son ilegales.
-No,
las grabaciones no. Pero sí vamos a contar que alguien se ha dedicado a
grabar a la clase política. Es un problema grave de seguridad.
-Eso es lo que quieren, que se sepa.
-Es noticia, inspectora.
-Vosotros
veréis. Pero esto nos los quedamos –y agarró la casete y se la pasó a
su compañero. Este miró un instante la carátula, los títulos anotados.
-Oh, Europe. Qué buenos recuerdos…
Y se puso a silbar el arranque de The final countdown, y finalmente a canturrear cabeceando:
"Is-de-fainal-caundaunnnnn
Tinoninoní, tinoninoní…
De-fainal-caundaunnnnn…"
No hay comentarios:
Publicar un comentario