El dolor no conoce fronteras
En el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas hablamos de dos países que, desgraciadamente, se parecen en cuanto al acceso de víctimas y familiares a la verdad, la justicia y la reparación: España e Irán.
Mansoureh Behkish perdió a seis miembros de su familia durante la represión de la década de los 80 en Irán / Private
Seguro que recordamos
casos en que la sociedad se ha movilizado y en los que los medios de
comunicación han dedicado grandes espacios ante la desaparición de una
persona, buscada por sus familiares ante la desesperación y el dolor de
no poder saber dónde está, cómo se encuentra. No siempre hay un final
feliz, incluso puede que detrás de la desaparición exista una actuación
criminal, en cuyo caso la atención de la sociedad y de los medios,
pidiendo “todo el peso de la ley”, ocupa nuestra mente durante meses.
Pero, ¿qué
ocurre si no se puede localizar a la persona culpable, porque
sospechamos o incluso sabemos que la desaparición se llevó a cabo por
agentes del Estado o por personas relacionadas? Hablamos entonces de desapariciones forzadas.
En estos casos no habrá programaciones especiales en los medios,
debates y discusiones invocando “todo el peso de la ley”… ni siquiera
acciones judiciales para investigar dichas desapariciones. Pueden pasar
años, décadas, hasta que se consigue, si se logra, justicia. Encontramos
casos parecidos en países muy diferentes. Ocurrió en Irán en 1988, como ocurrió en España tras la Guerra Civil, y décadas después los casos siguen vigentes.
En Irán, en el contexto de una gran ola de represión en 1988 tras el final de la guerra con Iraq, se produjeron entre 4.000 y 5.000 desapariciones forzadas de personas defensoras de derechos humanos, periodistas, opositoras políticas...
Detenciones masivas, incomunicaciones y, en muchos casos, ejecuciones y
enterramientos en lugares no revelados, individualmente o en fosas
comunes.
Las familias siguen, 30 años después,
tratando de conocer y acceder a los lugares donde descansan sus seres
queridos, aunque, aún hoy, no se les permite acceder. Las autoridades iraníes ocultan y destruyen los lugares de enterramiento, y con ellos la posibilidad de acceder a la verdad:
removiendo tierras, construyendo edificios, carreteras o incluso
enterrando nuevos cuerpos sobre las tumbas ocultas, como podemos ver en
el informe “Irán: encubrimiento criminal".
Los
regímenes autoritarios, los conflictos armados, los golpes de estado o
las guerras civiles son periodos especialmente propicios para las
desapariciones forzadas. No resulta ajeno ese dolor a quienes, en España, aún luchan por el recuerdo y la justicia de sus familiares desaparecidos tras la guerra civil. Personas como Antonio Narváez, que no olvida a sus padres, o Jaime Romera a su tío Antonio, ambos desaparecidos en 1936.
Se
estima que miles de personas fueron víctimas de desaparición forzada
durante la Guerra Civil y el franquismo, y los restos de muchas de ellas
permanecen aún en fosas comunes de todo el territorio español. Sus
familias aún guardan el mismo deseo de las familias iraníes: conocer su
paradero y honrar su memoria.
La falta de
investigación y colaboración por parte de España durante décadas (cinco
más que Irán) para investigar las desapariciones forzadas cometidas
durante la Guerra Civil y el franquismo amenaza con que no quede con
vida ningún familiar directo de las víctimas. En el caso de Irán, éste
es, posiblemente, el sueño de las autoridades.
Nuestro
sueño es muy diferente, y pasa por desenterrar e investigar todos los
casos, que las víctimas obtengan verdad, justicia y reparación y
facilitarles un duelo acorde con sus creencias. Pasa por perseguir a los
responsables y llevarles ante la justicia porque a pesar del tiempo
pasado, los crímenes de derecho internacional no prescriben. Nuestro
sueño es terminar definitivamente con las desapariciones forzadas, en
España, en Irán y en cualquier rincón de cualquier país del mundo.
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