Si los camareros hablasen
Segundo episodio de 'Operación Chanquete': lee aquí el anterior capítulo de la novela por entregas escrita por Isaac Rosa e ilustrada por Manel Fontdevila que eldiario.es publica diariamente este verano
Resumen de lo publicado: Carmela, joven periodista en prácticas veraniegas, recibe un paquete con una cinta VHS. Cuando está a punto de conocer su contenido aparecen dos policías.
Reconocí en seguida el paisaje, lo he visto muchas veces:
una montaña junto a la costa, tras la que asoma el sol del amanecer,
enrojeciendo el cielo. Hay palmeras en primer plano. Tremola unos
segundos la orquesta, hasta que aparece el rótulo de "Televisión
Española presenta…", y en seguida las imágenes aéreas de la playa, suena
el "tiruriruriru" que todos hemos silbado alguna vez, y ahí están
todos: Chanquete con el acordeón, Julia con cara de buenaza, la pandilla
en bicicleta, primeros planos de Bea y Desi riendo, Javi soltándose de
manos, Pancho con los pies en el manillar, Piraña comiéndose un polo
mientras pedalea…
¿En serio me habían llevado a comisaría para ver un capítulo de "Verano azul"? Miré a la mujer policía que estaba de pie a mi espalda, y me hizo un gesto de paciencia.
Me habían conducido en un coche sin distintivos
policiales, desde la tienda de fotografía del chino hasta una comisaría
grande, un complejo con varios edificios. Me insistieron en que
estuviese tranquila, no me encontraba detenida ni nada parecido, solo
querían hacerme unas preguntas. Yo tuve una primera reacción peliculera
de "quiero hablar con mi abogado", pero no tengo abogado, así que me
conformaba con llamar a la redacción, o a mis padres.
-Tu jefe nos espera en la comisaría –me tranquilizó el hombre, que conducía.
Y
en efecto, allí estaba el subdirector del periódico, con el que apenas
había intercambiado un par de frases en los pocos días que llevaba en
prácticas, pero que me sonrió y me aseguró que no pasaba nada. Nos
hicieron pasar a un despacho, nos invitaron a sentarnos. Sobre la mesa
estaba mi VHS, y una copia en DVD que la mujer policía metió en un
ordenador.
-El dueño de la tienda nos avisó cuando vio lo que contenía. Sucede a menudo, no os imagináis las cosas que pasan por sus manos…
Al
principio la grabación mostraba lo que prometía en la pegatina: un
capítulo de "Verano azul". El amanecer, la música, los protagonistas, la
costa de Nerja… Pero tras la cabecera no empezó ninguna aventura de la
simpática pandilla en sus míticas vacaciones, sino que la imagen se
cortó y comenzó una película muy distinta.
Los
policías y mi subdirector ya habían visto antes el vídeo, no se
sorprendieron como yo. La imagen era de mala calidad, algo desenfocada y
movida, tardé unos segundos en reconocer a los dos hombres que
aparecían en pantalla. Sentados a una mesa de comer, en mangas de
camisa, con varias personas más alrededor pero el plano se centraba en
ellos dos, que hablaban relajados, sonrientes.
-Anda,
los han pillado juntos –dije, pues ahí estaba la imagen más esquiva y
más buscada de los últimos meses: el líder de Ciudadanos y el líder de
Vox sentados a la misma mesa, juntos, después de que el primero hubiese
negado una y otra vez que fuesen a reunirse. Y lo habían hecho en
secreto, eso sugería la grabación, claramente realizada sin su
consentimiento, una cámara oculta de alguien que se movía alrededor de
la mesa. Solo había imagen, no tenía sonido, movían la boca pero no
podíamos escuchar su conversación.
Mi primera reacción
fue de satisfacción: alguien había grabado el encuentro y me había
elegido a mí para publicarlo. ¡Mi primera exclusiva! No estaba mal para
llevar menos de una semana de prácticas. Pero en seguida llegó el
mosqueo: ¿una simple grabación de cámara oculta justificaba que me
llevasen a comisaría y avisasen a mi jefe?
-Espera, hay más –dijo la mujer, como si me leyese el pensamiento.
La
grabación de los dos líderes, el naranja y el verde, reunidos
clandestinamente, se interrumpió después de un par de minutos, y fueron
otros los que aparecieron en pantalla. Los reconocí también: tres
portavoces parlamentarios, de tres partidos diferentes, comiendo juntos
en una mesa que no era la anterior. Uno debía de estar contando una cosa
muy graciosa, los otros dos se partían de risa. Fueron solo unos
segundos, y apareció otra grabación, esta vez de un exministro cuyo
nombre tenía en la punta de la lengua, y una ex presidenta autonómica de
su mismo partido. Como los anteriores, sentados a una mesa, ahora
tomando café y hablando sin que oyésemos sus voces.
Durante
varios minutos, el vídeo fue mostrando sucesivos cortes, todos muy
similares: mesas de restaurante, y en torno a ella diputados, ministros,
un director de periódico, la presentadora de una tertulia televisiva,
varios empresarios, un ex presidente de Gobierno, jefes de prensa,
directores generales o secretarios de Estado que yo no identificaba pero
que mi subdirector iba nombrando según aparecían, así más de cincuenta o
sesenta protagonistas, algunos repetidos en varias grabaciones, todos
comiendo o tomando una copa, algunos sorprendentemente amigables
teniendo en cuenta su rivalidad política, todos hablando relajadamente
sin que escuchásemos sus conversaciones.
-¿De qué va esto? –pregunté.
-Eso nos gustaría saber –dijo la mujer policía.
-¿Alguien se ha dedicado a grabar comidas en un restaurante cerca del Congreso?
-No
creemos que las haya hecho una sola persona. No son en el mismo lugar,
hemos identificado reservados de al menos seis restaurantes diferentes.
-¿Reservados? –pregunté, y fue mi subdirector quien me explicó:
-Sí,
comedores reservados. Salas privadas. Las suelen usar para reuniones
discretas, o directamente secretas, a salvo de curiosos… y de
periodistas.
-Entonces tenía que ser uno de los comensales quien los grabase –aventuré.
-Frío,
frío –sonrió la policía, y señaló a la pantalla-. Si os fijáis, la
cámara va y viene alrededor de la mesa, nunca está quieta.
-Un camarero –resolvió mi subdirector.
-Así
es –confirmó ella-. Son los camareros los que graban mientras sirven.
Quizás podríamos averiguar la fecha y lugar de cada comida, ver quién
estaba de turno ese día, interrogar a los trabajadores…, pero la
pregunta no es quién, sino por qué. Para qué han grabado todo este
material, que sin sonido no tiene ningún valor…
-¿Para que los grabados sepan que no están a salvo ni en un reservado? –propuse.
-Siempre
lo he dicho –contó mi jefe-: si los camareros hablasen, nos íbamos a
enterar de lo que de verdad se cuece en este país. Durante años se ha
negociado todo lo importante en reservados de restaurantes. Desde los
artículos de la Constitución hasta las enmiendas a los presupuestos o
los apoyos de la última investidura, pasando por cambios de directores
en medios, y por supuesto asuntos turbios o directamente ilegales. En
esos comedores se han repartido lo mismo alcaldías y partidas
presupuestarias, que contratos de obra pública y comisiones. ¿Os
acordáis el año pasado, cuando Rajoy perdió la moción de censura?
Mientras el Congreso debatía, él estuvo ocho horas encerrado con su
gente en el reservado de un restaurante, en plan "El hundimiento". El
reservado ha sido siempre el búnker de la clase política y empresarial,
su zona de sombra. ¡Hasta pueden fumar ahí dentro! Te sientes tan
seguro, hablas con tanta despreocupación, que dejas de ver a los
camareros como seres vivos con orejas y cerebro.
-Como seres vivos que pueden llevar una cámara escondida –añadí-. La conspiración de los camareros, suena bien.
-Vamos
a hacer un trato –concluyó la mujer policía, que parecía estar al
mando, su compañero apenas abrió la boca-. Os voy a dar una copia pero
solo con los primeros minutos, la reunión secreta de esos dos. Es lo
único con interés informativo y, si no la publicáis vosotros, se la
acabarán enviando a otro medio. Todo lo demás nos lo quedamos, no es
publicable y vamos a investigarlo. A cambio de la grabación, nos
avisaréis cuando os llegue otro envío. Porque sospecho que esto es solo
el principio.
Y nos entregó su tarjeta: Elvira Velasco, inspectora del Cuerpo Nacional de Policía.
Así
fue como unas horas después publiqué mi primera exclusiva, que todos
recordáis, pues en un primer momento pareció la bomba del verano: las
imágenes de la cita secreta entre los dos dirigentes políticos, que a
partir de entonces normalizaron su relación y se dejaron de remilgos.
Pero
la bomba se quedó en petardillo, por todo lo que saldría después. Y es
que la policía tenía razón, aquello era solo el principio. Al día
siguiente me encontré un nuevo paquete sobre mi mesa. A mi nombre, y sin
remite. ¿Otro VHS?
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