domingo, 21 de enero de 2018


Las identidades: ¿de dónde vengo yo?

Publicada 21/01/2018 -Infolibre
 
Después de tantas semanas de discusiones sobre la identidad, las raíces y las singularidades de los demás, aprovecho que la casa está sola y llena de sombras para preguntarme: ¿de dónde vengo yo? Quien pretende ser algo más que una superficie en el espejo, sabe que la cuestión de la identidad suele convertirse en una pregunta, incluso en un interrogatorio.

Soy de otra época, conviene reconocerlo. A lo largo de los años me acostumbré a ir de la vida a los libros y de los libros a la vida. Así que me levanto y busco en mi biblioteca un libro publicado en 1971 por Ruedo Ibérico, la editorial antifranquista fundada en Francia. En la cubierta se reproduce en gris la fotografía de una fosa común, junto a un título en tinta roja oscura, casi el color de la sangre cuando empieza a secarse: La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca.

El libro de Ian Gibson llegó a mis manos a través de un compañero de bachillerato en los Padres Escolapios de Granada. Hasta entonces García Lorca había sido un sentimiento familiar, el mundo de metáforas y emociones descubierto en la biblioteca de mis padres. Pero en aquel libro de Gibson, la figura del poeta se transformó en una historia más ancha y larga, la historia de mi ciudad, la sombra de alguien que había caminado por mis calles y que había muerto, ejecutado por sus vecinos y mis vecinos, veintidós años antes de que yo naciera. A medida que sabía los detalles de un recuerdo, la ciudad más inmediata se llenaba de incógnitas, secretos, silencios y olvidos. La cercanía de un lugar nos hace vivir sobre lo que desaparece; somos vida en aquello que hay y en lo que ya no está.

Recuerdo una frase del prólogo, sin importancia aparente, que me llamó la atención: "Federico García Lorca, conocido en toda España por Federico…". El poeta famoso, el autor de teatro aplaudido, tenía una presencia de amigo íntimo. No se le llamaba por el nombre y los apellidos, como ocurre en los manuales de literatura y en las listas de los profesores de un colegio, sino sólo por el nombre. La intimidad particular vivida en el salón de casa de mis padres salía en busca de los demás y me hacía participar en algo común, un mundo colectivo que me sacaba de mi casa.

El nombre de Federico y la historia de represión y muerte contada por Gibson me llevaron en primer lugar a la Huerta de San Vicente, el hogar de la familia García Lorca cuando estalló en Granada el golpe de Estado de 1936. María y Evaristo, una pareja bondadosa que por entonces guardaban la Huerta, comprendieron la emoción del adolescente que miraba desde fuera los balcones cerrados, y me abrieron la puerta para que pudiese entrar en un mundo en el que se respiraba la historia de Federico, la vida cotidiana de una familia arrojada al exilio y la alegría resistente de un mundo de pintores, poetas y escenógrafos que se negaba al olvido y a la represión.

Poco después empecé a subir monte arriba hasta los barrancos de Víznar y Alfacar. Miles de granadinos habían sido asesinados y enterrados en las fosas comunes de un paisaje que me llenó de una emoción íntima y definitiva, como la luna de los poemas de García Lorca leídos en la edición de Obras completas de la editorial Aguilar. Allí estaban los republicanos, los demócratas, los profesores universitarios, los sindicalistas, los socialistas, los comunistas, los poetas, hombres y mujeres que formaban ya mi pasado, una identidad difícil hecha de realidades y de sueños en busca de la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia social y la decencia.

Vuelvo a la biblioteca para buscar ahora un libro mío, Completamente viernes (1998), en el que celebré una historia de gran amor. Releo un poema, viajo a Granada, le digo a mi amante madrileña que voy a presentarle a mi familia y subo con ella al barranco de Víznar. Mira, aquí están mis muertos, estas son mis raíces. De aquí vengo, aquí me pregunto quién soy yo, sólo desde aquí puedo pronunciar las palabras verdad y amor. Aquí vengo a decir te quiero. Aquí está la biblioteca de la casa de mis padres, pero también un mundo colectivo y solidario, una historia de injusticias y resistencia, una voluntad universal que borra los apellidos, para llamar a los deseos y a las cosas por su nombre.

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Entrañable y conmoverdor, nuestro poeta del domingo. Y bello, siempre. Gracias por compartir el alma y la palabra.
Saber de dónde venimos es fundamental para situarnos en el mapa de la existencia. El paso siguiente es saber quienes somos y luego adónde queremos ir y en qué medio de locomoción vamos a viajar hacia ese futuro que se va haciendo presente en el camino, que aun no existe -igual que el futuro- hasta que lo elegimos y lo caminamos (¿cómo no ir con Machado, haciendo camino al andar, porque en realidad no hay caminos prediseñados en la dirección del yosotros? Y nos seguimos preguntando si se podría llegar al nosotros saludable y gozoso si no existe un yo preliminar y lo más sano posible que dé los primeros pasos y el salto de la oscuridad de las raíces y del útero materno, a la luz de la otredad para convertirla en convocatoria permanente de la vida y en respuesta constante a nuestras vacilaciones naturales.

No existe el árbol sin raíces. Pero si las raíces no se abriesen a un proceso de desapego de su "raicidad" y se quedasen ensimismadas, profundizando tierra abajo, nunca crecería el tronco, ni las ramas, ni las hojas, ni las flores, ni los frutos, ni las semillas. No habría árboles de sombra protectora, ni alimento para los seres vivos, ni hospitalidad para los pájaros y los insectos, los líquenes  y micro-organismos que componen la cadena liberadora de la vida, ni madera para estanterías, ni papel para libros...

Todo empieza en la raiz, como nuestro palpitar primero empieza en el seno de nuestra madre, pero además hay que nacer y romper el cordón umbilical, para que nuestra vida sea posible en plenitud. La generosidad feliz del desapego es necesaria para la vida, tanto como la raiz para el árbol, como el árbol es fundamental para que la raíz tenga sentido. 

Personalmente, saber de donde vengo nunca me ha ayudado demasiado a saber quién soy ni a dónde voy, al contrario, he tenido que liberarme de esa fabricación auto-consentidora como diría Chomsky, para tejer y mezclar los hilos de mi vida con suficente libertad y osadía cotidiana para no repetir desde los ecos ni siquiera lo ejemplar que admiro pero que no es producto de mi apuesta por la vida, intentando asumir el rioesgo de desarrollar mi voz, aunque desafine y no sea la de Renata Tebaldi. 

Se puede venir de cualquier origen y de cualquier condición o aprendizaje, eso da igual si se logra saber y experimentar en limpio y sin tiquismiquis sobre todo, quien se es y para qué se es aquí y ahora, la única oportunidad real de que disponemos para ser y estar, sentir y realizar, amar y decidir con esa energía que sólo brota de la frescura heraclitiana, crística y búdica, del presente como manifestación del SER. 

Los libros, los museos, las partituras geniales, las religiones y los mitos, no son nada si no hay una simultánea conciencia presente en una voluntad dinámica que lea, contemple, decida, sepa escuchar y realizar en presente continuo, que es el árbol completo y no a trozos separados por el concepto tiempo-espacio, una invención humana muy útil, una herramienta para orientarnos en la materia, pero no la razón unilateral de nuestra existencia, que además es energía de alto voltaje espiritual, con todo lo que eso supone. Para sentirlo y verlo sólo es necesario convertirnos en un humilde y presente haiku vital. Experiencia poética del instante

Todo está y todo es. 
La luz.
El trino al mediodía
Y Yosotros ahora.

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