jueves, 25 de enero de 2018

El rey en Davos: una vergüenza nacional





El rey Felipe VI en su discurso ante Foro de Davos (Suiza) / EFE
El rey Felipe VI en su discurso ante Foro de Davos (Suiza) / EFE
Puede imaginarse  alguien que, en lugar de Theresa May, fuera la reina Isabel II la que acudiera a la cumbre de Davos, se entrevistara con Donal Trump o Emmanuel Macron, asistiera a la mesa redonda sobre la desigualdad como problema definitorio de nuestra época y acabara dando una conferencia en el Plenario de la cumbre sobre “El futuro de Gran Bretaña y la Unión Europea tras el Brexit”.
A nadie le costaría imaginarse que  el príncipe heredero de Arabia Saudí acudiera a Davos con la finalidad de explicar la reforma que está intentando poner en marcha en su país, de la misma manera que a nadie  sorprende que esté presente el rey Abdalá de Jordania.





Pero ¿qué hace el rey de un “Estado social y democrático derecho”, en el que “la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”, en una cumbre como la de Davos, entrevistándose con el presidente de Francia y pronunciando una conferencia en el Plenario sobre “presente y futuro de España y Europa”?
¿Qué imagen queremos proyectar ante el mundo? ¿La de una monarquía parlamentaria europea o la de una monarquía árabe? Porque, insisto, no hay ninguna monarquía Parlamentaria europea en la que el rey pudiera ocupar el lugar del primer ministro en ese foro. De la misma manera que no habría ninguna monarquía árabe en la que no ocurriera lo contrario.
La presencia del rey Felipe VI en Davos supone  una devaluación del principio de legitimación democrática, cuyo lugar es ocupado por un principio de legitimación dinástica hereditario, que es el que la Constitución le atribuye al rey en el artículo 57.1: “La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”. Es la única ocasión en que la Constitución utiliza el concepto de legitimidad para referirse al rey. El único. Y lo utiliza para esto y nada más que para esto. No debe haber confusión alguna al respecto.
El rey no puede ocupar el lugar que corresponde al presidente del Gobierno. Una magistratura hereditaria y otra democráticamente legitimada no son intercambiables. Isabel II, por la información de que disponemos, es una reina que está muy al día de los asuntos de Estado y nadie discutiría que podría participar en la cumbre de Davos sin desentonar, pero a nadie se le pasa por la cabeza que eso pudiera ocurrir.
La Constitución, ha dicho Felipe VI en Davos, no es un adorno. Y precisamente porque no es un adorno, él no debía estar en la cumbre participando de la forma en que lo está haciendo. El principio de legitimidad democrática no admite excepciones. En este terreno la excepción no confirma la regla, sino que es siempre contravención de la regla.
Obviamente la responsabilidad de estar en Davos no es suya, sino del presidente del Gobierno, que es quien tiene que haber autorizado su presencia. ¿Cómo es posible que a un presidente del Gobierno que se ha presentado como defensor de la “soberanía nacional” en estos últimos años, permita que alguien que ni es ni puede ser portador de dicha “soberanía nacional” hable en un foro internacional como si lo fuera? ¿O es que Mariano Rajoy considera que  el rey es el portador de dicha soberanía o que no está sometido a la Constitución?
No se puede tolerar que se anteponga el principio monárquico al principio de legitimación democrática. El principio monárquico no es un principio de legitimidad en el Estado democrático de derecho. Es solamente un principio de legitimidad para “la sucesión en el trono” (art. 57.1 CE), pero para nada más.
Creo que los partidos de la oposición no solamente tendrían la obligación de preguntar al presidente del Gobierno por esta asistencia del rey a la cumbre de Davos, sino que deberían exigir la celebración de un Pleno en el Congreso de los Diputados, a fin de que, tras el debate correspondiente, se fijara una posición clara e inequívoca de lo que el rey puede o no puede hacer y que no tuviéramos que volver a pasar por la vergüenza del que la monarquía española se exhibe públicamente como lo hacen las monarquías árabes.
Dada la trayectoria de la monarquía española a lo largo de toda nuestra historia constitucional, sería de suma importancia que el debate se hiciera lo más pronto posible. Las derivas antidemocráticas hay que cortarlas de raíz. La vuelta a las andadas ya sabemos a donde conduce.

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Es evidente la incapacidad, el desconocimiento y el desajuste entre infundios de cacique  y realidad política que padecen en este momento las des-autoridades autoritarias que representan al estado español, no ya de derecho, sino de derecha fascistoide y descarada , con poder pero sin auctoritas. 
 La verdadera autoridad no puede carecer de ética ni de inteligencia, entendida como globalidad equilibradora de la experiencia y la iniciativa, y no sólo como mera racionalidad mecánica y sin conciencia que solo sirve para medrar, manipular y degradarse como seres humanos, haciendo carrera a base de picaresca y chanchullos impresentables que han dado en llamar nada menos que "estabilidad" consensuada entre intereses espurios y nefastos para el bien común, aunque muy rentables para la élite de la desvergüenza, en la que está incluida, cómo no, la propia monarquía, legal pero ilegítima porque no respeta la soberanía popular, como en el caso del Borbón en Davos, a la misma altura de los reyezuelos millonetis y dictadores de Arabia Saudí y Emiratos.

No podemos olvidar ni obviar que mientras en España cada reino se las apañaba a sablazos entre ellos y contra el pueblo, en la Inglaterra medieval ya se obligó a Juan sin Tierra a firmar la Carta Magna y a tragar los primeros indicios de la soberanía popular, o que mientras aquí los Reyes Católicos eran uña y carne con el imperio Vaticano y los Borgia del papado, Enrique VIII le plantaba cara al tinglado y se separaba de él y que Cromwell en el siglo XVII presidió ya una república británica, como una especie de adelanto de la Revolución Francesa y Nortamaericana, no es extraño que con tales experiencias y antecedentes, los reyes y reinas igleses anden con pies de plomo a la hora de saber cuál es su sitio. Por la cuenta que les tiene si no quieren que el pueblo les dé el pasaporte con un referendum si la cosa se pone fea como han hecho con Europa y el Brexit sin contemplaciones y con el propio gobierno en contra de la ruptura con el Continente. El pueblo inglés tiene reyes porque quiere no porque ningún dictador se los impone. Los reyes lo saben muy bien y se guardan de ofender al pueblo que hace posible ese sistema del que depende la monarquía. La reina Victoria fue eun ejemplo de esa forma de entender el mensaje del pueblo. En los momentos difíciles como la II Guerra Mundial estuvieron dando el callo a tutiplén, ayudando personalmente y socorriendo a sus compatriotas, eso no se olvida. Aquí, en cambio, salieron corriendo a las primeras de cambio varias veces. Se forraron y se lavaron las manos en la espera de cómodos y confortables exilios, pasinos, romanos, portugueses...que para ellos eran un dramón, pero que para cualquier familia española de lan guerra y  postguerras hubiera sido el gordo de la lotería.

Por eso los reyes ingleses miman hasta el extremo sus relaciones con su pueblo, del que se saben parte y cuidan muchísimo esa delicada relación siempre en el punto de mira que concede una democracia soberna donde una Cámara de los Comunes es escuchada y respetada como se merece y los conservadores se cuidan mucho de ofenderla y humllarla como pasa en España con el pp y su falta de respeto y escucha hacia los representantes y ciudadanía populares de verdad, no de etiqueta demagógica.

Los reyes ingleses han aprendido de su propia historia, no como otros. Y no miro a nadie, que en cuanto se ven aposentados en sus tronos y toisones, se creen que están en tiempos de Carlos V, el emperador de Alemania y rey de España o al mando de los Tercios de Flandes y dueños de la América recién descubierta. En Babia sempiterna, pero ladrona y desvergonzada. Eso no cambia con las dinastías ya sean Trastamaras, Aragonesas, Austrias o Borbonas, que en todas ellas se cocieron las mismas habas incomibles. Y así estamos para no variar por si las nuevas inversiones de los talentos políticos pudieran arruinarse con tantos cambios arriesgados e improcedentes, que cualquiera sabe lo que puede pasarnos votando a la portuguesa, que a ellos les vaya muy bien no quiere decir que aquí vaya a pasar lo mismo, a saber lo que hubiera pasado aquí con una revolución de los claveles... Pues eso, que seguramente nadie sa la hubiera creído y habrían terminado por poner puestos de claveles por la calle para sacar impuestos y cobrar un ojo de la cara con el IVA, aprovechando la ocasión. Quita, quita, que después de todo haya salud y ya vale, no pidamos más, que nadie se mueva y  se sienten, coño, como dioshmanda. Mucho mejor lo pésimo conocido que lo medianamente presentable por conocer. Que no estamos para riesgos ni zarandajas adjuntas.

Nuestra historia es mucho más penosa y miserable. Un caso que me recuerda la Parábola de los Talentos que se relata como enseñanza en los evangelios: 
Un empresario adinerado debe emprender un largo viaje de negocios en el extranjero y reune a los tres empleados más competentes de que dispone su negocio para repartir el trabajo inversor mientras él está fuera (evidentemente, no había internet).  A uno de ellos le deja el encargo de rentabilizar 20 millones del capital disponible, a otro le entrega 10, y  al tercero, uno, con la obligación de multiplicar la inversión al máximo. Pasa el tiempo, el empresario regresa de su viaje y reune a los empleados para que rindan cuentas. El primero y el segundo habían conseguido doblar las cantidades, o sea obteniendo respectivamente 40 y 20 millones de beneficio en total, pero el tercero devolvió el millón recibido en su día, según alegó, por sentido de la responsabilidad y sobre todo por miedo a perder el dinero y a recibir una penalización por parte del jefe, así que decidió no hacer nada que entrañase riesgo, mejor pájaro en mano que ciento volando, se dijo así mismo. Entonces el empresario se enfureció y le despidió de la empresa, mientras a los otros dos que habían demostrado capacidad e inteligencia suficientes para ser útiles y beneficiosos, les dio más responsabilidades y confianza, mejor recompensa, ganancias y valoración.
La moraleja se resume con las palabras del empresario defraudado por su empleado inútil: "La abundandcia se multiplicó poniendo en juego y arriesgando lo seguro donde correspondía, con valor e inteligencia, pero el torpe, miedoso e inútil acabó perdiendo, por miserable, hasta lo poco  que tenía y se le habaía dado, porque no se atrevió a dar pasos para mejorar lo que se le había encomendado."

Pues España está social, económica y políticamente, en el lugar del tercer empleado del relato. Lo más cutre e  insensanto que se cree sensatísimo porque no cambia nada y se queda estancado en su "estabilidad" de pacotilla, que en realidad es ruina futura además de miseria presente.
El dueño de la empresa es el sistema democrático, justo, igualitario y de derecho verdadero, no de paripé.
Los empleados normales de la metáfora, son los países europeos con verdadera democracia o al menos, trabajando para conseguirla a mejor nivel, mantenerla y mejorarla. España sólo ocupa el primer puesto del ranking europeo del bochorno. Lo de las energías renovables, la desigualdad galopante, el incumplimiento de acogida y hasta la prisión para los refugiados, el ridículo con Catalunya, incapaces de hacer como Reino Unido y Escocia, y la última del catálogo: la maravillosa y ocurrente salida de la nueva representante española en el Tribunal de Estrasburgo acerca de la homosexualidad, más el show del rey en Davos. ¿Quién da más?
No tenemos rival en el podium del ridículo. Verdaderamente Spain is different. No cabe la menor duda. Y tampoco es tan raro que haya zonas como Catalunya, Euskadi, Galicia, Extemadura o Andalucía que pretendan salirse de este purgatorio incomprensible y conseguir un estado federal, solidario y más acorde con los nuevos retos del presente. No se va contra España sino contra un sistema terrible, anacrónico y demoledor de vidas, haciendas, derechos, libertades,justicia, igualdad, educación, inteligencia colectiva y dignidad humana. Un récord digno del esperpento valleinclanesco, o del Patio de Monipodio.

España, en ese plan, no puede estar al nivel de las demás democracias normales, es una anomalía pseudodemocrática en toda regla, un pobre y ridículo Hidalgo del Lazarillo, eso sí, muy constitucional a su manera, que sobrevive de las limosnas que su criado - el pueblo- recoge en el mercado a base de sobras viejas y recortes de jirones harapientos, para darle de comer al amo, vago, vanidoso, inútil y estúpido, pero que para más inri va de sobrao, de élite hidalga y arrogante, con unos humos estrambóticos y patéticos de alucine, presumiendo de un glamour y un status que está en las antípodas de su realidad mugrienta y cochambrosa, en medio de un paisaje social en el que el rey de oros, copas, espadas herrumbrosas y bastos a diestro y siniestro, va desnudo paseando por el mundo sobre el caballo de la falacia autopropulsada, creyendo en las propiedades mágicas e inexistentes, of course, de su maganífico traje invisible, cuando en realidad todo el mundo en Davos se ha quedado de piedra al contemplar y comprobar que el tipo está fuera de tiesto hablando de asuntos irrelevantes para la mayorúa del Planeta, soltando un discurso que le ha escrito el mandado de turno por encargo del chambelán del enjuague, que en el eufemismo pseudopolítico españolazo "a por ellos oé" se califica de Presidente del Gobierno cuando en realidad es el Don Tancredo de la Corrupción, que está incluso  convencido de ir de incógnito, en plan discreto, y de que nadie se entera de lo que hace en su laboratorio a caballo entre unos Yekill y Hyde de feria, mientras usa al Borbón de turno para que le haga de testaferro, porque ni sabe inglés para dar discursos ni sabe qué contestar a la prensa extranjera ni a la autóctona, y se agobia mogollón, más que nada porque si no da una en español, ¿cómo podría responder con coherencia en un idioma que no maneja ni en sueños? Ya bastante tiene con montarse la trinchera ante lo que pueda pasar con lo de aquí, que gracias a su pericia política no se sabe por donde puede salir la situación. Y luego que le pregunten por Puigdemont y a ver qué se le ocurre, que cuando se pone nervioso se le dispara la imaginación y salta pr los Cerros de Úbeda, de tiempo y de espacio. Es un místico del barullo y no lo puede remediar, que se ha debido perder en dimenshiones impresvistash. Un alquimista del caos urbi et orbe, que sólo tiene una cierta semejanza con el lado Torrente  de Donald Trump, en versión gallega, claro.


Está claro que tanto desastre no sólo es responsabilidad de los quinquis que capitanean la desgobernanza hispánica, sino sobre todo de las fuerzas políticas que lo permiten y de los medios que lo alientan, a sueldo de los quinquis susodichos, traicionando a la ciudadanía y, seamos justas,  también es responsabilidad de la misma ciudadanía estupidizada, gruñona y blandengue, por la confusión de ese río revuelto que acaba votando a los mismos pescadores que la devoran después de freírla a fuego lento en la sartén de la corrupción y la desidia moral.
Qué karmazo tenemos. compas...

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