miércoles, 17 de enero de 2018

El día que el PSOE dejó a Pérez Tapias

Tres jóvenes asesores de Podemos rinden un homenaje al exmilitante socialista
Alejandro Pérez Polo / Bárbara López Castro / Héctor García

La boca del logo
10 de Enero de 2018 -Público

Con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria aprendíamos en el colegio la diferencia entre causa y detonante de un proceso histórico. La marcha de Pérez Tapias del PSOE no tendrá, podemos quedarnos tranquilos, la repercusión histórica del magnicidio más célebre hasta Kennedy, pero sus raíces son hondas y tienen calado.
Un análisis muy rápido, el más extendido estos días, se explicaría cómo sigue: Pérez Tapias acumuló un capital político y simbólico muy relevante en las primarias en que concurrió como candidato a Secretario General del PSOE en 2014. En 2016 depositó todo su capital en un apoyo firme a la segunda candidatura de quien compitió frente a él dos años antes: Tapias fue uno de los pilares de la reconquista del PSOE por parte de Pedro Sánchez. Había dos elementos centrales en el discurso de esa candidatura que marcaban un cambio de alcance histórico en el PSOE: la apuesta por la plurinacionalidad y un giro a la izquierda pero, sobre todo, un giro plebeyo. Sánchez se convirtió en un candidato anti-establishment. Cuando pasaron las primarias y las balas de fogueo, llegaron el 155 y una alianza con Mariano Rajoy –además de una reconciliación con el poder mediático. Y hasta ahí llegó la esperanza de Tapias en la posibilidad de que el PSOE pudiera cambiar para cambiar España.
El anterior relato de hechos es veraz y contrastable, pero hay otra explicación de más largo aliento que puede arrojar luz a por qué el PSOE de Sánchez no ha sido capaz de mantener algunos de sus principales activos durante las primarias de 2016 – aquí hay que recordar el papel de Miquel Iceta como ideólogo del apoyo al 155 y la silenciada dimisión de Núria Parlon de la ejecutiva de Sánchez en fechas recientes.
A menudo, en los medios intelectuales progresistas, se ha recurrido al ejemplo histórico del Fouché retratado por Stefan Zweig para caracterizar el tránsito de referentes progresistas a posiciones de conformación con el poder. Giros a la derecha, fundamentalmente. Pero la clave del análisis sobre Fouché tenía que ver, precisamente, con comprender que el discurso y los posicionamientos políticos fueron solo una palanca para obtener situaciones de ventaja y acumular poder. Fouché no era “ni de izquierdas ni de derechas”, fue, siempre según el estudio de Zweig, un tipo obsesionado con el poder y capaz de flotar como un corcho en cualquier contexto político.
En los días en que jugó a ser el Bernie Sanders español, Pedro Sánchez sabía lo que hacía. Para doblar el brazo del aparato del PSOE y todo el poder mediático que lo sostenía sólo cabía una táctica anti-establishment. Fue una jugada maestra: Sánchez contó con todos los sectores más avanzados del PSOE, con la enemistad de los poderosos (un recurso que, bien utilizado, resulta muy útil en las contiendas electorales) y un relato de “renacido” desde las bases que resultó enormemente exitoso.
Hoy sabemos que era una táctica orgánica y no una estrategia política porque, desde entonces, todas las premisas en que se basó la victoria de Sánchez han saltado por los aires: no hay voluntad de acuerdo con Podemos, de la plurinacionalidad han saltado al club de amigos del 155 en Catalunya, no han planteado una sola consulta a sus bases sobre ningún asunto central de la vida política, se han reconciliado con los poderes que el propio Sánchez desnudó ante Évole y han vuelto a la alianza con el PP. Hoy el papel parlamentario del PSOE (no juega otro en ningún otro orden de la vida política) vuelve a ser el de la dureza opositora en todo lo accesorio y el cierre de filas con Rajoy en todo lo relevante. Tristemente.
Así las cosas, no es Tapias quien ha abandonado el PSOE, sino el PSOE quien le ha abandonado a él. No hablamos de un purista ni un tipo que rehuya las contradicciones. Se afilió al PSOE en los 90, cuando ya se había producido el desengaño de los sectores más progresistas del país con González. Fue Secretario de Organización en Granada, por tanto, conoce las grandezas y las miserias de la organización. Y conoce el gobierno de Andalucía, del que fue delegado provincial en Granada tan bien como el Congreso de los Diputados. Tapias no es un profesor de Filosofía que se ha decepcionado desde su torre de marfil. Es un político fajado en 25 años de militancia. Pero es un tipo con convicciones.

Y ahí entra en juego la contradicción principal: quien soportó la reforma del 135, las reformas laborales, el “cepillado” del Estatut y al último Felipe González, se marcha ahora del PSOE por sus convicciones. La contienda no se juega en el eje izquierda-derecha: las personas de principios son capaces de dialogar y acordar, de moderar sus expectativas y mantener la esperanza en mejores equilibrios de fuerzas que permitan avanzar más adelante lo que hoy no se puede. No es eso.

Es la política de Fouché lo que alguien con principios no puede soportar. La sensación de que solo hay táctica y ninguna estrategia. La certeza de que Pedro Sánchez puede ser el Doctor Jekyll y Mister Hyde, prometer un giro a la izquierda y abrazarse a Mariano Rajoy sin solución de continuidad.

El PSOE de Sánchez no solo tiene un problema desgajándose por la izquierda. Tiene un problema mucho mayor cuando las personas con principios e ideales progresistas no encuentran ya motivos para la esperanz

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