sábado, 27 de enero de 2018

El Tribunal Constitucional sabrá lo que hace

Javier Pérez Royo 
(eldiario.es)

En lo que a la posibilidad de discutir sobre la estructura del Estado se refiere, el PP ha mantenido siempre la misma posición: no cabe siquiera abrir la discusión. Siempre que se ha intentado abrir un debate, el PP ha recurrido al Tribunal Constitucional para intentar bloquear la apertura del mismo.
Ocurrió en primer lugar con la reforma del Estatuto de Autonomía del País Vasco. El Proyecto de Ley de Reforma del Estatuto Vasco fue aprobado bajo el mandato de Juan José Ibarretxe por el Parlamento Vasco por la mayoría exigida por el Estatuto de Gernika y fue a continuación remitido a las Cortes Generales, a fin de que fuera sometido al control previsto para los Estatutos del artículo 151 CE. La Mesa del Congreso acordó la convocatoria de un Pleno en el Congreso de los Diputados al que se invitó al Presidente Ibarretxe para que presentara la reforma y pudiera responder a las observaciones de los diferentes grupos parlamentarios.
El Grupo Parlamentario Popular intentó impedir el debate en el Congreso e interpuso un recurso de amparo contra el acuerdo de la Mesa del Congreso, recurso que el Tribunal Constitucional admitió a trámite, pero que resolvió, correctamente en mi opinión, decidiendo que no había razón alguna para que el debate no se celebrara. El Congreso de los Diputados, tras el debate, rechazaría la tramitación del Proyecto de Ley aprobado por el Parlamento Vasco por entender que era radicalmente incompatible con la Constitución.
Volvió a ocurrir con la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya. También acudió al Tribunal Constitucional en amparo contra el acuerdo de la Mesa del Congreso de los Diputados para la tramitación parlamentaria en las Cortes Generales del Proyecto de Estatuto de Autonomía que había sido aprobado por el Parlamento de Catalunya. Nuevamente el Tribunal Constitucional entendió que no había ninguna razón para impedir dicha tramitación.
Que no se discuta nada que el PP no quiere que se discuta. Solamente se puede hablar de lo que el PP considera que se puede o se debe hablar. Esa ha sido la posición del PP. Cuando ocupaba el Gobierno imponía que así fuera. Cuando pasó a estar en la oposición, lo intentó a través del Tribunal Constitucional.
Es lo que está intentando hacer con la investidura de Carles Puigdemont. De esto ni se habla. Aquí no se puede hacer más que lo que yo digo que se puede hacer y, si se intenta hacer algo distinto, acudo al Tribunal Constitucional para intentar evitarlo.
En este caso lo hace de manera fraudulenta, ya que lo que pretende es hacer uso de un “privilegio procesal”, que es lo que supone el artículo 161.2 CE, de manera sustantiva. Puesto que la admisión a trámite del escrito de impugnación comporta la suspensión automática del acto impugnado sin entrar en el fondo del asunto, el Gobierno, a pesar de que el Consejo de Estado, y el “sentido común, dicen con claridad que no cabe la impugnación, pretende tramitarla con base en el artículo 161.2 CE para evitar el debate. A través de un privilegio procesal que juega a favor del Estado en caso de conflicto entre el Estado y una Comunidad Autónoma, intenta conseguir el efecto sustantivo de la suspensión del acto no susceptible de recurso.
Es un caso de fraude de Constitución de libro. El Tribunal Constitucional sabrá lo que hace.

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Lo más grave de esta situación no es solamente el deterioro jurídico, político, ético e institucional, porque de todo eso se puede salir cuando hay conciencia colectiva suficiente, activa y capaz de reconocer la situación y de relacionar, agentes patógenos sociales, causas y efectos , pero España tiene un déficit absoluto de esa conciencia, por desgracia minoritaria, que en su desbarajuste general ha llegado no solo a justificar, sino además a 'normalizar' su desgracia y a aceptarla con resignación, no cristiana, sino especialmente católica, (ojalá fuese cristiana evangélica, o sea, lo que el adocenamiento general llama "protestante").
Esa "resignación" lejos de ser la virtud que pretende inculcar el clero de los concordatos, es la sordina generalizada, el triunfo de lo irreparable por desidia 'virtuosa'. La misma con que los confesores nos recomendaban hace años aceptar la cruz de un marido maltratador o de unos padres terroríficos, porque era voluntad de Dios que lo pasásemos fatal como Jesucristo en la cruz, confundiendo el perdón con el consentimiento y la sumisión al castigo, a la crueldad y  a la injusticia.
Esos mismos parámetros son los que nos están gobernando desde siempre, y en España especialmente, que es lo que tenemos más a mano, unas veces se presentan soterrados y otras, como ahora, descarados impúdicamente, a lo bestia,  e incluso hasta gozan de una tolerancia social patológica que se explicita en  la complicidad de las víctimas ya incapaces de identificar como verdugos sociales a los personajes que adquieren poder sobre ellas, y hasta les dan "estabilidad" y todo, para más inri, paradójicamente, por medio del voto libre y democrático que ellas mismas les conceden. En plena estafa y falacia de una falsa democracia. Triste rima en semiconsonante, por cierto. 

Salir de la barbarie hacia el civismo ético es un éxodo nada fácil, llegar  a la lucidez desde las cloacas cognitivas es una verdadera Odisea, literalmente, en la que, pasándolas canutas, todas somos Ulises y Penélope en el mismo pack. Pero es imprescindible hacer el viaje hacia la Ítaca de la inteligencia colectiva consciente, es decir, ser conciencia condivisa y solidaria, mucho más que estrategia puntualmente ganadora, o leyes represoras con decretos paralizantes, que de nada valen para lo fundamental que necesitamos, si lo que nos mueve sólo es aplastar e impedir infantilonamente que  se mueva lo que nos molesta o creer que los juegos de tronos son el fácsimil de la realidad, porque si lo creemos así, así se será, no por las virtudes objetivas del juego, sino por la potencia auto-convincente de nuestra subjetividad, que le da poder sin trabas a lo que creemos válido en nuestro inconsciente colectivo y personal, sin que le dejemos espacio ni posibilidades de decir " aquí estamos", a la parte superior de nuestra esencia cognitiva, donde razón e intuición unidas en la conciencia como su manifestación materializable, nos pueden asesorar y ayudar a completar el puzle vital del que todos somos piezas únicas con el mismo valor e importancia aunque el mundo de la falacia, el look y la apariencia no lo vea de ese modo; por eso es imposible mejorar de verdad y liberarse  definitivamente de los marrones repetitivos, y se permanece  encerrados en el mismo bucle en una especie de remolino patológico que repite tiempo tras tiempo idénticos mecanismos sociales y conductuales, que no son los mismos en todos los países y culturas.

A pesar de estar en el mismo tiempo y espacio planetarios, los mismos problemas no se resuelven igual en Francia que  en España, Alemania, Japón, Portugal, Escocia, Catalunya o Costa Rica. El grado de acierto o de calamidad es directa e inversamente proporcional, respectivamente, al grado de lucidez y despertar de conciencia colectiva, lo que incluye indefectiblemente, la calidad de la conciencia individual, que sin ella la colectiva no puede existir.
Y esa realidad no hay inteligencia robótica que la pueda alcanzar ni sustituir. El producto de nuestro trabajo nunca puede ni podrá sustiturnos en ese nivel, aunque sí es posible que pueda destruirnos como especie, si como especie no superamos el nivel paupérrimo de conciencia en el que estamos atascados y hasta fascinados por los fuegos artificiales que inventamos constantemente, descuidando el trabajo sobre el SER que somos, hemos sido y seremos, más allá de nuestras barreras mecánicas y controladoras, desprovistas de conciencia por la velocidad de lo inminente y las distracciones constantes de la dispersión icónica, dogmático-publicitaria y mediática, que ya  se ocupa ella, la dispersión,  de cargar con su tinta negrísima,  la estilográfica del cuento chino-yanky y sus berenjenales capicúas (¡ay, Orwell bonico, qué ojo, !) .  

En España estos aspectos candentes e imprescindibles de la vida ni se rozan y si se rozan se consideran "filosofía" y algo teórico y hasta "esotérico", que ya es el colmo. En ese plan de encefalograma plano por decisión propia, -o sea, per se y no per accidens-, no es posible que tengamos algo mejor y más humano de alta gama de lo que tenemos. O sea, muchos formatos de Rajoys y Sorayas o juezas en Estrasburgo o Queridasconchas o Fiscales ad hoc, jueces mono o bipolares, ya sea en versión azul, roja, amarilla, verde, morada o zanahoria, pero en semejante pplan nunca pasaremos el listón del verdadero cambio, como si aquel "no pasarán" de los años 30 del siglo pasado hubiese cambiado de bando definitivamente, amparado nada menos que hasta en una constitución polivalente y muy versátil, eso sí, volcada hacia los mismos parámetros, y ya, si eso,  también los detalles de menor importancia, según en manos de qué gobierno caigan los manejos ad usum y sobre todo ad abusum.
Y así , no hay ni habrá manera de que algo dé pie con bola en esta Hispania del prêt-a-porter siempre en modo vintage, ppor no variar, ppor lo de la alcurnia ppetrificada franquísima y hereditaria, shobre todo, y, marianamente, ppor shi acasho...

Ainsh!

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