viernes, 2 de marzo de 2012

PÚBLICO: UN ANTIEJEMPLO PARA MEDITAR


La empresa editora de 'Público' quiere dejar en la calle al 84% de la plantilla

Mediapubli pretende despedir a 134 empleados y dejar la web bajo mínimos

01/03/2012 20:30 Actualizado: 01/03/2012 21:21
Pancarta colgada frente a la sede del diario Público en Madrid.

Pancarta colgada frente a la sede del diario Público en Madrid.

Mediapubli, empresa editora de Público, pretende despedir al 84% de la  plantilla del diario, según el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) presentado el martes 28 de febrero. Así, las intenciones de la compañía, de la que son principales accionistas Jaume Roures y Tatxo Benet, son dejar en la calle a 134 de los 160 trabajadores de Público y limitar la plantilla a tan sólo 26 personas, en su mayoría con salarios muy bajos, para mantener activa la web.
Los trabajadores denuncian que, en contra de la línea editorial mantenida de forma reiterada por este diario, los propietarios no han dudado en apoyarse en la nueva reforma laboral aprobada recientemente por el gobierno del PP.
La plantilla desconoce además cuáles son los planes de la empresa para la web. En ningún momento la compañía ha facilitado un plan de viabilidad para la misma, por lo que la asamblea de trabajadores defiende que estos compañeros cuenten con los mismos derechos laborales si en un futuro próximo desaparece también la versión digital.
Los trabajadores de Público exigen además que la empresa indemnice a la plantilla de una manera justa y coherente con los principios defendidos por este diario. Además, los colaboradores llevan varios meses sin cobrar.
Dentro del compromiso con nuestros lectores, queremos dejar claro que una web con 26 personas (entre periodistas, informáticos y personal de administración) no es de ningún modo suficiente para mantener la calidad del diario en el que llevamos volcados desde septiembre de 2007.
El diario Público va más allá de una propiedad empresarial. Lo hemos creado entre todos los trabajadores (plantilla y colaboradores) que, durante casi cinco años, hemos levantado este proyecto y, hasta en las peores circunstancias y sin cobrar la nómina, lo hemos sacado adelante. Público pertenece a sus trabajadores y lectores, que son los que han creído en una manera de hacer periodismo que va más allá de ningún interés empresarial.
Fdo:
Los trabajadores de Público

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Y pensar que este periódico fue el banderín de enganche del "talante" mediático del PSOE. Ahora se acoge a la ley de despidos de la nueva reforma laboral del PP para poder echar a la calle a la mayoría de los trabajadores y dejar sólo a 26 cobrando lo mínimo. Lobos con piel de oveja. Y una vez más la demostración de que no son las ideas las que cambian al hombre, sino el hombre el que manipula y cambia las ideas a su gusto y conveniencia aunque tenga que pasar por encima del cadáver de la decencia y de la honestidad. No echemos nunca más culpas ideológicas abstractas basándonos en siglas políticas. La responsabilidad es de cada uno de nosotros. Unos por actuar fatal y traicionar a sus hermanos de humanidad en falso beneficio propio. Otros por aprovecharse del mal que hacen los demás y colaborar aprobándolo. Otros cooperando con su silencio y su apatía. Otros criticando y haciendo lo mismo en otros campos igualmente importantes. Otros yendo de "sobraos" puristas que no ven nada bueno en nadie y paralizan y desactivan el valor de los demás con su actitud, otros porque les hacen caso y se resignan ante los stops de la inutilidad. Otros porque se pasan la vida poniendo zancadillas a quienes tienen buenas ideas e iniciativas por el sólo hecho de que esas ideas no han sido las "suyas". En fin, un desastre, que sin embargo tiene el facilísimo arreglo de despertarse y de pronto ver esta película de humor negro gobernando nuestras vidas y haciendas.
En vez de dramatizar victimizándose y acusando, despertar. Salir del agujero mental y malhumorado. Reunirse. Informarse. Reflexionar. Detectar objetivamente el problema sin  perder energía en insultos y ofensas, aunque llamando a las cosas por su nombre. Reivindicar lo que es justo mientras lo vamos poniendo en marcha, por si las moscas. Por si resulta que los administradores de "lo justo" deciden lo contrario y nos toca a nosotros hacer lo que deberían haber hecho ellos, que será lo más probable.
Y no perder en absoluto el optimismo, ni la tranquilidad de que las salidas imposibles lo son hasta que se inventan y se ponen a funcionar. ¿Quién pensaba que pudieran pararse desahucios con la presencia de los ciudadanos en la puerta de las víctimas y que policía, cerrajeros y banqueros se darían la vuelta y se irían de vacío porque encontraban personas informadas de sus derechos y abogados y jueces justos que apoyaban a los desahuciados sin cobrarles nada? ¿Quién pensaba el verano pasado, en plena debacle desahuciadora, que hoy las hipotecas pudiesen convertirse en alquileres con derecho a seguir la compra? Cuando    comentábamos esas posibilidades  la gente torcía el gesto y se lo tomaba como una ilusión irrealizable. Pero ahora empiezan a ver que nada válido es imposible cuando "conspira" a favor de la inteligencia universal que se manifiesta en el bien común. No para perjudicar a nadie, sino para favorecer a todos. La banca tenía miedo a perder sus préstamos y en su miedo se cerraba la puerta a la solución más lógica. Con el simple cambio de concepto de hipoteca en alquiler, el dinero fluye, las personas no se quedan en la calle ni pierden lo pagado, ni los bancos se quedan sin poder cobrar y con un montón de casas invendibles por las que deberán pagar millones por el IBI.
Fuera miedo. Fuera violencia. Fuera rencor histórico e histérico. Fuera actitudes deprimentes colectivas y contagiosas. Fuera la "seguridad" patólogica del fracaso hagas lo que hagas. Hace falta un trabajo personal para que el cenizo íntimo se civilice, se limpie y se haga claridad y serena esperanza. Lo conseguiremos si queremos. Quien quiere puede. Siempre que lo que quiera sea el bien de todos por encima de sus fijaciones particulares. Si queremos un mundo mejor, deberemos erradicar la miseria personal mientras tratamos de erradicar la colectiva.




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