ENTREVISTA: EDGAR MORIN, FILÓSOFO
"Los indignados denuncian; no pueden enunciar"
El filósofo francés Edgar Morin, uno de los autores de referencia para los movimientos de protesta social, recala en Madrid para hablar sobre la esperanza.
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No sé si serán los años. No sé si será el vicio de la observación sin acción como subsistencia. La condición voyeur del pensador de oficio y su asepsia metodológica. Pero qué casualidad que, excepto José Luis Sampedro y Jordi Pigem, no se haya encontrado todavía un sólo "maestro" del pensamiento revolucionario (?) actual que tenga un verdadero acercamiento a la realidad social de ahora mismo, que tenga un campo de acción unido al campo visual desde el que observa cómodamente y viviendo de sus penosas observaciones a golpe de libro editado y comprado a un precio aceptable por los sufridores de la crisis, que intentan aplicarse sus ideas, mientras ellos, los pensadores, se nutren del postmileurismo o del subsidio de paro de los forzosos reflexivos a cerca de la cosa pensante y bloqueada por la cosa contante y sonante.
Qué casualidad también que sean señores octogeno-nonagenarios -menos Pigem- los que digan algo sobre la situación delicuescente que atraviesa el planeta, como Z.Bauman y su sociedad, más que líquida, liquidada, y este fácsimil baumánico, Morin. Los dos convienen en el mismo método observador y en el diagnóstico abstracto de la teoría. Primero se adjudican el término "indignados" atribuyendo su enunciado oficial a Hessel, otro abuelo que se nutre de la indignación que entre todos califican de "juvenil", sólo porque para ellos, todo lo que no alcance los noventa, debe ser juvenil. Es un punto de referencia ombliguista y reductivo. Un error de percepción, debido seguramente a la distancia con que contemplan y analizan a toro pasado, muy de lejos, la raiz y la indignofanía del fenómeno.
Qué casualidad también que sean señores octogeno-nonagenarios -menos Pigem- los que digan algo sobre la situación delicuescente que atraviesa el planeta, como Z.Bauman y su sociedad, más que líquida, liquidada, y este fácsimil baumánico, Morin. Los dos convienen en el mismo método observador y en el diagnóstico abstracto de la teoría. Primero se adjudican el término "indignados" atribuyendo su enunciado oficial a Hessel, otro abuelo que se nutre de la indignación que entre todos califican de "juvenil", sólo porque para ellos, todo lo que no alcance los noventa, debe ser juvenil. Es un punto de referencia ombliguista y reductivo. Un error de percepción, debido seguramente a la distancia con que contemplan y analizan a toro pasado, muy de lejos, la raiz y la indignofanía del fenómeno.
La indignación no ha nacido con Hessel, sino con la injusticia, la arbitrariedad e inutilidad de la clase política, empeñada en el pánico prefabricado por EEUU y su tejemaneje bursátil y enfermo de merchandises , seguido como un patético catecismo por una UE que se avergüenza ante el coloso yanky de sus avances sociales y culturales. Esa indignación no la ha inventado Hessel, ha sido Hessel el que ha hecho un bet-seller con ella. Y tampoco es un invento de esa masa informe que nuestros preclaros próceres pensantes llaman "juventud" como si fuese una marca blanca de supermercado, creada por ellos. Esa indignación se ha ido fraguando en todos, como un convencimiento nada líquido -señor Bauman-, sino como una certeza completa que en el día día y año tras año, ha tomado forma, cuerpo, razones, argumentos y enunciados -señor Morin-; la masa del descontento no se fragua en un mes ni en un año empujada por un birlibirloque filosófico de laboratorio elucubrante. Es un penoso y dramático gotero que termina por llenar el recipiente de la paciencia y de la resignación hasta hacerlo rebosar.
Y no es el filósofo oportunista y circunstancial el que se la inventa y la enuncia, sino los ciudadanos cada vez más despiertos los que la sufren y terminan, por primera vez en la historia, por denunciarla mientras la van enunciando y anunciando, definiendo y extendiendo por medio de la propia dinámica de los hechos que la provocan y el como gestionarlos. Y digo que es un fenómeno nuevo para todos, porque las revoluciones hasta ahora siempre han necesitado un impulsor ideológico, unos raíles directores de la maniobra. La izquierda necesitó un Marx y la derecha capitalista un Keynes. Las religiones, un "inventor" con sucesores, los imperios unas dinastías, ya sean biológicas o ideológicas. Y ustedes, los filo...observadores y enunciadores de la evidencia a grosso modo, -porque la "sofía" les queda muy a trasmano-, no tienen ni idea de como afrontar algo que se les escapa por todas partes. Que no atinan a clasificar con sus parámetros cómodos de siempre. Porque parece una revolución, pero no es violenta como las revoluciones. Parece una comuna hippy universal heredera del 68 y sus fórmulas mágicas de la huída hacia sustancias paradisiacas, pero tampoco es que los perrosflautas se droguen en masa; más bien, tienen las mentes muy despiertas y afincadas en la realidad. Parecen ilusos bien pensantes y utópicos, pero saben gestionar con mucho acierto los problemas que se presentan, negociar con los bancos hasta lograr acuerdos benéficos para todos. Parecen desde lejos estudiantes de COU, pero no se sabe por qué resulta que cuando te acercas hay catedráticos, médicos, maestros, abogados, ingenieros, arquitectos, farmacéuticos, albañiles, señoras de la limpieza, sastres, vendedores de boinas, panaderos y falleras, agricultores y artesanos. Jardineros, periodistas y políticos por vocación, no por dinero ni glamour. Niños, abuelos, padres, hermanos; sobre todo hermanos sin consanguineidad imprescindible.
Y es esa especie de falla tectónica entre realidad y pseudo-sofía, lo que separa el pobre análisis de estos ilustres vejestorios, de la praxis ciudadana e imparable que está naciendo de la conciencia despierta. Quizás un fenómeno que no acaban de entender quienes no lo viven en directo y lo confunden con la mente entrenada para pensar teoremas y acumular datos, que es en lo que se han convertido los "intelectuales" tan delicuescentes como la sociedad "líquida" que perciben.
Y no es el filósofo oportunista y circunstancial el que se la inventa y la enuncia, sino los ciudadanos cada vez más despiertos los que la sufren y terminan, por primera vez en la historia, por denunciarla mientras la van enunciando y anunciando, definiendo y extendiendo por medio de la propia dinámica de los hechos que la provocan y el como gestionarlos. Y digo que es un fenómeno nuevo para todos, porque las revoluciones hasta ahora siempre han necesitado un impulsor ideológico, unos raíles directores de la maniobra. La izquierda necesitó un Marx y la derecha capitalista un Keynes. Las religiones, un "inventor" con sucesores, los imperios unas dinastías, ya sean biológicas o ideológicas. Y ustedes, los filo...observadores y enunciadores de la evidencia a grosso modo, -porque la "sofía" les queda muy a trasmano-, no tienen ni idea de como afrontar algo que se les escapa por todas partes. Que no atinan a clasificar con sus parámetros cómodos de siempre. Porque parece una revolución, pero no es violenta como las revoluciones. Parece una comuna hippy universal heredera del 68 y sus fórmulas mágicas de la huída hacia sustancias paradisiacas, pero tampoco es que los perrosflautas se droguen en masa; más bien, tienen las mentes muy despiertas y afincadas en la realidad. Parecen ilusos bien pensantes y utópicos, pero saben gestionar con mucho acierto los problemas que se presentan, negociar con los bancos hasta lograr acuerdos benéficos para todos. Parecen desde lejos estudiantes de COU, pero no se sabe por qué resulta que cuando te acercas hay catedráticos, médicos, maestros, abogados, ingenieros, arquitectos, farmacéuticos, albañiles, señoras de la limpieza, sastres, vendedores de boinas, panaderos y falleras, agricultores y artesanos. Jardineros, periodistas y políticos por vocación, no por dinero ni glamour. Niños, abuelos, padres, hermanos; sobre todo hermanos sin consanguineidad imprescindible.
Y es esa especie de falla tectónica entre realidad y pseudo-sofía, lo que separa el pobre análisis de estos ilustres vejestorios, de la praxis ciudadana e imparable que está naciendo de la conciencia despierta. Quizás un fenómeno que no acaban de entender quienes no lo viven en directo y lo confunden con la mente entrenada para pensar teoremas y acumular datos, que es en lo que se han convertido los "intelectuales" tan delicuescentes como la sociedad "líquida" que perciben.
Aquí, señores pensantes y rancios en el tipo de pensamiento, un poco fósiles y no necesariamente por la edad, sino ex modi cogitantis -por el modo de pensar, para quienes no estudiaron latín-, está sucediendo la vida; una forma nueva de entenderla. No es revolucionaria, sino evolucionaria y consciente de su propio proceso. Por primera vez en Occidente no hay escapismo hippy ni violencia masificada. Por primera vez no hay "masa" ni obrera ni capitalista. Hay individuos comunitarios, que "comunican", que "comulgan" entre sí articuladamente, bioenergéticamente, y con el mundo circundante, que aprenden juntos lo imprevisible y lo integran sin conflictos violentos. Por primera vez, la única violencia -excepto en los enfermos psíquicos y telemanipulados- viene de la policía y de las instituciones. El único antecedente fiel de los indignados 15M es el movimiento de resistencia pacífica y creativa de Gandhi. ¿Dónde han visto ustedes que una asamblea reivindicativa y de protesta, antes de salir al ruedo, se ponga a meditar sin fumar marihuana o haga una tabla de tai-chi, para centrar la energía en el presente del bien común o lea un texto poético mientras los músicos presentes acompañan con improvisaciones? No lo han visto nunca ¿verdad? Eso les pasa por vivir tantos años encerrados en sus burbujas de laboratorio, viviendo de rentas pasadas, analizando y haciendo autopsias al tejido existencial del mundo, pero tan lejos del alma humana y su conciencia, que se han perdido el crecimiento, como esos padres que por ganar dinero y tener lujos en casa, se pasan la vida trabajando como bestias y al final se han perdido su paternidad, el contacto con los hijos, su crecimiento y su esplendor. Y entonces, cuando llegan a viejos sólo les queda el asilo de su soledad, tan ocupada y tan distante de la realidad donde nace el amor. Sí. Porque sólo el amor puede enunciar con propiedad lo que es la indignación inteligente, creativa y generosa del 15M. Que por algo nació en primavera. Y no sangrienta como la árabe. Sino fraterna y respetuosa, peregrina y caminante. Servidora y humana.
Otro mundo. Otro plano. Otra energía, señor Morin. Que tal vez sea imposible comprender y catalogar con los viejos axiomas y esquemas. Renovarse o "morín". Es lo que hay.
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