domingo, 25 de marzo de 2012

BENEDICTO EN MÉXICO: LA SOGA EN CASA DEL AHORCADO


El Papa, en el encuentro con los niños hoy en Guanajuato / YURI CORTEZ (AFP)

Las víctimas de Maciel acusan al Papa de ocultar el escándalo

LUIS PRADOS León (Guanajuato) 215
Los afectados por los abusos del fundador de los Legionarios, critican que el Papa no los incluya en su agenda mexicana
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La realidad de las denuncias y de la injusticia sin escrúpulos es más elocuente que cualquier discurso. Ratzinger ha dicho en México que hay que proteger a la infancia. Lo que no ha dicho es qué hace la iglesia para evitar la pederastia, qué cambios ha introducido en el derecho canónico para penalizar a los criminales que dentro de la iglesia son los verdaderos protegidos porque "están enfermos" y fuera de ella son unos pecadores irredentos y degenerados; qué programas de desarrollo está poniendo en marcha con la venta de sus tesoros artísticos y catastrales para evitar que la infancia del tercer mundo se extinga en manos del hambre, la enfermedad, el abandono y los experimentos vacunadores en los que son usados como cobayas humanos, por los laboratorios farmacéuticos. La figura de un jefe de estado religioso, que dice predicar a Jesucristo con los métodos de un mundo corrompido no tiene la menor fuerza ética ni autoridad alguna para criticar una barbarie en la que su propio poder está participando y colaborando descaradamente. Si el papa católico siguiese el evangelio, ningún estado corrupto le recibiría como a un colega y mucho menos como a "su santidad", más bien le evitarían y le condenarían por denunciar, con su conducta más que con sus palabras, los delitos de lesa humanidad que la política y el dinero del mundo comenten continuamente. No se puede seguir el evangelio de Jesucristo y ser aplaudidos por quienes le crucifican constantemente con sus actos injustos y crueles.

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