viernes, 9 de marzo de 2012

MEJORANDO LO PRESENTE, SEÑOR ROIG

Hace un par de días escribí acerca de Mercadona y de su espíritu tan humano como eficiente, del buen rollo que dan sus tiendas y sobre todo sus empleados a los que nunca se ve estresados ni tensos. Que, según ellos mismos comentan están muy bien considerados y tratados porque se sienten socios de su empresa. 
A continuación el señor Roig hace una declaración de principios y suelta, como el que no quiere  la cosa, que su modelo ideal de trabajo es el chino. No me cuadra la realidad que se ve entre los empleados de esa empresa y la que se observa en las tiendas de los chinos y sobre todo en la sociedad china que es más que nada un agobio, una bulimia ambiciosa y obligatoria de hormiga malpagada e intoxicada por la supervivencia a costa de lo que sea. Que es el mal del que está, precisamente, enfermo casi al límite terminal, nuestro pobre planeta. Desde luego no ha sido un acierto esta observación de Juan Roig. Ni creo  siquiera que se ajuste a la realidad de lo que este empresario piensa y hace. Es muy posible que haya querido referirse a la laboriosidad incansable de los chinos, a su afán de trabajar y a su resistencia en las peores condiciones, a esa combinación entre estoicismo y pragmatismo que les hace tan fuertes e hiperactivos. Sólo eso. Lo digo por lo que se ve en las tiendas mercadona que son  el polo opuesto a las chinas, en cuanto al estado del personal de refiere. Yo diría que esa chinificación laboral se ve mucho más en Consum, donde la presión sobre los empleados es terrible. Poquísimos y desconcentrados por la cantidad de tareas y de superficie a organizar y atender. Y seguramente sin los beneficios económicos de su rival. Como es el caso de Mercadona. Empresa intachable en ética productiva y por eso mucho más rentable que las explotadoras habituales.

El ideal chino de empresa  es un atentado de lesa humanidad contra derechos tan fundamentales como la salud, la dignidad, el trabajo, el respeto, la libertad, la justicia distributiva, la convivencia y  hasta la vida. El modelo chino es una bomba de relojería en el mundo civilizado. Una olla a presión planetaria que si estallase antes de que la inteligencia natural de los propios chinos la desactive, provocaría efectos irreparables al mundo entero. Una batería de millones de misiles incontrolables contra la civilización, que hay que desmontar en vez de alimentar y mucho menos tomar como ejemplo productivo. La chinez social es un engendro híbrido, un cruce genético-social, entre lo peor del capitalismo y lo más aberrante del comunismo. Es la fórmula perfecta para que el hombre desaparezca para siempre como los dinosaurios. Enfermos del mismo mal. La bulimia y la fiereza. La mente aplicada a la depredación convertida en metástasis comunitaria contra la propia vida. Acompañada de la quimio y la radioterapia de la agresividad que produce la ausencia de ética alguna, que elimina de raiz todo lo que sobrepase la rapiña empresarial y la expansión contra natura, a toda velocidad, por cualquier medio, ya sea la toxicidad de alimentos, utensilios, juguetes, ropas y calzado. El fin sin sentido que justifica cualquier medio para enriquecerse a velocidades supersónicas, para que el sinsentido de ese enriquecerse absurdo, vaya liquidando lo que que queda de lúcido y de sano en la humanidad. La alienación completa. El imperio de los robots autoprogramados. Self made. ¿Alguien se pregunta cuando ve los precios de los artículos made in China, cuánto le habrán pagado a los que los fabrican, para que aquí, con transporte incluído cuesten lo que cuestan? ¿En qué condiciones de clandestinidad y hacinamiento funcionan las vidas secuestradas de millones de operarios esclavos, niños incluídos, y qué control sanitario de productos químicos se ha realizado sobre las mercancías para que un jersey o unas botas cuesten 10 o 12 euros en esos almacenes de la miseria?

Se me hace imposible traspolar lo que veo y percibo en Mercadona a lo que veo y percibo en esa chinatown de la degradación hormiguiforme que nos invade e intenta rentabilizar y apoderarse de lo que admira sin comprender como en sus hormigueros se degrada y se pudre. Y apesta hasta físicamente. No por chinos, sino por ignorantes, por teleprogramados en su hiperactividad inhumana. 
Parece mentira que se haya establecido un miedo al terrorismo islámico y no se detecte el terrorismo depredador del dinero como único objetivo, que además de enfermar los cuerpos, las mentes y la sociedad,  mata la vida y la esencia humana hasta en su raíz más profunda. Gota a gota. Deteriorando una filosofía antigua y sabia como la oriental hasta ponerla al servicio de la ambición y el exterminio. Como se hizo con el cristianismo poco a poco. Mientras nos entretienen con las guerras provocadas entre los árabes y su fanatismo religioso. China tiene una potencia nuclear mucho más grande que Irán y nadie le dice nada. Porque en el fondo y en la forma, China es el modelo productivo de la economía USA que ha conseguido aniquilar a su enemigo marxista y está contagiada del mismo mal. 

Habría que preguntar al señor Roig si sus palabras se han limitado a alabar la laboriosidad de los chinos o la política de sus empresas depredadoras. Debería aclararlo y ponerlo en su verdadero contexto. Más que nada porque en la prensa, particularmente española, existe el vicio crónico de buscar los matices peores que puedan enturbiar las buenas noticias. Es el trasunto de la miseria innata de Celtiberia. El chismorreo de lo deforme. Buscar lo peor de cada idea para chafar lo útil y aprovechable que pueda contener. Alabar lo que no se puede conseguir y echarlo por tierra cuando alguien lo consigue. Criticar sentados en un sillón ante la tv lo mal que juegan los futbolistas un partido  y apuntarse los goles del triunfo como si los hubiesen marcado ellos, mientras beben, comen, fuman y despotrican de lo divino y de lo humano. Ya sea en casa, ya sea en las tertulias del canal 24 Horas, la COPE, Onda Cero o la SER. O la prensa escrita on line, como en este caso.
Un asquito.

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