sábado, 30 de octubre de 2010

Por qué nunca he sido ni seré comunista

La marcha de Marcelino Camacho hacia planos más altos, me hace hoy reflexionar sobre lo que me motiva personal y socialmente. No sobre creencias, que procuro no tener, porque las creencias son las fijaciones del miedo y el bloqueo de la conciencia libre y sana. Las convicciones ideológicas y las creencias religiosas, suelen ser más bien un encadenamento a aquello que produce seguridad y nos impide evolucionar.

En mi camino he optado por los valores. Llamo valor a toda cualidad que hace crecer y que hace comprender , que amplía el ámbito de la conciencia y nos ayuda a superar las limitaciones de nuestro egoísmo, sea personal, asociativo, corporativo,familiar, religioso, polítco, etc.
En el campo de las reivindicaciones justas, del trabajo solidario que requiere la cooperación y no el enfrentamiento, en el diálogo entre distintas opciones, en la responsabilidad personal y compartida, creo que está la clave del progreso. Pero siempre, dentro de la disciplina de la ética, escrupulosamente respetuosa, capaz de escuchar, de pensar sin prejuicios y de reflexionar sinceramente. Con honestidad. Capaz de admitir lo distinto sin miedo alguno a perder nada si se ve más lejos y se descubre que aún tenemos mucho que aprender los unos de los otros y que nada está determinado ni es mejor porque sea lo "mío". Y que he podido estar equivocándome durante mucho tiempo y que se puede rectificar a través de un proceso de maduración personal. Nunca por imposición. Nunca por obligación. Nunca por temor ni por quedar bien, ni por respoder a las expectativas que otros puedan tener sobre uno mismo.
Los valores, como las plantas el riego, necesitan el aire fresco de la libertad. No entedida como capricho y ramalazo libertino, sino como responsabilidad y riesgo. Ser libre significa ser consciente de los resultados de las propias decisiones. Y asumirlos. Eso reuqiere un proceso de selección. Una vía de inteligencia y de hondura cognitiva.
Ser animales bípedos y erectos, pensantes mecánicos, sin conciencia desarrollada, no nos convierte en humanos. Aunque hagamos lo que nos gusta y no seamos capaces de admitir lo que no produce placer inmediato o requiere un esfuerzo o un sacrificio necesario. Para ser humanos de verdad necesitamos desarrollar el órgano de la libertad responsable. La libertad superior.
Cuando se carece de esta cualidad aparece la necesidad de la tiranía como controladora absoluta de aquello que personalemente escapa al autocontrol. Históricamente se puede observar que tras un periodo de represiones políticas hay una revolución casi siempre violenta, que reclama las libertades y las consigue, porque todos aspiran a ellas. Sin embargo no se crece, se dispersa la fuera en los caprichos infantiles del ego. Se rebaja el listón de la pedagogía,se suprimen valores imprescindibles y se hace de lo efímero y de lo inmediato el único camino posible. Por conseguir se especula, no se espera,no se trabaja,se corre, se acelera,no hay objetivos sólidos, sino chapuzas oportunistas que produzcan dinero,placer, triunfo y poder. De ahí a la corrupción y al deterioro personal no hay nada más que un paso cortísimo. Es un mundo estupefaciente. La droga material es el signo físico de ese estado de adicción insostenible que termina en la neurosis colectiva, en los pánicos generlizados y en la enfermedad del individuo. Una vez que la sociedad cae en ese marasmo, se suspira por el "orden", por las leyes endurecidas que castiguen a los "malos", pero no se ve que esos malos son la consecuencia de nuestras propias debilidades e irresponsabilidades. Son como nosotros, pero más atrevidos y más inconcientes. Entonces, se crea un clima que añora los años represivos donde todo estaba en "orden". Y se vuelve a la represión de ayer camuflada en los vicios de hoy. Esa es la dinámica entre el comunismo y el capitalismo,entre las épocas de imperio y las de decadencia, que son dos caras de la misma moneda: de la incapacidad humana para salir de la inercia. Esa incapacidad genera revoluciones y catásrofes como catarsis, desgasta la energía de los pueblos y la deja siempre atascada en el mismo proceso del círculo vicioso, durante el cual se despiertan individualidades capaces de ver un poco más lejos, esos son los maestros, cuyas enseñanzas se ponen en marcha a través de los lideres sociales o religiosos, que tienen mucho magnetismo de masas y mucho ego. El magnetismo de estos lideres atrofia y arrastra las posibilidades de despertar de los individuos. Los convierte en masa imprescindible, en cuanto a número, para el proyecto que se lidera. Y la masa impide el despertar. Da igual que el motivo sea capitalista o comunista. Los dos sistemas están basados en el sueño de la conciencia. Los dos terminan por esclavizar y secuestrar la libertad verdadera. La esencia humana. La capacidad intelectiva y crítica que hace posible la evolución consciente. El hombre convertdo en cosa. Sea una pieza en la máquina proletaria,que una pieza consumista en la máquina del holding mundial, que degrada tanto y es tan dictatorial como un leninismo ultra. Y creo que aún más pervertido, porque una represión a las claras se ve venir, cfrea resistencia y defensas ineternas, razones para la disidencia, pero una represión disfrazada de libertad y de falsos derechos humanos, no se detecta hasta que de repente una crisis económica arranca las caretas y se para la música en el baile de disfraces y aparece un continente como Europa, aplastado por la banca ineternacional y con los plenos poderes para gobernar el mundo laboral, empresarial, institucional y social. Y se impide al presidente electo de USA, cumplir el programa que le llevó a la Casa Blanca.
Por todas estas razones nunca he sido ni seré comunista, ni fan de las falsas libertades de la plutocracia etnocéntrica que ahora gobierna el mundo. Entre esas dos pulsones la humanidad está perdiendo el alma, que es la vía de salida de la caverna ancestral.

Pertenzco y perteneceré a la humanidad de los valores eternos. Al estado de gracia y de justicia que se deriva del amor a los semejantes através del bien común. De la maduración de la sustancia humana através de la solidaridad, de la bondad, de la denuncia de lo que no funciona, del diálogo,de la proximidad, de la amabilidad, del ánimo y de las ideas para mejorar. De al responsabilidad en vez del castigo inúitil que sólo genera delincuencia y rencor, resentimiento e incomprensión.

No soy de nadie. De ninguna ideología. De ninguna escuela. De ninguna facción. Y soy de todos. No puedo concebir la enemistad, aunque las diferencias me parezcan importantes y necesarias para poder crecer y elegir. Por eso no tengo miedo nunca. A pesar de que el mundo muestre lo peor que tiene en el catálogo de los horrores. Sí tengo prudencia porque no quiero herir a nadie con agresiones o con desprecio. Son mis iguales. Y el daño que sufriesen por mi causa sería mi daño, por eso mismo el daño que me intentasen hacer, tarde o temprano, sería el suyo. Una dinámica absolutamente inútil y estúpida.Indigna de seres inteligentes y avanzados.

En fin, que gracias, Marcelino Camacho, por tu existencia, porque tu bondad como hombre justo no se eclipsó con la militancia política y sindical. Por eso quedas como un símbolo de inteligencia vital y de bondad serena, en medio de un tiempo surrealista y arbitrario, donde la humanidad ,como Ulises, a trancas y barrancas, intenta encontrar la salida de la gruta del cíclope. Aunque para eso deberá amarrarse al mástil del barco de la evolución y pasar del canto de las sirenas irreales que el egoísmo salvaje no deja de entonar en el mar de la confusión.
Y ahora que estás en el cielo de los hombres y mujeres buenos, ora pro nobis, querido hermano Marcelino.

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