miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Quién es el más importante, el señor visitante o los pobres visitados?

"Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros no entreis en eso;al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más inexperto y el que dirije sea el que sirva a todos.¿Quién es más grande, el que está sentado en la mesa o el que la está sirviendo?Direis que el que está sentado, ¿verdad? Pues no es así. Yo estoy entre vosotros como servidor."
(Lucas 22,24-27)

Parece que Jesús tenía muy claro el testamento que nos dejó. Y parece que los autoproclamados albaceas testamentarios no se han enterado todavía del legado que pretenden gestionar ante la perenne minoría de edad de los herederos. No es ya sólo una responsabilidad papal el estado de cosas que se aceptan con una naturalidad espeluznante. Es la falta absoluta de madurez humana y por tanto, incapacidad para alcanzar la madurez de lo divino, lo más preocupante. A estas alturas la humanidad ya no debería ni siquiera acudir a tales convocatorias del ego religioso convertido en espectáculo. Sólo la experiencia vivida se convierte en signo, en símbolo. La experiencia con la iglesia...tal y como la estamos sufriendo, es signo de lo contrario de lo que pretende, excepto para quienes coinciden en el grado inmaduro de entender la "seguridad" fundada en el dogmatismo y en la obediencia ciega a cánones tan antievangélicos como arraigados en el miedo colectivo, en la ignorancia y en la falta, precisamente, de experiencia directa con la Fuente real y fundante del Espíritu real de Jesús, el Ungido.
El Espíritu Santo, del que esa jerarquía se ha constituido cancerbera obedecida ,mecánicamente, por una masa teledirgida, es el gran desconocido. Y por tanto sus dones están ausentes. Se ve. Y se nota en todo.

Nunca será una jerarquía prepotente y hueca la que pueda mejorar nada. Jesús ya lo advierte y lo deja clarísimo, no sólo por lo que dijo, sino sobre todo por lo que hizo.

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