sábado, 16 de octubre de 2010

La innovación positiva frente a represión negativa

Estos días se ha establecido en Italia una polémica que nos debería hacer reflexionar a todos los ciudadanos del mundo. Un profesor de una universidad ha dicho que el holocausto no fue para tanto y que los judíos se han pasado con su victimismo. La reacción de la comunidad judía italiana ha sido, como era de esperar, contundente y rigurosa, con todo el derecho del mundo ,y ha clamado en los medios de comunicación por el mantenimiento de la memoria histórica del holoausto nazi. También ha sugerido la promoción de leyes que castiguen el negacionismo en el derecho penal. Esta propuesta ha levantado un sarpullido general en la prensa liberal de un pais de cultura fundamentalmente centro-liberal como es Italia. Un pais de individualidades, de ciudades y regiones-estado, desde el desmembramiento del imperio romano, donde cualquier indicio de imposición se convierte en amenaza, (aunque luego ellos mismos voten a la amenaza más grande y le den todos los poderes para oprimirlos, como les está ocurriendo desde hace ya unos cuantos años, pero ese riesgo lo tenemos todos los europeos en este momento. A la vista está.)

Ahora mismo una corriente ultratodo recorre nuestro continente. La crisis de valores, la crisis económica, la crisis del vacío de conciencia están creando miedo al desorden, a la inseguridad.Cuando el miedo triunfa, las libertades se acaban. Se buscan regímenes autoritarios que garanticen la estabilidad y se eleva al poder a la parte más zafia y corta de miras de la política y de la sociedad. La que parece más segura de sí y más contundente en sus decisiones populistas y falsamente democráticas. Porque no educa ni consulta a los ciudadanos, los maneja.Los manipula. Los mete en una guerra en contra de la voluntad ciudadana y luego les hace sufrir las consecuencias,como fue el caso de España con Aznar,Irak y el 11M. O Inglaterra con Blair y la masacre de Londres. Y eso son dictaduras voluntarias, que aprovechan la democracia para subir al poder y cargársela. Convertirla en un despotismo de seguridadas falsas a cambio de sumisión. Este tipo de sociedad y de política ,que usará el terror y el desorden para hacerse con poderes tiránicos y forrarse con la corrupción, está contra la memoria humana, porque en ella está la clave del aprendizaje. Aprendemos porque recordamos la experiencia adquirida. Si se borra esa experiencia hemos perdido el sentido de la historia, somos piezas de caza, ganado para alimentar a los depredadores del poder. Esclavos fashion de lo que nos imponen para su propio beneficio, de sus leyes pensadas para dejarles inmunes de sus priopios delitos. Por eso el ciudadano tiene el deber moral de informarse y participar, reivindicar y exigir que se cumplan los deberes de los dirigentes y rechazar las leyes injustas. Hasta ahí, el panorama general. Ahora, el problema.

¿Es lícito promulgar unas leyes que consideren delito punible el olvido de la memoria histórica, que se juzque y se condene a quienes nieguen y/o justifiquen el tiempo del terror? Podría ser lícito, pero ¿sería eficaz, preventivo y pedagógico, que es lo que interesa de verdad?
Dilema: Si se penaliza la opinión, la concencia no crecerá, estaremos generando un miedo al castigo y, de rechazo, aumentando el sentido fabulatorio de "víctimas" en quienes debería haber crecido el arrepentimeinto por apoyar a los verdugos. ¿Habría que dejar libremente que el olvido de la historia nos lleve otra vez a los mismos derroteros del horror, ya que quienes no conocen la verdad del pasado lo acabarán repitiendo de nuevo? No es ético ocultar la verdad de la historia. En la escuela debe estudiarse y explicarse, sin complejos ,qué es una dictadura y cuántas veces nuestro país la ha sufrido. Y cuales causas han producido guerras civiles. Hay muchos modos de educar y de promover actividades escolares, familiares y sociales, de barrio y de ciudad, para activar la conciencia cívica, no sólo la exaltación del orgullo regional ,nacional, político o religioso, sino de la dignidad humana que ninguna ley ni poder puede ni debe lesionar ni conculcar jamás.
Los legisladores tienen en sus manos los medios para favorecer el crecimiento cívico y ético de los ciudadanos. Y la obligación moral de hacerlo. Las leyes sólo están para castigar los vacíos de la conciencia humana, para frenar lo que la educación y la evolución no han conseguido solventar aún. Pero no podemos gobernarnos eternamente con amenazas y prohibiciones, porque no dará más resultado que una sociedad bloqueada, reprimida e hipócrita.
Sin embargo hay que tener en cuenta que no toda la comunidad humana está al mismo nivel de entendimiento ni de recursos personales ni capacidades cognitivas. Y tiene que haber una escala de "permisos" o privaciones para quienes aún la necesiten. Una retribución para quienes aún no pueden vivir de acuerdo con el principio básico del imperativo categórico kantiano -"actúa y vive de tal modo que tu conducta se pueda convertir en ley universal"- o como en el Evangelio de los cristianos o en la Torá judía, en el Corán o en las en las enseñanzas del Bagavah Gita, en el Budismo o en el Taosimo se apunta como norma elemental e imprescindible -"ama y trata a tu prójimo como a ti mismo. Haz por él lo que quisieras que hiciesen por ti y nunca le hagas aquello que tú jamás querrías soportar que te hiciesen"-

Partiendo de esos principios, habría que promover escuelas cívicas y públicas para adultos y conceder a los asistentes ventajas a la hora de promocionarse laboralmente, igual que cuenta saber idiomas o tener másters especializados. Sí. Con grupos de reflexión y trabajo, con debates semanales en televisión y radio. Unas redes sociales informáticas acreditadas personalmente, con un ideario y un código de valores, como clubs, en los que se pueda debatir y crecer sin irse por las ramas. Debatiendo obras y legados culturales que ayuden a la promoción da la conciencia. Y realizar estudios serios y homologados como en una universidad a distancia, con prácticas y tutorías personalizadas. Viajes guíados por maestros ecpecialistas en el tema de la integración, a puntos decisivos del Planeta que permitan conocer en directo culturas y formas distintas de ser y entender la vida.
También sería muy útil establecer un servicio compensatorio para ayudar a comprender a los más retrógrados, es decir, agresivos e impositivos. En vez de cárcel o condena judicial, sería más útil un trabajo a realizar entre las personas o comunidades que han lesionado con sus palabras o sus escritos y unas clases obligatorias para aprender lo que aún les falta por conocer. Por ejemplo, al profesor negacionista italiano habría que ponerle a trabajar sobre el holocausto, a entrevistarse con la víctimas de abusos del poder nazi, a cinvivir con ellas un tiempo, pero no sólo judías, sino también palestinas o iraquíes o afganas. Por desgracia el nazismo o el fascismo, no son una ideología solamente, son un sistema de comportamientos que están inoculados en cualquier ideología, Y por supuesto, esa obligación contemplaría el pago personal de los gastos de su propio estudio y el dinero se emplearía en donaciones para ayuda a las víctimas de cualquier maldad social. Así se quitarían la tentaciones político-étnicas y se vería de verdad al hombre y su historia real, antes que la idea enrarecida que podemos tener de él. Así se podría reflexionar mientras se "paga la multa" por no saber estar a la altura que el ser humano merece alcanzar y por lo que tiene que esforzarse toda su vida si es que de verdad quiere estar integrado con pleno derecho en medio de los demás.
El valor de la conciencia sólo se descubre si se vive y se contagia. No se puede enseñar civilización con ideas teóricas. Ni caridad con limosneo. Ni igualdad con desniveles. Ni perdón con revanchas. Ni bondad con máscaras y fiestas lupercales de disfraces.
La represión sin conciencia es un semillero de delincuentes. Y la conciencia no nace con represión. La educación práctica en Valores es un seguro de civismo y sociedad ética, compasiva, solidaria, respetuosa y sobre todo, humana de verdad.

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