miércoles, 20 de octubre de 2010

El morboso videojuego de la noticia anestésica

A base de hacernos mental y emocionalmente más horizontales -perezosos- que verticales, cada día más cuadrúpedos y reptiles que bíbedos y erectos, cada vez más encriptados en la "seguridad", estamos desarrollando una sociedad enrarecida y con malformación congénita. Acojonada y absorta en su cada vez menos privada y más miedosa privacidad. Capaz de pasar por delante de una persona que agoniza en el suelo y rodearla o pasar por encima, como si fuese un saco de patatas.
El árbol es el esquema del crecimiento de la vida en todos los aspectos. El elemento natural que partiendo de lo subterráneo crece y se eleva hasta el cielo para alimentarse de él mientras se convierte en alimento, albergue y protección, para el resto de la naturaleza. Si sólo hubiese raíces no habría árboles, ni frutos, ni fotosíntesis que hiciese posible la vida en el intercambio entre luz y sustancia sólida. El desarrollo vertical del hombre es imprescidible para que pueda dar el salto evolutivo de la animalidad a la consciencia, que es la base de lo humano y la proyección hacia lo divino como meta cósmica que da sentido al existir para llegar a ser. Todo este proceso interesantísimo e imprescindible se disuelve en la velocidad de lo periférico. Perdidos en la noticia como videojuego mental y emotivo, se pierde el alma y se aborta la conciencia.
No quiero decir con esto que las noticias sean perversas en sí mismas, que a veces lo son, sino que en estado de dormición absoluta, dejamos que nuestra afición al cotilleo de la actualidad nos impida ahondar y comprender el sentido de lo que sucede fuera de nosotros y observar cómo lo que hacemos entrar a través de la mente y de los sentidos, nos modifica y nos asimila a aquello que consideramos una anécdota de la prensa diaria o de los reportajes y flashes informativos. Y así se produce una castración del potencial vertical para dejarnos, sin más, a ras de suelo. A merced del oleaje externo que barre la atmósfera psíquica del planeta. Lo podemos observar constantemente. El comentario general más oído es "estan locos", "qué locura de mundo!"..."están locos..." en vez de estamos locos y nos estamos convirtiendo en un manicomio planetario. Con el permiso y la equiescencia de todos.

Las noticias se ceban en el peor aspecto de los acontecimientos, los medios, y los titiriteros que los manejan, nos acostumbran a creer que sólo lo negativo es interesante. Lo positivo es un aburrimiento, porque no despierta lo peor, sino lo mejor de cada uno, laomás sano y feliz que tenemos. Y lo sano y lo feliz, no es negocio. Las personas felices no consumen nada más que lo básico. No acumulan objetos que les hagan la vida más llevadera, porque los sanos y felices no llevan la vida como una carga,sino como un regalo precioso y un desafío para crecer y progresar de verdad. No acumulan bienes innecesarios que les impiden ser libres con el exceso de preocupación que supone mantener poderes y teneres por encima de la capacidad soportadora de pesos y rifirrafes aleatorios. Un mundo poblado de seres libres, solidarios y responsables no necesita gobernantes, ni administradores. Sabe autogestionarse en lo personal como en lo común. Tampoco necesita religiones organizadas, porque los seres bienaventurados llevan dentro a Dios y viven dentro de Dios, como las gotas de agua constituyen los mares, los lagos y los ríos. No necesita castigos ni premios, porque en la conciencia despierta y con el alma sana, no se cometen delitos y el "mal" es una carencia de cualidades superiores y una estúpida e inútil pérdida de tiempo que retrasa el camino, que dispersa la energía necesaria para crear, para crecer, para inventar, para construir, para ver y disfrutar la vida en plenitud. Tampoco hacen falta bancos, porque el trueque y el intercambio de las cosas necesarias soluciona las necesidades nínimas de cada día. Tampoco hospitales, porque la debilidad del cuerpo se cuida y se recupera en casa, al lado de los seres queridos, amigos y vecinos y con la medicina natural que nace del alma, de la inteligencia, del estudio sabio, de la observación y del progreso espiritual e integrador de todas las facetas humanas.
En un mundo así, la prensa diaria haría una labor de despertar y de unir. Cuando las noticias fuesen menos gratas o más complicadas, haría sugerencias para poder arreglar lo que no funcione como sería deseable, en vez de regodearse en el lumpen de la mediocridad, exaltar lo peor y silenciar lo mejor.

En la actualidad los periodistas más agudos e incisivos compiten en negritud de óptica. Cuanto más pronósticos o juicios negativos emiten, más caché tienen. Son contados los que además de criticar lo que está mal hecho, aventuran hipótesis realizables sobre lo que se puede hacer mejor y como hacerlo. A veces se tiene la impresión de si cuando escriben sus crónicas del horror, no estarán vomitando sus propias frustraciones, sus incapacidades para abrirse a lo nuevo, para superar lo viejo, lo gastado, lo que ya perdió la razón de ser y estar. Es una pena que la amargura de unos cuantos eclipse la esperanza de una sociedad indefensa, sin vacunas ni anticuerpos que la inmunicen contra las tinieblas del hundimiento, de ese naufragio simpre potencial que pesa y pende como la espada de Damocles sobre el presente y arrebata al futuro la capacidad de hacerse real.

Frente a unos medios de comunicación demoledores, no por lo que cuentan, sino por cómo lo manipulan, lo que nos queda, como ciudadanos libres es leer los titulares de las noticias ,escuchar sólo el enunciado y no leer ni escuchar los comentarios. Más que nada como tratamiento preventivo de estados inducidos de depresión y de desaliento. Que además no tienen fundamento real en la vida de nadie, pero arruinan el bienestar de casi todos.

¿Para cuándo una huelga de público lector y audiovisual?

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