En el caso de València Rajoy tenía razón: el alcalde es el vecino, totalmente y por ello, seguramente, los vecinos se reconocen en el alcalde.
En el barrio le tenemos ahí al lado, es uno más, yendo al curro en bici, comprando lechugas y espinacas, naranjas y peras, echando la basura donde toca, en cada contenedor de reciclaje y preguntándole a quienes se cruzan con él o en cola an la caja del súper, cómo se lleva la pandemia y que si se necesita algo, ya sabemos a ón está el veï...sempre al costat. Uno más. Como debe ser. Sin ínfulas ni prejuicios. Joan, el vecino siempre abierto para la vecindad, es decir, para toda València. Qué buen rollo da en medio de un sindiós estatal, europeo y global como éste, que haya territorios donde es posible la normalidad de lo más humano, y donde aun se le puede decir al refugiado migrante que ya no tiene suelo que pisar por esos mundos sin alma: Benvinguts a casa, i no ploreu mès, perqué la nostra ciutat ara ès el vostre refugi, germans/germanes.
¡Gracias, València!
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