lunes, 29 de noviembre de 2021

C'è una sala in paradiso

  

Un precioso canto al encuentro con nuestra propia esencia, con la luz y la divinidad que Somos en lo más hondo y universal, sin el que la plenitud y la felicidad del Ser no puede experimentarse. 

Lo "normal" mientras se va aprendiendo desde que nacemos, y dependiendo de cómo elijamos caminos, es cifrar ese acontecimiento  solo en encontrar a alguien determinado que sea la fotocopia de nuestras aspiraciones y deseos ilusorios más sublimes, eso tan cuqui del 'alma gemela', que es muy romántico y muy poético, obviamente, pero que en la realidad no acaba de encajar, porque siempre nuestras mejores experiencias a ese nivel no llegan a ser completas, solo lo son a ratitos y, hasta el punto de que  si lo bueno dura mucho, aburre y cansa, entonces molan los cambios de similitudes, porque resulta que con el tiempo, las almas gemelas no lo eran tanto como lo parecían el día del estreno. Siempre hay cabos sueltos que inevitablemente se descuelgan por el camino y dejan boquetes que a veces no se notan, pero que ahí están haciendo la cama a la decepción por goteo. Y es que es muy fácil confundir las emociones y los enamoramientos con la búsqueda de nuestra propia esencia ontológica. Sin duda ese derrotero aporta mucha experiencia y aprendizaje, y una estimable capacidad in crescendo para acoger y valorar lo diferente que un día creímos idéntico a nosotros y por eso pensábamos que era amor total lo que en realidad era una deficiencia no asumida, una miopía que aun no había pisado la óptica de la cotidianidad, una confusión egopática, como lo es la anomalía de la dependencia mutua. 

Si la "otra" o el "otro" que creemos nuestro amor siamés, un día se va o cambia de rumbo, se nos hunde todo. De repente no somos nada sin la imprescindible presencia de nuestro doble. O sea, ¿dónde estamos y quienes somos si no tenemos delante y pegado como un sello a alguien que es nuestro reflejo y la energía que nos motiva? ¿Quiénes somos y para qué? Con frecuencia el tema se lleva fatal, se convierte en un trauma para la autoestima, en un dolor que se cronifica y deriva en un sufrir, en un desconfiar, o en una depresión traumática y amarga, o bien por las autoculpas o por el desguace culpabilizador hacia el falso gemelo disuelto ya en el vacío de la decepción más lacerante. 

Pero hay casos en los que esa circunstancia se convierte en una revelación de la realidad que somos, en una iluminación interna liberadora que nos muestra el camino que aun tenemos por delante e incluso la puerta que debemos cerrar como un amén y la que debemos abrir como un aleluya. No para buscar reflejos suplentes de nuestra esencia en "alguien especial", sino para no tener nunca más semejante necesidad ilusoria, porque a la hora de la verdad la esencia Es nosotros, no nuestros reflejos, por muy completos que se presenten en el horizonte. 

Entonces ya no necesitamos más  sacar número para el turno en sala del paradiso dove aspettano le anime. La conexión con el paraíso somos nosotr@s aquí y ahora, ahora y siempre, por los siglo de los siglos, sin relojes de por medio que nos limiten, cuando asumimos la eternidad del presente infinito, con todo lo que eso implica: un desapego total  in crescendo y un gozo pleno como consecuencia de la conexión completa, mientras caminamos, pase lo que pase, experiencias sin tiempo ni espacio que no dependen ya de lo que nos pasa, sino de la manera en que dejamos en libertad la esencia divina que Somos. Sin buscar resultados ni depender de ilusiones porque el presente infinito lleva todo el pack en la nomochila de lo inabarcable y completamente Todo. 

Si queremos que este mundo se transforme, la sala in paradiso dove aspettano le anime que nos canta Branduardi debería convertirse cuanto antes en el Nosotros infinito que Somos y por eso ya no necesita esperar nada más que seguir caminando unidos en la pluralidad por el Amor que no se reduce a la pareja  que la supera de facto reconociéndose familia cósmica, universal, en la que todos y todas somos el reflejo espiritual y sensible de la humanidad completa, sin exclusiones ni remilgos ñoños. Al fin y al cabo la pareja se manifiesta para que la especie se reproduzca. Y ya materialmente se ha reproducido de sobra. Ahora es necesario que esa reproducción cambie de nivel y adquiera el sentido y la conciencia que necesita Ser plenamente, además de estar y existir, como los objetos. 

Ha llegado el tiempo de Ser en todos los planos. Y lo que no Es no podrá estar ni existir en el plano planetario que se ha ido destrozando sin compasión durante el experimento, a cuyo remate estamos llegando a pasos agigantados. Y no es cosa de no morir, porque morir solo es un cambio de casa no un exterminio. Hay mucho muerto andante que solo está vivo como lo está un robot.  Y esa robotidad voluntaria sí que es el finiquito total tanto al contado como  en diferido.

Nosotr@s, uno por una, al nacer aquí, decidimos asumir individualmente el  cómo de la gestión y el derrotero de lo que al mismo tiempo nos pasa en el Nosotros.  Estamos en la escuela de la evolución, y como diría Teilhard de Chardin: trabajando el fenómeno humano en la construcción de la conciencia, colectiva e individual, para acceder junt@s al medio divino. En eso andamos y cuánto más lo ignore la (des)humanidad más sufrirá ella misma, las especies vivas y el propio planeta Tierra hasta que la vida material sea imposible en él si esto sigue como hasta ahora. 

«El siglo XXI será espiritual, o no será» (André Malraux)

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