viernes, 5 de noviembre de 2021

Reflexiones inevitables a golpes de realidad

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¿El comercio más justo, más barato y más ecológico? Está en las fruterías de nuestros refugiados pakistaníes, que en València son los clientes directos de la agricultura local: del productor al consumidor, sin pirañeo intermediario. Ir a la huerta y comprar, o la huerta viene a casa trayendo frutas, frutos secos y verduras del tiempo. Se cobra y se paga lo justo, para que todos vivan, coman sin arruinar a nadie y respetando el medio ambiente. Kakis, granadas, manzanas, mandarinas, dátiles, uvas, pasas, castañas, almendras, nueces, verduras, como acelgas, espinacas, cebollas, puerros, ajos tiernos, calabazas y calabacines, zanahorias, tomates todo terreno y hasta ¡mangos! de València... a 1'80, o peras Conferencia que en el super cobran a 2'80 y a 1'90 € el kilo y que los hermanos "pakis" venden respectivamente, a 1'50 y 1'20. De modo que una compra de los mismos productos y cantidades,  que en el supermercado cuesta más de 20€ en la compra decente, cuesta 7€. 

Tal vez ser pobres y emigrantes, refugiados climáticos y/o políticos, puede que sea un camino mucho más rico en ética activa e inteligencia práctica que doctorarse y graduarse en teorías de escaparate y floripondios tertulianos singingmornings, para no tener ni idea de lo que es ser más eficaces, lo menos tóxicos y más lúcidos posible en vivo y en directo. A lo mejor deberíamos pedir a los refugiados medioambientales que los masteres para espabilar como seres humanos y adecentar el mundo que nos estamos cargando con tanto "saber" y tan poco discernir , nos los den ellos. 

Aunque tampoco hay que irse al Tercer Mundo para descubrir la eficacia del huevo de Colón. He conocido pueblos catalanes entre el mar y la montaña del Montsant tarragonés, que hacen lo mismo que los "pakis": cultivar, fabricar y compartir al precio más  justo y asequible, lo que cultivan y venden. Libres de marcas y royaltis. Todo self service compartido puerta  a puerta.  Reciclando los envases de cristal con leche, yogures, postres variados que ellos mismos fabrican o encargan a empresas locales que no usan plástico para los envases retornables, ni dan ni venden bolsas al pagar en la caja , hay que llevar las bolsas o carritos de casa, -como se hacía en mi infancia, cuando hasta el aceite se compraba a granel en los ultramarinos, aprovechando la lata de la primera compra, que ya duraba toda la vida- y si no se dispone de ellos en ese momento, se prestan cajas y recipientes que luego se devuelven, y esto ya llevan muchos años haciéndolo. Recuerdo mi sorpresa y mi asombro cuando estuve por allí hace años, por primera vez y descubrí ese tesoro de inteligencia y seny distributivo y participativo, desde Cambrils al borde del mar hasta Siurana y Prades en lo alto de la montaña. 

Tiene mucha lógica que la desesperación social les lleve al separatismo para sobrevivir a la inclemencia deshumanizdora.  Algo que a mí no me atrae, porque soy más de unir y ensamblar que de romper, pero que comprendo y asumo por pura ética compartida estando las cosas como están en un mundo y en un país de países como España, que se ahogan en su propia estupidez especuladora y torpe como un cerrojo oxidado. Si yo pudiese declararme independiente del sindiós español sin que eso causara, actualmente, una debacle ni desgarrar al prójimo con mi legítima libertad de elección territorial, lo haría encantada. Lo confieso, porque estoy  convencida de que sin una auto organización corporativa de las células en una conciencia colectiva  no hay organismo ni cuerpo que sobreviva sanamente y salga adelante sin irse destruyendo por el camino, mientras también destroza ese mismo camino que intenta trazar y recorrer cada uno a su aire y Dios en el de nadie.  


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