miércoles, 10 de noviembre de 2021

PEQUEÑO Y POBRE. BROTES DE OLIVO

  


Creo que esta canción de los "Brotes de olivo" plantea unas preguntas y cuestiones superlógicas e imprescindibles a la hora del cambio de conciencia en la humanidad, para la adultez que nuestra especie está alcanzando a empujones, a la  fuerza y sin caer en la cuenta de lo que supone este momento evolutivo, del que es protagonista, víctima y verduga, directora y operaria sin siquiera planteárselo. Vayamos por partes, pasito a paso para atar cabos que desenreden la madeja del caos que padecemos:

1) Nos encontramos cuando llegamos a este mundo con un archivo descomunal de explicaciones y material informativo acerca del origen del hombre, de su prehistoria, de su historia, de sus culturas, tradiciones, civilizaciones y religiones. Porque las religiones y filosofías nacen de la  necesidad imperiosa de entender nuestro origen, nuestro porqué como especie, de interpretar lo que no entendemos y traducirlo en ideas y comportamientos a lo que podemos ir entendiendo. Ese proceso es sin duda una búsqueda del Ser que se ha vivido y aun se vive en paralelo al existir. La existencia es la proyección  material del Ser, pero no es el Ser, el Ser es la luz, el existir la lámpara. La luz brilla por sí misma, no tiene necesidad de lámparas, pero las lámparas sin luz no sirven para nada, solo estorban. 

2) Lo primero que busca el proto-ser humano es fuerza material, poder que le dé sentido a su existir. Que le facilite lo que necesita y que le haga capaz de conseguir y realizar lo que desea. Lo primero satisfacer necesidades materiales, para sobrevivir y a continuación, para acaparar lo que necesita y sentirse seguro. De momento el ser proto-humano solo se centra en esa dinámica primaria del yo mí, me, conmigo. Una de las primeras palabras que dice un bebé es "mío, mío, mío".  Cuando ya desarrollamos un conjunto de tácticas para existir en medio de la Naturaleza o de la sociedad, empezamos a preguntarnos por el significado de las cosas que se maneja y necesitan, se descubre el tiempo, el espacio, la pertenencia, la posesión, el poder, que a su vez implica un no poder, un someterse a lo que o a quien nos supera. En nuestro paisaje proto-humano todo tiene un pro y un contra. Un sí y un no. Una luz y una sombra. Aunque la luz pueda existir sin sombra pero la sombra sea imposible sin la luz. La luz es siempre la causa y la oscuridad el efecto de su ausencia. La luz permite percibir y ver  todo y la oscuridad -ausencia de lo que Es, solo nos muestra la nada.

3) Si el proto-ser humano cuando llega al mundo lo primero que se encuentra es a la mujer que lo ha parido y al hombre que lo ha engendrado con ella, lo más lógico es que la nueva criatura necesite los cuidados y la atención de esos adultos, responsable de su existencia  que le han hecho venir a este mundo sin preguntarle su opinión acerca del viaje a lo desconocido. Que los vea poderosos, fuertes, capaces de adelantarse a sus necesidades, atentos a su debilidad y protección. Ahí comienza nuestra necesidad de encontrar un Dios que nos da la vida, que nos protege,  que como los padres y las madres sepa por adelantado lo que necesitamos y nos cuiden, al mismo tiempo que nos educan a su imagen y semejanza, o sea, que nos den unos códigos y ejemplos para saber por donde andamos: el lenguaje, la alimentación regulada, la higiene, el sueño, el juego, la conducta, el modo de relación interpersonal, los límites de nuestras libertades y deseos si hacen mal a otros, o destrozan el entorno, etc, etc.

4) Pero todo empieza a complicarse cuando crecemos y empezamos necesariamente a decidir por nuestra cuenta, a tomar decisiones, a elegir, a descubrir que poco a poco nuestros padres dejan de ser todopoderosos en nuestras vidas, de ponernos un horario obligatorio, que ya depende de otros planos vitales como por ejemplo, la escuela, la convivencia con otras personas en otros lugares con diferentes objetivos que apenas tienen nada en común con lo de casa. Entonces vamos comprendiendo que o bien, nuestros dioses familiares llevan la voz cantante como en la primera infancia o vamos saliendo del bucle descubriendo que todos los seres humanos tienen sus dioses familiares de origen igual que nosotros, con diversos rituales y liturgias, pero atados con las mismas cuerdas que unen existencia con raíces. Vamos haciendo transferencias de nuestra situación a re/ligación  entre lo que hemos vivido en el pasado,  lo  que estamos viviendo en el presente y lo que queremos vivir en el futuro. Para eso fuimos creando los tiempos verbales y la sintaxis, con un sujeto protagonista, un verbo hecho carne, que habita entre nosotros convertido en predicado, ya sea nominal o verbal. Ese proceso es la religión que encontramos en nuestro entorno. Re/ligare, significa en latín atar dos veces: una por la emoción unida a la idea idea (a la síntesis del sentimiento)  y otra por el hábito, la costumbre, el rito que canaliza el pack y que nos dirige, nos retrotrae a la infancia, al periodo de necesidad y a la dependencia de papá y mamá, o sea, de lo que nos han enseñado a llamar "dios". Por eso, antropológicamente, tienen tanto peso real las estrofas cuestionadoras de esta canción de Brotes de Olivo. "¿No eras tan poderoso, pues ya nos contarás de qué vas y en qué nos han engañado en tu santo nombre?"

5) ¿Qué falla entonces, -como plantea la canción-, para que el poder que nosotros necesitamos que nos maneje, como en una infancia eterna, no responda a nuestras expectativas de ser controlados por un "dios omnipotente" que todo lo maneja y decidiendo hasta el movimiento de la hoja de un árbol, siempre que le recemos con fervor, le encendamos velitas e incienso, como si fuese Harry Potter, Merlín, David Copperfield o Uri Geler, e incluso Jesús de Nazaret haciendo milagros? ¿Qué falla en el contenido dogmático de esa tradición que por un lado nos quiere inocentes y sanos como los niños y al mismo tiempo capaces de tomar decisiones con responsabilidad y discernimiento de adultos? 

6) Jesús en el Evangelio lo deja clarísimo: hay que madurar lo suficiente para conservar la transparencia de los niños en maduración creciente y al mismo tiempo, que esa misma transparencia feliz y libre como la brisa o el viento, nos ayude a madurar haciendo posible la conexión con nuestro Ser interno y eterno: el Espíritu que Somos, el whifi infinito que nos hace circunstancialmente posibles, plurales y únic@s al mismo tiempo,  tanto a nosotros como a todo lo que existe. Y ese Espíritu no tiene denominación de origen religioso. Se salta todas la barreras, Jesús dijo que "sopla donde quiere y como quiere", y es una realidad total. Se manifiesta en todo aquel y aquella que aprende a descubrir la vida eterna en el reflejo irrepetible e infinito de cada instante, no solo con la mente, sino sobre todo con el alma y su hermana gemela, la conciencia y su pan nutritivo, la ética. Desde esa plataforma ontológica vamos evolucionando en el día a día, sin presiones ni comidas de tarro. Lo mismo lo vive así un cristiano que un judío, que un islámico, que un budista, un hinduista, un animista o un ateo que sean decentes y despiertos, buenas personas sin caretas ni máscaras para parecer lo que no son,  mucho más que devotos y fanáticos, es decir, todo aquellos  y aquellas que no se engañen a sí mism@s y por tanto están abiert@s a la luz sin pagar recibos por ello. Reconociendo su realidad y sus límites naturales. El Espíritu jamás cobra por ejercer en su propia energía que es la creación constante desde su eje de paz dinámica y activa sin límites, pero diversa en sus manifestaciones. Ésa es la "salvación" y la liberación. No depende de eso que llamamos "dios"por tradición , sermones y mandamientos. O sea, con poder, afán de dominio, controlitis exclusivista,  en plan "señor" que significa un criadero de esclavos a los que dar órdenes y por supuesto, tener atados y bien atados. 

7)  Hemos llegado a un momento evolutivo de salto cuántico ya inevitable, algo como el examen de la selectividad para quien quiera cambiar el instituto del cuento chino por la universidad de la vida plena y consciente. Como el mismo Jesús anticipó, ha llegado el momento en el que ya nada está oculto, todo es evidente, ya no se trata de que algún dios haga milagros que le pedimos desde los altares en los que nunca ha estado, por cierto. No necesita que le adore nadie, es todo menos un narciso. Le encanta ser el último, que pasemos todos al banquete antes que él, por decirlo en lenguaje de siempre, porque no hay un "él", sino un infinito Nosotros familiar e inseparable en el que el bien común es la esencia. Un puzle divino y humano de piezas únicas y al mismo tiempo una sola realidad cooperativa y al mismo tiempo, autogestionada. Un océano de luz del que tod@s somos al mismo tiempo gotas y chispas sin que se produzca ningún cortocircuito ni apagón. 

Ahora todo depende de como maduramos y gestionamos la herencia de "dios" en nosotr@s, el encargo a los administradores que invierten el capital cedido como mejor les parece. Según cuidemos la inversión así será la ganancia, que esta vez, por gracia y creatividad a saco, no es cuantitativa sino cualitativa.  Por eso los más pobres en ataduras, los más desprendidos de miedos, apegos y trampas, los más libres y ligeros de equipaje, son l@s que mejor ven el paisaje, l@s que antes se liberan y ayudan a la liberación de quienes quieran liberarse, porque entienden el proceso y agradecen el poder compartirlo mientras van cambiando y creciendo. Cantando a coro recogen la cosecha común mientras separan el trigo de la cizaña en el terreno sembrado dentro de sí mism@s.

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