Esta canción es un testimonio vivo del tesoro que hay encerrado en nuestro interior. La música es solo una llave, como lo es la meditación zen o la oración contemplativa, y así, en esa fusión liberadora de ataduras, conseguir sin forzar nada que se abra la puerta a la dimensión profunda y cada vez más imprescindible para Ser, existir y obrar, en una nueva realidad, cada día más necesaria y urgente para que la especie humana no pase a la historia más desgraciada, patética y autodestructiva que nos espera si seguimos en el plan que estamos, esperando que la política y el dinero solucionen la distribución de las migajas de la comida colectiva que no somos capaces de cocinar en casa para poderla compartir con los vecinos de al lado, porque nos caen fatal y nos importan un bledo, y si además son ateos, rojos, azules, meapilas, tercermundistas, pobretones, negros, fachas o moros de mierda, ya no te digo más, Nicolás...Ains!
Venga, familia, menos tiquismiquis cotillas y más inteligencia canalizada por el amor. Y viceversa. Pues ambos planos, el amor que no caduca ni peta y la luz que nunca se apaga, son el mismo.
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