Cataluña gana su referéndum
Los resultados no dejan lugar a dudas: gana el PSC con 33 escaños y cerca de 650.000 votos y se mantiene la mayoría independentista con un resultado histórico de 1,2 millones de votos y una amplia mayoría absoluta de 74 escaños. Con campaña y sentencia anti-Estatut, con las cloacas de Villarejo, Fernández Díaz y Rajoy; con informaciones falsas, con penas desproporcionadas y con un juicio en el Supremo más que cuestionable, etc. etc., el independentismo en Cataluña sigue aquí y se ha reforzado. La democracia (imperfecta) ha enviado un mensaje contundente: da igual que la participación sea del 80 que del 52%, el independentismo catalán gana.
Enhorabuena, por tanto y en primer lugar, señoras y señores del 155 (PP, Ciudadanos y PSC), porque además de no lograr más que dolor e ira al sustituir la política por los tribunales, han reforzado a la bestia del fascismo en Cataluña: Vox consigue 11 escaños y pasa a ser la cuarta fuerza política; la tercera en España y la cuarta en Cataluña. ¡Bravo! Sus manifestaciones saturadas de rojigualdas, con discursos de un inflamado Borrell y un Iceta acompañado de Albiol, Rivera y los entonces esquejes del fascismo, han dado sus frutos: ya tenemos a un Vox exultante en el Parlament. De la foto de Colón, gana Abascal por goleada. Enhorabuena a todos.
Pero más allá de las emociones positivas, negativas o agridulces, conviene mantener la cabeza fría y encender las luces largas. Esto, naturalmente, si a los políticos catalanes les preocupan sus países, llámense España o Cataluña, y sus ciudadanos, porque si las estrategias se van a diseñar en función de intereses partidistas o de puro poder en plena emergencia social, económica y sanitaria, el desastre estará servido fuera de los muros de sus bonitos palacios.
Lo primero que convendría descartar es una repetición electoral, que ya sabemos cómo terminó en España en las últimas generales: con Vox duplicando de largo sus escaños. Todo un éxito de estrategia egoísta de poder, en aquel caso, que podría repetirse en Cataluña, donde la polarización y el cansancio social es igual o mayor.
Salvador Illa, el candidato del PSC ganador en votos, se va a presentar a la investidura, lo dijo en campaña y lo ha confirmado en la trepidante noche electoral. El voto unionista (Cs y PP) junto al de En Comú Podem no suma siquiera con Vox respaldando a los socialistas, cosa muy probable si se trata de evitar que gobierne el independentismo. Supongo que Sánchez ha tenido suerte por que una investidura de Salvador Illa no dependa de Vox y así no tengamos que recordarle que al fascismo, ni agua. Nunca; ni siquiera para atacar la flagrante irresponsabilidad del principal partido de la oposición en el Congreso, el PP de Casado, cuyos resultados en Cataluña (3 escaños, los peores de su historia) ya le castigan lo suficiente; encima, cuando ha tenido al mejor candidato de los últimos años, Alejandro Fernández.
El independentismo puede gobernar, pues, con las cartas cambiadas: ERC en la Presidencia y JxCat como socio; la CUP ya ha dicho que su intención sería apoyar el Govern de Aragonés y Borràs, y éste la necesita para sumar los 68 escaños. ¿Más de lo mismo? No necesariamente: ERC podría negociar con los comúns y olvidarse de la CUP y sumar una mayoría de izquierdas dentro del Govern sin la predominancia de los partidarios de la llamada DUI (declaración unilateral de independencia), que suman Junts y la CUP y que podrían condicionar con fuerza sus planes. Por su parte, ECP (8 escaños) actuaría como contrapunto partidario del referéndum, del Estado plurinacional y de la justicia social tan necesaria. Serían un débil empuje, pero suficiente para ayudar a Esquerra a mantener su independentismo pragmático, decidido a sumar independentistas a través de una gestión progresista (seducción), de la presión al PSOE y no de una revolución para la que el independentismo, aun reforzado, no goza todavía de la mayoría suficiente.
La otra opción, la favorita del ganador Illa y de Albiach, candidata de ECP, es el Govern transversal en lo progresista y en lo territorial; una mayoría conformada por PSC, ERC y ECP que resuelva con recetas de izquierda la crisis profundísima en la que está Cataluña y colabore, asimismo, a resolver la de España mediante pactos estables con el Ejecutivo de Sánchez e Iglesias.
La democracia (imperfecta) saldría ganando en ambos casos, aunque las fuerzas de izquierda del resto de España se inclinen por un tripartito transversal que garantice una mayor estabilidad con un mismo partido presidiendo el Gobierno en Cataluña y en Moncloa. Esta posibilidad parece remota tras el veto de los independentistas a Illa, comprensible desde el punto de vista emocional (los/as presos siguen presos, no hay indultos ni amnistía, la Mesa de negociación no avanza, el referéndum ni se plantea...), pero inexplicable desde el punto de vista de futuro (¿Sería todo mejor con Vox en el Gobierno de España?) Sabemos que era necesario pasar estas enérgicas elecciones en Cataluña para lograr algo de calma, pero ha resultado improcedente (y poco eficaz) un cordón sanitario, solo justificable ante la ultraderecha.
Los once escaños de Vox son, sin duda, la peor noticia de la noche. La receta para evitar el avance de los neofascismos es conocida, pero nada sencilla de aplicar: en época de crisis, crispación, inestabilidad, ruina, dolor, muerte... se multiplican los votos antidemocracia y antipolítica, que buscan un bálsamo para el miedo en la mayoría de los casos y al egoísmo en los demás para no perder privilegios al garantizar derechos y libertades a todos y todas por igual. En España, la ultraderecha ha llegado a un punto muy preocupante y hay que pararla. La política, con ella, se hace insoportable. Aquí en Barcelona, en Madrid, en Roma o en Washington.
ERC tiene hoy mucha fuerza para lograr, más pronto o más tarde, sus objetivos para Cataluña (referéndum y amnistía). Da igual que se sitúe gobernando de un lado (con JxCat) o del otro (con el PSC y ECP), pero necesitaría, como mínimo, la Presidencia de la Generalitat para renunciar a un Govern independentista. E Illa ya lo sabe.
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