domingo, 7 de febrero de 2021

Pascual García desde Cuarto Poder se convierte en el Orwell español del siglo XXI 👏👏👏👏👏👏

 

FOTOCHOP XXXVI

Expedición Zendal

Cuaderno de bitácora. Año 2031; 7 de febrero. La temperatura exterior alcanza los -36º y todo es de color blanco ahí afuera. La velocidad del viento supera los 95km/h y levanta rachas turbias que desafían la potencia de los cañones de luz que hemos montado en la proa del aerodeslizador. Somos la primera expedición que pisa la capital tras el abismo climático que devastó Europa y que, de paso, doblegó la pandemia. Tan solo unos miles conseguimos sobrevivir al frío en pequeñas poblaciones del litoral andaluz y de las Islas Canarias. Tras el desconcierto y el pánico de los primeros meses decidimos organizarnos y trasladamos la capital a Las Negras, en Almería. Ahora son Ceuta y Melilla las que tiran del PIB y el Tenerife ha conquistado los tres últimos campeonatos de Liga, que ya no se llama Santander porque prohibimos los bancos en el Apartado Primero del Artículo Segundo de la nueva Constitución… Se podría decir que en algunas cosas hemos ido a mejor.

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El clima continúa experimentando un calentamiento de un grado cada tres años, lo que seguramente echará por tierra la próxima campaña de Semana Santa. El poco turismo que llega procede ahora del centro y del sur de África. El norte de Europa quedó completamente arrasado y los únicos estadounidenses que siguen vivos son los que andaban de cachondeo por aquí. De los rusos, de los chinos o de los canadienses apenas se sabe nada. La Expedición Zendal, que me honra liderar, ha sido patrocinada por Pick n Pay, la cadena sudafricana de supermercados. Nuestra misión es determinar qué estaba pasando en el hospital madrileño aquel 7 de febrero de hace diez años, cuando la temperatura cayó 69 grados en apenas veinte minutos. 

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El gélido decorado resulta desalentador, como un documental de National Geographic sobre la vida del buey almizclero; un documental que el realizador, o realizadora, hubiera grabado entre la escarcha. Los rigores climáticos han conservado los cuerpos en perfecto estado: rígidos, pero expresivos, como si el tiempo se hubiera parado entre sus manos, en el perfil de las arrugas que se les apretujan en las lindes de los ojos. Nuestra autonomía energética es limitada, así que hemos puesto rumbo al hospital de inmediato.  Lo cierto es que estaba medio vacío, o medio lleno. No sabría decir. Al abrir la puerta de una de las dependencias la linterna de mi segundo, el antropólogo y humanista Valentín Musampo, ha alumbrado a un grupo de personas en actitud sospechosa. Era como uno paso de Semana Santa con un par de romanos apaleando al nazareno. Un hombre de aspecto descuidado —como su barba—, apuntaba con un escalpelo al gaznate de otro, arrodillado, que con unos alicates rojos cortaba los cables de la máquina de la Coca-Cola. Junto a ellos se encontraba un tercero que calzaba una cámara de televisión con el logotipo de El Mundo y que debía estar grabando la escena cuando quedó ultracongelado. “Ese del bisturí es Rodríguez, Miguel Ángel. Yo nací en el Bierzo y estudié en Valladolid. Lo conozco bien”, me ha informado Musampo. “¿Y por qué estaría amenazando al operario con eso?”, he dejado caer yo. “Tal vez la respuesta esté en la cámara. Quizás podamos recuperar algo”, me ha respondido.

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Hemos conseguido reproducir una parte de la grabación en la sala de mando del Ignoto, que así es como se llama nuestra nave nodriza. Bueno, no es exactamente una nave nodriza, pero sí que es nuestra nave. “He dicho que cortes los putos cables. Que los cortes, joder… Y que se te vea la pegatina del sindicato”, se escuchaba nítidamente al tipo de las barbas mientras acariciaba el pescuezo del presunto sindicalista con el filo del utensilio sanitario. “¿Me estáis grabando? ¿Me estáis grabando?”, se dirigía con la mirada al muchacho que manejaba la cámara como si estuviera interpretando una versión delirante de Coge La Guitarra de Kiko Veneno.

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La expedición ha sido un éxito. Hemos depositado un ramo de claveles liofilizados a los pies del madroño de la Puerta del Sol. El oso se ha pirado. Justo cuando arrancábamos los motores del aerodeslizador para poner rumbo al Sur su gruñido sobrecogedor ha rasgado, desde la distancia, la bruma lechosa y helada de la emblemática plaza, que se ha quedado sin oso y sin sol. “¿No es aquella la presidenta?”, ha susurrado Musampo mientras señalaba la figura reconocible de una mujer con un candelabro en la mano tras los cristales de un ventanal. “Manderley”, he pensado mientras observaba como el fuego avanzaba descontrolado por el edificio tras prender en las banderas rojigualdas y estrelladas que abarrotaban las estancias del ala oeste. “Salgamos de aquí… Rápido… Y dile al sobrecargo que pinche Strawberry Fields por el circuito interno”. “¿La original? ¿La de los Beatles?”, me ha preguntado Musampo. “Por supuesto”, le he contestado, por fin aliviado, con una sonrisa entre los ojos.

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P.D. Volvemos a casa.

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