Mónica Oltra: "Se cambia mucho antes una ley que una mentalidad; una ley que una inercia"
La vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, tiene claro que su objetivo en el Gobierno valenciano es mejorar la vida de las personas. Define su departamento, el primero en vincular Igualdad a la vicepresidencia, como "la conselleria de los cuidados", concibe la legislación como una herramienta para que las personas tengan "una vida más fácil y más feliz".
Oltra, que también tuvo reuniones de trabajo desde la cocina durante el confinamiento y se le han colado sus mascotas en las videoconferencias, cree que la oportunidad del teletrabajo no puede ser una nueva reclusión para las mujeres en el domicilio. Su departamento comenzará a trabajar con colectivos y entidades el proyecto de ley de igualdad entre hombres y mujeres, una ambiciosa norma que quiere expandir el ecofeminismo y la interseccionalidad –el análisis de las distintas opresiones: de género, de raza, de clase– a todos los aspectos de la vida.
¿Cómo prepara el Gobierno valenciano este 8 de marzo?
Como siempre, desde un punto de partida reivindicativo, pero este año con un elemento complementario y esencial en esta legislatura, ya que se da el pistoletazo de salida para la nueva ley de igualdad entre hombres y mujeres que forma parte de los objetivos de esta legislatura. Comenzará la audiencia previa para recoger el sentir de la ciudadanía sobre qué aspectos deberían incluirse.
Todavía no hay un documento base. ¿Van a empezar a trabajar sin borrador?
Efectivamente. Cuando empiezas a trabajar con un borrador estás condicionando la participación previa y no es el espíritu de participación ciudadana que defiende la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. El espíritu es que sin apriorismos las asociaciones feministas puedan aportar su visión sobre qué debería incorporar la ley. Obviamente, hemos trabajado temas, pero queremos pulsar el sentir de la ciudadanía.
La ley de Igualdad autonómica data de 2003. ¿Qué campos conviene actualizar? ¿En qué ejes trabajan?
Entendemos que los principios básicos de la ley tienen que pivotar sobre la igualdad, la libertad, la inclusión, la no discriminación y la equidad. Queremos que la ley tenga un enfoque desde la interseccionalidad: no son los mismos problemas los de una mujer de clase media-alta, con trabajo cualificado y estudios superiores, que los de una mujer sin trabajo, racializada y sin cualificación profesional; de una mujer migrante o de una una que no lo es, o de cualquier otra circunstancia que a la discriminación por razón de sexo o género añada otras discriminaciones.
Queremos que los dos ejes que inspiren la ley sean el feminismo y la armonización con el planeta, esto que se ha llamado ecofeminismo pero que tiene que ver con la necesaria armonía que tiene que haber entre el medio que nos acoge y la perspectiva feminista. Esto tiene que ver con muchas cuestiones, desde un urbanismo feminista, donde la ciudad no se conciba de una forma antigua, sino que ponga la vida en el centro, una ciudad más preparada y resiliente a la emergencia climática. Obviamente hay un eje fundamental que es la redistribución de la riqueza, no puede ser que la desigualdad vaya creciendo más y más.
Otro eje es el de poner los cuidados en el centro: no hay sociedad humana en la que no hayan existido los cuidados. Hay antropólogas que plantean que el salto del ser humano es el de los cuidados, a raíz de un hallazgo en el que una persona había sobrevivido a una rotura de fémur, que demuestra que a esa persona la cuidaron. Hemos tenido distintos sistemas económicos –feudal capitalista–, pero no sociedades humanas donde los cuidados no estuvieran presentes. Y eso que es esencial para el sostenimiento de la vida, ni tiene un reflejo en el PIB, ni en los análisis macroeconómicos.
Otro gran eje es el de la distribución del tiempo, los usos del tiempo. Igual que hay que redistribuir los recursos económicos hay que redistribuir el tiempo y eso tiene mucho que ver con la corresponsabilidad, con el tiempo público y privado. Y el último, los derechos de las personas a ser; que no pueda haber ninguna discriminación por razón de sexo, género, identidad y orientación sexual. Somos conscientes de que es complejo, pero son los enfoques que le queremos dar.
Esta semana se ha celebrado el día por la igualdad salarial. Hablamos de diferencias económicas, de cambios en el uso del tiempo y de cambios en el sistema de trabajo. Eso requiere un cambio profundo de sistema. Se habla ahora de la jornada de cuatro días, del aumento del salario mínimo. ¿Cómo se puede articular?
Las medidas económicas son fundamentales y desde el marco de nuestras competencias obviamente hay que abordarlas. Hay que abordar la semana de cuatro días o 32 horas, y eso tiene que ver con la redistribución de la riqueza y del tiempo, de tener más tiempo sin perder productividad para ser, para compartir, para criar, cuidar, cuidarnos; más tiempo personal.
Pero tendremos que ver cómo hacerlo para que esto no derive en menos horas de trabajo remunerado y más horas de trabajo no remunerado.
Siempre y cuando [la jornada de los cuidados] sea compartida, de eso se trata. De dibujar una sociedad menos trabajocentrista. Que los cuidados, imprescindibles para la sociedad humana, tengan el valor que tiene que tener. Solo en la medida en la que los hombres se incorporen a esos cuidados a niveles equitativos se pondrán en valor.
Resulta curioso que los cuidados fueran declarados esenciales en el primer decreto del estado de alarma por la pandemia y sin embargo sean los más precarizados y los más feminizados, que suele ir de la mano. Parece que ni aun siendo esenciales los hemos puesto en valor.
Yo creo que sí se han puesto en valor. No económicamente, porque tendrían que estar mucho mejor remunerados, pero se han puesto en valor al declararlos esenciales, porque sin eso no hay vida. Puedes prescindir de un bróker de la bolsa para vivir, pero no del que cultiva la tierra, de la que cuida, de la que enseña, de la que cura, en una residencia o en un centro de salud. Y lo pongo en femenino porque mayoritariamente lo hacen mujeres.
Volviendo a la brecha salarial. El Gobierno central aprobó un decreto hace unos meses por el que hace obligatorio para las empresas publicar los registros salariales. Aquí, ¿qué medidas se pueden impulsar para acabar con esta brecha económica?
El registro, sobre todo, lo que hace es evidenciar la brecha. Lo primero para avanzar es evidenciar algo que es invisible. Tener un día al año que lo reivindica es relativamente reciente; esto forma parte de una sociedad que todavía es muy desigual. Creo que hay que establecer medidas positivas que premien a aquellos ámbitos, empresas, sectores, en las que haya igualdad o menos diferencia, o un esfuerzo decidido para cambiar. A veces te dicen, sobre la brecha: 'es que está prohibido por ley', pero donde se escurre la brecha salarial es en la categorización de los puestos; en la pregunta de por qué un señor que repone botes cobra más que una señora que repone verdura; que uno tenga una categoría salarial más alta que la otra cuando los dos reponen género.
En lo que respecta a los cuidados y la cuestión económica tiene que ver también la cuestión de los roles. Las mujeres vamos hacia determinadas profesiones –más precarizadas– relacionadas con los cuidados porque parece que sean una extensión de nuestro ser, porque parece que asumimos ese rol en lo personal y lo profesional. ¿Cómo se puede trabajar ese cambio de roles?
Queremos abordar en la ley que se promueva más el acceso al sexo o género contrario a la mayoría de personas que trabajan en ese sector. Igual que promocionamos que las chicas se decanten por carreras STEM –ciencia, matemáticas, tecnologías–, que están muy masculinizadas, hay que promocionar que los chicos estudien grados o FP que tengan que ver con los cuidados. Es un doble camino; no podemos quedarnos con que las mujeres vayan a campos masculinizados, hay que hacer el camino inverso. Porque hasta que ellos no cuiden, no será una actividad de prestigio. Las carreras STEM no son más prestigiosas por su esencialidad; son más prestigiosas en la medida en la que están masculinizadas. Cuando las mujeres han accedido mayoritariamente a una profesión, esa profesión ha dejado de conceptuarse como profesión de prestigio. La carrera judicial, la medicina... en el acceso, las mujeres superan a los hombres. Y en esa medida en la que accedemos se desvía el prestigio hacia aquellas carreras masculinizadas, porque se asocia el prestigio a que sean ejercidas mayoritariamente por hombres. Esta dialéctica hay que invertirla; el mensaje del patriarcado que subyace es: si lo pueden hacer ellas, lo puede hacer cualquiera. Muy caricaturizado, pero es así.
Y si queremos trabajar por una sociedad que ponga los cuidados en el centro no podemos vaciar de prestigio ese tipo de trabajos.
Sí, pero lo hará en la medida en la que se incorporen los hombres. Porque como ellos todo lo que hacen es muy importante, en la medida en que lo hagan empezará a ser importante.
Su conselleria es, en cierto modo, la conselleria de los cuidados. Hablamos de infancia, de vejez, de dependencia, de inclusión. ¿Desde lo público, cómo se puede trabajar para dignificar esos cuidados?
A mí me gusta más llamarla la conselleria de la vida, porque abarcamos todas las etapas y procuramos sostener la vida. ¿Cómo se puede hacer? Como lo estamos haciendo. Hicimos depender Igualdad de la vicepresidencia, cosa que se ha copiado en el Gobierno de España; tuvimos el primer gobierno paritario, hemos ampliado la red valenciana de igualdad -pasando de 35 personas a más de 100-, incluimos los planes de igualdad en las empresas como cláusula social para acceder a la contratación público. Respecto a los cuidados, creo que es importante la red de dependencia, tenemos más de 100.000 personas en el sistema, que pone los cuidados en el centro. Hemos bajado a un tercio la lista de espera que nos encontramos; mejorado las prestaciones para que cuidar no se convierta en una carga, hemos creado la asistente terapéutica infantil, porque cuando quien tiene dependencia es un niño la cuidadora es la madre y esto favorece que no tenga que renunciar a su carrera profesional. Antes de que el Gobierno lo hiciera, equiparamos los permisos de paternidad y maternidad; equiparamos los derechos de las familias numerosas a las monoparentales, que la mayoría son monomarentales, con una mujer al frente. La renta valenciana de inclusión es una herramienta fundamental de cuidarnos unos a otros; tenemos una sociedad que teje la red para que nadie se caiga. Estamos trabajando en la capacitación de las mujeres cuidadoras en el ámbito profesional, para que una cuestión personal se convierta en una oportunidad laboral. Creo que se está trabajando mucho para poner esas 'tres C': criar, cuidar, curar, y ponerlas en el centro, dotarlas de prestigio para que adquieran el valor que tienen.
¿Ser la titular de la conselleria de las 'tres C' es un rol que en el Gobierno pasa factura?
Creo que se está entendiendo por el conjunto del Consell, y muchas políticas se están copiando en otros gobiernos. Es obvio el compromiso del Consell con estas políticas cuando el presupuesto se ha duplicado en estos cinco años. Hemos pasado de esos 780 millones a más de 1.900 y eso es un compromiso colectivo, no es un logro personal.
Hace unas semanas se reprochó a la portavoz del PP ciertas declaraciones sobre mujeres que manipulan al presidente. A Ximo Puig también se le ha reprochado una actitud condescendiente respecto a Isabel Bonig. El portavoz socialista en las Corts Valencianes, cuando se le preguntó sobre las discrepancias con usted respecto a las medidas sanitarias, dijo que su mujer también pensaba no sé qué... ¿En la política y en el periodismo, hace falta una reflexión?
Esa reflexión hace falta siempre. Para todos y para todas. Vivimos en inmersión en una sociedad patriarcal y machista. Y todos y todas nos hemos impregnado de esto. Esa reflexión, el hacer consciente esas actitudes propias en cualquier ámbito de la vida y en cualquier profesión, es necesaria. Por eso es tan importante que la administración incorporaran que cada norma lleve aparejado un informe de perspectiva de género. Seguimos teniendo la necesidad de autoanalizarnos y de quitarnos esos tics que en algún momento tenemos y las tendencias a reproducir esquemas patriarcales. Yo creo que no tenemos que sentirnos culpables, salvo que se trate de un machismo consciente, pero a todos nos pasa y nos va a pasar. Se trata de ir deconstruyendo esos tics que hemos aprendido.
Esa forma de ser, esa manera correcta de ser hombres y de ser mujeres que nos empapa desde edades tempranas, ¿cómo puede deconstruirse?
Con análisis y desde la conciencia. Pensar si esto que he dicho no tiene un componente que reproduce roles. Como en el caso del relato de las mujeres malas; ese pensar que seguro que hay una mujer detrás de un hombre para influir de manera ladina, para arañar sigilosamente aquello que quiere. Es uno de los mensajes del machismo. Hay que ser consciente y en la medida de lo posible no contribuir a ese relato de las mujeres malas, ese estereotipo de que siempre competimos contra nosotras. Pasa por la conciencia y la cultura feminista.
¿De cara a educar a las nuevas generaciones, cómo se corrigen esos tics?
Educar en igualdad es hacer conscientes las cosas que tienen que cambiar. Sobre todo cuando detectas que puede venir un mensaje estereotipado, sexista, corregirlo en casa. En el sistema educativo, con los currículos de educación en igualdad; se trata de que los niños y las niñas aprendan que hay que construir relaciones igualitarias, respetuosas, que el cumplimiento del deseo no puede ser ilimitado, que hay que tener tolerancia a la frustración... y perspectiva de género. Probablemente lo que haya que trabajar en niños y niñas sea diferente. Probablemente a las niñas hay que acompañarlas y educar en que su deseo no tiene que supeditarse al de su compañero varón; desde jugar en el patio hasta las relaciones interpersonales.
Hablábamos antes del trabajo desde casa. Una de las cuestiones que ha puesto de manifiesto la pandemia es la diferencia en los espacios por sexo; ellos en el despacho, ellas en la cocina, titulaba un reportaje hace poco. ¿El teletrabajo, el trabajo doméstico forzado, ha sido una trampa para las mujeres?
Hay que trabajar para que no se convierta en una trampa. El teletrabajo no puede llevar a que a las mujeres se nos vuelva a recluir en casa y que, ya que estás en casa, que se queden los niños contigo también. Hay que avanzar en la escolarización, en la red pública de 0 a 3 años, en la corresponsabilidad en las tareas. La idea es que el teletrabajo no sea una reclusión, el trabajo tiene un factor socializador importante. La oportunidad del teletrabajo no se puede convertir en una amenaza para las mujeres.
También hablábamos de la igualdad en la representación. La ley electoral que se trabaja en las Corts Valencianes introduce algunas cuestiones. ¿Hablamos de paridad, de cuotas?
Hará una referencia a otras leyes. En la legislatura pasada ya se planteó la paridad en todos los ámbitos. En la proposición de ley electoral también está previsto y en la actual viene determinado por la ley electoral general. En los cargos estatutarios también se aprobó la legislatura pasada.
Entonces, los avances irán más allá del ámbito público.
Hablamos sobre todo de consejos de administración, de las empresas... Nuestro ámbito competencial nos deja llegar hasta donde nos deja, pero podemos establecer, por ejemplo, que las empresas que tengan al menos un 40% tengan puntos. En los ámbitos autonómicos funciona la promoción; la regulación es competencia exclusiva del Estado. Se trata de seguir avanzando en que las empresas que mejor lo hacen en materia de igualdad tengan más ventaja a la hora de acceder a la contratación pública.
A mí en general las discusiones nominales o las discusiones conceptuales abstractas, que tienen poco que ver con la vida de la gente, me parece que muchas veces son tierra yerma; acaban siendo estériles. Creo que al margen de que se pueda mejorar el borrador en aspectos concretos, la clave es quién decide sobre la vida de quién; quién tiene derecho a decidir sobre la vida de quién. Es el derecho a ser y a tener tu identidad y si para eso alguien te tiene que tratar de enferma, de estigmatizarte, decidir quién eres tú. A mí no me definen como mujer ni mis genitales, ni mis órganos de reproducción, aunque forman parte de mi conjunto de ser mujer. Pero me define también lo que pienso y lo que siento; mi identidad, lo que yo pienso y siento que soy. En 2019 se despatologizó, igual que en los 90 se dijo que la homosexualidad no es una enfermedad, se dijo que esto no es disforia de género, en todo caso es discordancia. Que tu género sentido no concuerda con tu cuerpo físico. Ahí está la clave: ¿Vamos a respetar esto que dicen las legislaciones más avanzadas del mundo o vamos a seguir diciendo a las personas trans que son enfermas, a hacer su vida más difícil? Creo que las leyes tienen que servir para hacer la vida de la gente más fácil y más feliz.
¿Cree que al Ministerio de Igualdad le ha faltado más pedagogía y trabajo en este borrador?
Es que este borrador partía de un consenso previo en el Congreso de los Diputados. Y se ha seguido esta senda que las comunidades autónomas ya hemos incorporado a nuestros ordenamientos, sobre todo la despatologización y la autoidentificación: que por mí no tiene que decidir nadie, ni por mi orientación sexual, ni por mi identidad sexual. Forma parte de la parte más íntima de las personas. Creo que lo que hay detrás es un movimiento de control del conjunto del movimiento feminista, que obviamente tiene miradas plurales, diferentes, todas respetables y feministas.
Parece que uno de los debates que se cruza sobre la ley, según lo plantean algunas feministas, es si cuando se da esa discordancia de género se arregla el cuerpo o se arregla la sociedad que te encasilla en la forma correcta de ser hombre o ser mujer.
¿Y cómo lo hacemos? ¿Con terapias de conversión, que afortunadamente hemos prohibido? La cuota de suicidio de las personas trans están por encima de la media, los adolescentes siguen sufriendo en los centros educativos, los niños trans reciben palizas... No sé, no me parece una perspectiva demasiado feminista, entra más bien en esa virulencia del patriarcado, de que tú tienes que vivir como yo pienso. Eso es muy patriarcal: imponer a los demás tu forma de ser, tu forma de sentir o tu cosmovisión.
Al final el punto común es la abolición de los roles de género.
Claro, buscas abolir los roles de género, los roles estereotipados, pero si nos tenemos que esperar a abolir el género para que las personas trans tengan derechos, igual nos engulle antes el sol. Hagamos una ley, artículo único: abolimos los roles de género. ¿Habremos avanzado algo? También la Constitución dice que no puede haber discriminación de sexo y seguimos sin haber avanzado, seguimos con la violencia sexual y de género. Las leyes, en su momento concreto, tienen que establecer las bases, pero no se puede confundir el horizonte con una ley; no por poner un artículo con el horizonte habremos llegado. Se cambia mucho antes una ley que una mentalidad; se cambia mucho antes una ley que una inercia.
Hace unos meses que se tendría que haber presentado la Estrategia Valenciana contra la Violencia Sexual, ¿cómo está esa cuestión?
El objetivo era presentarla en noviembre, pero aún se están perfilando algunas cuestiones. Se quiere que tenga el mismo formato que el Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista, que cada parte asuma compromisos, es un pacto muy plural con muchos agentes y se está acabando de trabajar.
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