La memoria política de un pez
"Hemos pasado página de ese señor hace mucho tiempo. Hay otro presidente, hay otra dirección, hay otra manera de entender las cosas, afortunadamente mucho más contemporánea en el año 2021". Esto es lo que dijo Javier Maroto, el único portavoz del PP que reaccionó inmediatamente a las nuevas revelaciones de Luis Bárcenas sobre la corrupción en la que ha vivido instalado ese partido desde su fundación.
Maroto compuso a la perfección la actitud de la derecha española ante sus responsabilidades colectivas recientes, absolutamente contemporáneas, que consiste en desentenderse. Añadió horas después que en el PP están "un poco cansados" de Bárcenas y de lo "pesado" que es. A renglón seguido, elogió la supuesta "contundencia" del actual líder del partido, Pablo Casado, ante cualquier caso de corrupción.
Ese cóctel o empanada indigerible de desentendimiento que recetan y administran sus dirigentes a todos los niveles ante las acometidas del escándalo que lo envuelve ha llevado al Partido Popular no solo a perder el poder en España, sino también la credibilidad. Y lo que está por venir.
Las nuevas revelaciones del extesorero del PP vienen a rellenar fragmentos del puzzle que ya eran fáciles de intuir a partir de las muchas piezas del sistema de financiación ilegal, con todas sus derivadas, que ya se conocían por los nombres de sucesivas operaciones policiales: Gürtel, Púnica, Erial, Brugal, Taula… Y salpican de lleno la ya dudosa honorabilidad de figuras como José María Aznar o Mariano Rajoy.
Porque ese "pasado" del que hablan los portavoces del PP como si se refirieran al Pleistoceno es sin embargo tan inmediato y reciente que justificó el derribo de Rajoy y la llegada del socialista Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno hace apenas dos años y medio. Una moción de censura, por cierto, a la que Casado y los suyos siguen negando legitimidad, pese a la abrumadora presencia del monstruo de la corrupción entre sus argumentos.
Los populares simulan tener memoria de pez. Pero también en eso se equivocan. Ya no es solo que defiendan el "legado" de Rajoy, cuya mala memoria le hacía referirse a "ese señor del que usted me habla" cuando le preguntaban por el hombre que ahora explica cómo le vio destruir en su despacho de la calle Génova, en Madrid, sede del PP, los documentos en los que se reflejaban las cuentas de la caja B, los sobresueldos en dinero negro y los pagos de empresas adjudicatarias de la Administración que financiaban ilegalmente el partido. No se trata tampoco de que Aznar sea considerado un mentor a venerar pese a que compartió ceremonias familiares con la plana mayor de la Gürtel y pese a que resulta cada vez más verosímil la sospecha de que la caja B funcionaba desde antes del caso Naseiro, es decir, también durante su mandato.
Es que hay muestras de comportamiento elusivo por todas partes. Por ejemplo, María José Català, portavoz del PP en el Ayuntamiento de Valencia, exconsellera de los últimos gobiernos de la derecha en la Generalitat Valenciana, no ha tenido problema en anunciar que, cuando su partido vuelva a la alcaldía, rendirá homenaje a Rita Barberá, como si la exalcaldesa no hubiera muerto abandonada por sus correligionarios cuando estaba a punto de ser imputada y su autoritario liderazgo no hubiera sido ejercido sobre campañas irregularmente financiadas mediante mordidas a costa del dinero público, hoy investigadas en diversos sumarios.
Se ve que Barberá todavía está en el santoral, aunque hay casos que se dan por perdidos, como los de Eduardo Zaplana o Francisco Camps, otras "estrellas" del PP valenciano que pasaron por la presidencia autonómica en tiempos de rutilante poder absoluto y hoy se ven atribulados por las imputaciones que se ventilan en los tribunales. Es surrealista ver al expresidente que se dejaba regalar trajes por la trama Gürtel reivindicarse a sí mismo cada vez que puede para proclamar que existe contra él una conspiración de "jueces socialistas".
La corrupción del PP ha sido estructural y sistemática, todo apunta a ello. Su intento de despistar, también. El reguero de "caídos" y la lista de sospechosos revelan, por su nivel, que no se trataba de un asunto menor, de un sector descarriado de la organización o de la actuación eventual de algún corrupto aislado. Pese a las acusaciones hacia otras formaciones que surgen a menudo del viejo tándem bipartidista, parece que el principal partido de la derecha española se ha comportado como el peor de los antisistema, convencidos una buena parte de sus dirigentes de que podían actuar al margen de las leyes aplicables al conjunto de la ciudadanía.
Es comprensible que resulte un ejercicio duro afrontar lo ocurrido, analizar con seriedad los hechos y extraer conclusiones explícitas en clave de refundación autocrítica como mínimo. Pero no es de recibo que la respuesta consista en difuminar la gravedad de las responsabilidades y escamotear los hechos sin la menor humildad, manteniendo un discurso desafiante sin la menor intención de abrir un debate interno sobre un problema demasiado generalizado.
La estrategia de la amnesia del PP ante la corrupción es moralmente censurable y democráticamente disolvente; hacer trampas con la memoria para no entonar el mea culpa resulta patético. Se decía que los peces eran incapaces de recordar nada más allá de unos pocos segundos, pero los científicos han desmentido ese prejuicio al demostrar experimentalmente que pueden recordar con precisión, entre otras cosas, dónde están los lugares en los que pueden encontrar alimento y cómo evitar a sus depredadores. Resulta al final que los peces tienen memoria a largo plazo, a más largo plazo que esos dirigentes de la derecha atenazados por un pasado tan reciente que colea con ferocidad en la política de ahora mismo.
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